Los ingresos personales caen, la inflación sube y el automóvil está parado en el garage por la cuarentena... y de repente se escucha el rumor que todos los asegurados deben llamar urgente a su compañía de seguros para reclamar una rebaja del 30% en la póliza. Tiene su lógica, pues el coche ni se mueve y no corre riesgos de accidentes o robos. Pero no es tan así. Los usuarios pueden pedir en cualquier momento a su aseguradora un recorte, pero esta no está obligada a concederlo.
La Superintendencia de Seguros de la Nación ha aclarado que no se ha emitido normativa alguna que obligue a las aseguradoras a aplicar descuentos o bonificaciones en las cuotas de las primas de las pólizas de los seguros obligatorios, incluidos no solo los de los autos sino también los del incendio de locales comerciales. Pero las compañías de seguros puede voluntariamente conceder o rechazar la rebaja a petición del asegurado, según explica Fernando Cinalli, presidente de Cinalli Insurance Broker.
“Se pueden pedir algunas rebajas de algunos seguros por no uso por la pandemia, pero debe haber un consenso entre las partes”, cuenta Cinalli. Las rebajas suelen ir del 20% al 30%, pero las empresas pueden negarse a bajar la cuota. “Lo ideal es negociarlo con el productor o broker de seguros”, explica el empresario.
Otra opción consiste en cambiar la póliza y pedir un seguro de garage. En ese caso, se pierde la responsabilidad civil. Por tanto, en caso de una emergencia en que se necesite el auto, este no podrá usarse.
Cinalli advierte de que debe cuidarse la capitalización de las compañías de seguros. ¿Por qué? Porque las aseguradoras invierten, por un lado, en títulos públicos de legislación local que el Gobierno ha reperfilado y, por otro, reciben reclamos de descuentos de los usuarios. Entonces podrían encontrar dificultades para enfrentar los pagos de los eventuales siniestros.
“Este pedido a las aseguradoras forma parte de un desagio de los valores relativos de bienes y servicios que está dándose en forma desordenada en la última semana”, analiza Cinalli. “Rebajas en sueldos, expensas, alquileres, honorarios, bienes transables prevendidos... Todo forma parte de la cadena de valor y de pago y ese desorden puede ser muy peligroso”, añade el empresario.
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