Proyectar la economía argentina en un año impar no puede separarse de la característica que trae desde 1983: las elecciones. Eso tiñe todo y la prueba está en la decisión tomada ayer por el Banco Central para ajustar aún más el torniquete que existía sobre el giro de divisas para pagar importaciones.
El dólar siempre fue una luz que queda prendida en el tablero oficial. Un clásico a la hora de plantear incertidumbre por la imposibilidad de proyectar valores o lo que es lo mismo, adivinar la tasa de inflación futura, la de expansión monetaria y el nivel de las reservas líquidas que resultan de netear los pasivos a corto y mediano plazo de la única cifra que da a conocer la autoridad monetaria: las reservas brutas.
Los analistas económicos privados estiman que, si no alcanzaron para fin de 2020 el cero, estuvieron cerca. La solución drástica y efectiva es devaluar, tal cual hizo el actual gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, cuando le tocó ser ministro de Economía en una situación difícil. Su misión, que cumplió a rajatablas fue, en aquel entonces, hacer el ajuste para llegar a las elecciones del año siguiente (2015) con algo de oxígeno y patear los problemas para más adelante. El exministro Prat Gay se queja que recibió reservas netas negativas de manos de su predecesor.
Si no es políticamente viable devaluar o lo que es igual en un contexto inflacionario, que el tipo de cambio oficial suba por debajo del nivel de precios, la solución es restringir el flujo saliente de dólares o endeudarse. Esta administración fue eligiendo ambas desde el año pasado.
El primer objetivo fue bajar el número de demandantes de “dólares ahorro” con un impuesto extra del 35% y eliminando del listado a muchos por las más diversas razones. Así sólo quedaron habilitados para poder comprar el 25% de los que lo llegaron a colapsar los homebankings en junio y julio pasados.
El control de cambios adoptado desde octubre, en que la brecha cambiaria tocó un máximo del 120% evitó una corrida del dólar, pero a costa de operaciones con bonos dolarizados: que más o menos es postergar el problema. Es un partido que ya se jugó varias veces, pero muy complicado para jugar sin reservas líquidas. La liquidación de la cosecha gruesa a partir de marzo y el aumento del precio de la soja podrían aliviar la presión, pero el año electoral podría complicar el balance energético y el drenaje de divisas
La otra fue ir restringiendo las condiciones para que los importadores pudieran acceder al botín de guerra cambiaria: el dólar a precio “oficial”. La versión 2021 de este cepo comercial involucra a una serie de posiciones arancelarias que alguien consideró como de consumo suntuario. En el comunicado del Banco Central, se refiere concretamente a “productos suntuarios como automóviles y motos de alta gama; jets privados con valor superior al millón de dólares; embarcaciones de uso recreativo; bebidas como champagne, whisky, licores y demás espirituosas con un precio superior a 50 dólares el litro; caviar; perlas, diamantes y otras piedras preciosas, entre otro”. Con esto, dice, se proyecta “ahorrar” 300 millones de dólares mensuales.
Para Francisco Gismondi, director Macroeconómico en Empiria Consultores, implica una restricción efectiva a las importaciones “que refleja algo que ya sabíamos, que sin devaluar se necesitan más restricciones para llegar a las elecciones y mayores restricciones generan, tarde o temprano una brecha más grande”. A esto se le suma una cuestión que no es menor: existe una lista de posiciones arancelarias que se corresponden a ciertos bienes con los que se fijó un criterio de consumo “suntuario”. Por ejemplo, una camioneta todo terreno podría caer en ese rubro, pero no es lo mismo utilizarla para pasear el domingo que para transitar por el off-road patagónico. Esa denominación podría ir aumentando si otra consideración que la intuición o le mera opinión de algún funcionario. Y si no hay dólares para importar esos bienes, o bien no se compran o se lo hacen pagando por otro mercado (Contado con Liquidación, por ejemplo). Gismondi cree que, además, hará subir el precio interno de todos los bienes importados o sustitutos de importaciones. Otro inconveniente es el que una misma empresa no podría armar un mix entre bienes “suntuarios” y “normales”: todos deberían liquidarse por el mercado financiero, con lo que en la práctica se empieza a crear un mercado comercial desdoblado. Y, por último, también abre otra brecha, aunque en este caso de oportunidades: para los que tienen espaldas financieras anchas, será un mero recargo en los precios a cobrar, para el resto, será la interrupción lisa y llana de ese negocio.
En definitiva, todo indica que es un camino de ida: el de ampliar restricciones e ir creando un mercado cambiario de dos velocidades. Devaluemos, pero que no se note.
Comentarios