Saturday 21 de June, 2025

ECONOMíA | 04-06-2025 01:13

Consumo apalancado

El aliento a usar los ahorros dolarizados intenta acelerar la reactivación en ciertos sectores, pero también oxigena las reservas.

Durante años, el sistema económico argentino emitió señales y el público fue tomando decisiones. Parafraseando al efímero ministro de Economía durante la hiperinflación de 1989, Juan Carlos Pugliese, le contestaron con el bolsillo a las buenas intenciones, las palabras altisonantes y los lugares comunes. Así, Argentina generó un ahorro fuera del sistema por parte de sus ciudadanos que a fin de 2024 llegaban a US$278.000 millones, de los cuales 80% era en billetes contantes y sonantes.

El target. Semejante volumen fue construyendo a lo largo del tiempo una brecha de alcance macroeconómico entre el ahorro y la inversión. Es decir, una retracción del consumo para constituir fondos a resguardo de los avatares propios de medio siglo de inestabilidad crónica pero que no reingresaban al sistema para financiar inversiones o bien consumos de otros grupos, que fue constituyendo una falencia característica estructural. La relación inversión/ PBI de las últimas dos décadas se situó alrededor del 17% pero con muchos altibajos en función de la cíclica evolución del ingreso. Las proyecciones para 2025 podría estar un poco más arriba pero todavía quedaría debajo de los países de la Unión Europea (entre 21% y 25% según el caso), que tiene un crecimiento económico bajo, del promedio de la región (20%) y del Mundo (27%).

Por supuesto, también queda muy lejos de los grandes tigres asiáticos, como China (42%) o Corea del Sur (32%). Esto plantea, a mediano plazo, un dilema para la política económica: la necesidad de inversión para para romper más de una década de estancamiento (casi 20 años si consideramos el ingreso por habitante) exige aumentar en más del 50% la tasa de inversión fija en promedio. Ya no hablamos de alcanzar la utopía de una población que ahorre 4 de cada 10 dólares que genera, como ocurre en China desde hace 30 años, sino poder acomodar las piezas del rompecabezas para establecer los fundamentos y marchar a una velocidad de crucero intermedia entre la de América latina (2% anual) y la de los gigantes asiáticos (5% anual para el último lustro). Una cifra en ese rango ayudaría a redimensionar otro karma macroeconómico: la dificultad por retrotraer el gasto público total (en especial el local) a niveles compatibles con un financiamiento de fuentes genuinas.

Verdes en acción. A esta coyuntura se sumó un tema: la urgencia por restablecer un equilibrio en el sistema cambiario argentino. A fin de cuentas, las reservas netas todavía están en rojo, a pesar de los buenos ingresos del primer semestre del año pasado y de la fuerte recesión que mermó las importaciones durante ese período. Pero la reactivación paulatina de la actividad, si buen fue dispar según el sector, amenaza con devorarse el superávit en la balanza comercial. En abril, por ejemplo, el resultado positivo fue ocho veces más chico que el mismo mes del año pasado. Y la explicación no es tanto por una suba de los precios de los productos importados sino por las cantidades involucradas (+41%).

Los sectores que más reaccionan tienen que ver con energía (especialmente explotación petrolera y gasífera), minería y, cuando no, el complejo agropecuario, si bien encendió la luz de alerta por la caída del margen de utilidad debido al aumento de los costos en dólares. Esto podría agravarse si persiste la idea de volver, a partir de julio, a los niveles de retenciones anteriores a la virtual unificación cambiaria.

Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL, señala que para un país que normalmente tuvo problemas para generar un incremento sostenido en las exportaciones y que cayó en reiteradas crisis macroeconómicas (muchas veces a causa de la escasez de divisas en el Banco Central), “el seguimiento de la situación en materia de competitividad resulta vital para evaluar la sustentabilidad de la economía, tanto estructural como de costos”. Por eso, proyecta un escenario con una paridad cambiaria relativamente baja, aún tras una flexibilización del cepo cambiario y tratándose de una situación que muy probablemente continúe a largo plazo (dada la trayectoria a futuro en las exportaciones de energía y minería). Esta creciente oferta de dólares por ventas externas, junto a una también probable situación de equilibrio fiscal, tenderán a mantener una moneda local apreciada. “Una moneda apreciada tiende a generar elevados costos locales en dólares, especialmente en los bienes que no entran en el comercio exterior (no transables), así como los altos tributos al comercio exterior que existen en Argentina y otros impuestos internos y restricciones cuantitativas, derivan también en elevados precios locales para algunos bienes transables”, sintetiza. Un escenario disruptivo para la tradición argentina.

IDESA hizo una estimación de cuántos dólares acumuló el agro de 2003 a 2024 (21 campañas) y lo estimó en US$1,3 billón. Pero del total, casi la cuarta parte (US$331.000 millones) fueron a parar al “colchón”, a pesar de los crecientes controles de todo tipo. El economista de la entidad, Jorge Colina, explica que para revertir ese tipo de comportamientos se necesita además confianza en la estabilidad macroeconómica pero también muestra la inutilidad de las persecuciones tributarias y cambiarias cuando no hay un aliciente adecuado para permanecer dentro del sistema. “Se debería poner el foco de manera más selectiva e inteligente en aquellos comportamientos que pudieran tener un correlato delictivo, pero no meter a todo dentro de la misma bolsa, quitando el aliciente a permanecer dentro del circuito formal de la economía”, agrega.

Del colchón a la calle. La reciente iniciativa para alentar a utilizar los fondos “encanutados” intenta movilizar esos fondos sustraídos al consumo aun cuando la velocidad de recuperación de la demanda no alcanzaría para un “boom” en la actividad de algunos sectores vitales en la percepción de un clima de opinión favorable, algo vital en un año electoral.

Un sector con alta visibilidad es el automotor. Luego de un año de bajas ventas, los números se fueron acomodando sin prisa, pero sin pausa. Sebastián Beato, presidente de ACARA (Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina) todavía no ve un gran impacto inmediato porque la actividad ya estaba mostrando signos de reactivación evidente por la vuelta del crédito y la continuidad del orden macro. “El viernes terminó mayo y probablemente será con muy buenos números de ventas, de crecimiento interanual. El mercado viene con fuerte demanda desde enero y todo parece que el año seguiría igual, lo que hace prever que terminaría 2025 cerca a las 600.000 unidades, una cifra muy buena para su historia reciente”, proyecta.

Otros sectores, como el inmobiliario, están esperando con los brazos abiertos la secuencia de normas que faciliten la utilización de billetes “guardados” para terminar de cerrar un largo ciclo bajista en las propiedades, que comenzó con los primeros signos de inestabilidad cambiaria, en abril de 2025. Como es un mercado que ajusta más por cantidad que por precio, el resultado fue su virtual parálisis y una caída de valores de hasta 30%, que recién ahora empiezan a ganar terreno. El crédito hipotecario, siempre con alta demanda (como lo verifican la segunda suba de tasas en un año) debería terminar por equilibrar un segmento que en estos siete años no consiguió un vehículo de adquisición adecuado y congeló la actividad.

La última vuelta de tuerca la protagonizará el sistema bancario, que ya tomó nota de la situación y rompió una curiosa tradición de una década: empezó a pagar por depósitos a plazo en dólares, augurando otra competencia por captar esos fondos en efectivo. La incógnita final es de qué manera, cómo y cuántos de esos billetes volverán al circuito productivo.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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