Saturday 22 de June, 2024

ECONOMíA | 08-06-2024 08:43

Dolarización light: carrera de monedas

La escasez de divisas frustró la promesa de la dolarización, pero se recicló con la idea de generar una competencia monetaria.

Hace tiempo que el peso dejó de cumplir, al menos, una de las funciones que toda moneda debería asegurar: servir para la acumulación de valor. O sea, que sirva para ahorrare que no es otra cosa que posponer consumos presentes para hacerlo en un futuro. No es algo extraño, considerando que Argentina padece de inflación crónica desde hace 80 años y que, salvo casos aislados (la década de la convertibilidad fue una y no hubo un lapso tan extenso), el 85% de los períodos terminaron con alzas del IPC de, al menos, dos dígitos anuales.

Los datos. La tendencia a tratar de defenderse de la pérdida de poder adquisitivo de ahorros y contratos a futuro llevó a generalizar la utilización del dólar como unidad de cuenta para grandes sumas de dinero o para transacciones a largo plazo (a futuro y también el comparativo con el pasado). Pero sobre todo para constituir ahorro en el proceso de formación de capital. En el casi medio siglo desde aquel primer descontrol de precios, la dolarización fue acentuándose y utilizando otros instrumentos más elaborados.

La versión más rudimentaria es la tenencia de efectivo tanto en cajas de seguridad institucionalizadas (bancarias o no) o en el sigilo de los escondites particulares. La consultora 1816 estima que el grueso de los activos externos acumulados por argentinos suma casi US$400.000 millones, de los cuales la mitad están en efectivo. Parte de ellos habían encontrado un resguardo bancario con la apertura de cajas de ahorro en dólares (y algunos casos, en euros) que sortearon varios intentos de pesificación pero que finalmente terminaron blindadas del manotazo oficial. Sin embargo, el recuerdo de la conversión forzosa de los depósitos dolarizados en bonos de 2002 (el “corralón de Remes Lenicov y Duhalde) sensibilizaron a los ahorristas y ante cualquier atisbo de inestabilidad, optaron sistemáticamente por retirar sus tenencias.

En diciembre pasado, la aguda crisis externa implicó que el Banco Central estuviera trabajando con “reservas negativas” que implicaba que lo que efectivamente tenía no alcanzaba para cubrir los compromisos de corto plazo. Se estima que el marcador llegó a US$ -11.500 millones, a partir de lo cual se fueron recuperando hasta volver a niveles “positivos” a principios de mayo.

Durante la campaña electoral, Javier Milei había propuesto ir hacia una dolarización de la economía. Pero la realidad marcó otra cosa. La escasez de divisas marcó un límite que en los cálculos optimistas anteriores no figuraba, pero se decidió “limpiar” el balance del Banco Central, acumular reservas hasta llegar a un núcleo duro y entonces se podría barajar la posibilidad de una dolarización. Quizás como un plan B algunos economistas cercanos al pensamiento oficial, propusieron la “competencia de monedas”. El exministro Domingo Cavallo fue uno de ellos y fundaba su posición en la naturaleza bimonetaria de la economía argentina. Básicamente, se trata de un sistema en el que se aceptan como válidos las denominaciones en moneda extranjera además de la nacional para establecer precios de bienes y de contratos. Claro, ello implica dos requisitos básicos: que exista un único mercado de cambios y que no haya restricciones cambiarias adicionales (“cepo”).

El comercio. En la visión del especialista en Comercio Exterior Marcelo Elizondo, para que haya competencia de monedas, lo que tiene que haber es que no haya cepo y que el comercio exterior empiece a cobrar y pagar con dólares reales. “Hoy está nacionalizado el sistema de pagos y cobros a través del Banco Central, haciéndose con pesos”, señala.  Por eso cree que habría que ir a un sistema como funcionó en otros momentos en la Argentina, de cobros y pagos en dólares, con la consecuente estabilización de la economía en precios y costos en moneda fuerte. Pero también esto generaría una gran rigidez en términos de costos con relación a lo que permiten las devaluaciones, que por poco tiempo licúan costos y permiten un ajuste cambiario que después favorece al exportador. Obviamente ahí no habría más devaluaciones, y entonces los costos están fijados en dólar, por lo que el efecto competitivo de los saltos cambiarios debería trasladarse al esfuerzo por ser en generar valor y en reducir costos que hoy son rígidos, a través de otras herramientas como la desregulación, baja de impuestos, eliminación de distorsiones e incluso una mayor apertura internacional.

Condiciones. Para empezar a andar el camino de la competencia de monedas, el primer paso es el de legalizar al dólar en igualdad de condiciones del peso (hasta hoy la única moneda de curso legal), no en suplantarlo. Alfredo Romano, titular de Romano Group, ve esta opción como viable si se liberan los controles de capitales y se deja al dólar como moneda de curso legal. “Para que realmente haya una competencia de monedas, en ese caso entre el dólar y el peso, es que haya liberación de controles de capitales, con una moneda que se pueda utilizar libremente, de lo contrario se arma un Frankestein”, explica.

Romano no cree que este sea un plan B, pero sí una etapa previa a la dolarización- “Si durante algún lapso existe una liberación de controles de capitales, el dólar se convierte en moneda de curso legal, en un plazo determinado se puede terminar consumando la dolarización con la compra del circulante, ya sea de manera voluntaria de la ciudadanía como también definiendo lógicamente el Banco Central y el Gobierno un tipo de cambio adecuado”, agrega. Romano estima que se precisan entre US$15.000 y US$20.000 millones de reservas netas positivas y un equilibrio fiscal sólido para poder consumar esta alternativa, algo que el Gobierno sólo podría eventualmente lograr recién a fines de este año.

A su juicio, estos requisitos son excluyentes porque si no se alcanzan el Banco Central quedará muy expuesto a tener que vender dólares rápidamente o tener un tipo de cambio excesivamente alto frente a cualquier shock interno. Además, también enfatiza que se precisaría un riesgo país por debajo de los 1.000 puntos, que vendría con una corrección y una reducción de la deuda remunerada del Banco Central (que ya está sucediendo) que implicaría un balance del Banco Central mucho más sólido, con reservas y un equilibrio fiscal sostenido. Nada novedoso en las recetas de mejora sugeridas para la economía argentina. A veces, volver a los fundamentos es la mejor forma de encontrar un nuevo horizonte, sobre todo para un sistema económico que hizo gala de la heterodoxia en forma sistemática.

 

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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