Terminamos el año pasado con un fuerte impacto, producto de la cuarentena dura, que implicó una asistencia del BCRA al Tesoro Nacional récord, superando los $2 billones. En 2020, las cuentas fiscales cerraron con un rojo de 6,5%. Y el BCRA emitió pesos por 7,3% del PBI. Ya que además de cubrir el déficit primario, fue necesaria la asistencia de la autoridad monetaria para cumplir con las obligaciones de deuda en pesos del Tesoro Nacional. En 2021, la situación es diferente y mismo durante el transcurso del año se evidencia un comportamiento no homogéneo. Para el año en curso, el déficit fiscal fijado por el Presupuesto Nacional era de 4,5% del PBI y, desde Hacienda, se aplicó un ajuste en la primera parte del año. Si consideramos el primer semestre, el BCRA sólo emitió $330.000 millones para cubrir el agujero fiscal y reordenar ciertas partidas. Pero, ya para el segundo semestre, la emisión se precipito y alcanzó $1,2 billones (2,8% del PBI). Las partidas del gasto público que elevaron el déficit fiscal primario fueron principalmente los subsidios, jubilaciones y pensiones y salarios públicos. Así, en el acumulado de los primeros nueve meses del año cerraron con un déficit fiscal primario equivalente a 1,3% del PBI ($567.500 millones). Tras las elecciones primarias la intención fue acelerar el impulso fiscal, pero, no obstante, ello, no se generó un desborde fiscal y monetario por temor a una corrida del tipo de cambio y para no ponerle más presión al sistema de precios. Hasta el día de la fecha lo compromisos extra en materia fiscal representan solamente el 0,25% del PBI: unos $108.000 millones.
Lo cierto es que de las medidas propuestas (incremento al salario mínimo vital y móvil que ajustó automáticamente el monto de algunos planes sociales, jubilación anticipada, programa “registradas” para formalizar el trabajo de las empleadas domésticas, aumento de asignaciones familiares, suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias para la cuarta categoría y el monotributo gratuito) no tuvimos ni un bono extra a jubilados y pensionados ni tampoco un cuarto IFE. No obstante, y más allá de este impulso fiscal austero, la emisión no cesó y, entre julio y octubre de 2021, la asistencia del BCRA al Tesoro Nacional fue de $982.700 millones (equivalente a 2,4% del PBI). ¿Qué fue lo que sucedió? Justamente algunas partidas del gasto público que estuvieron retrasadas respecto a la inflación en el primer semestre comenzaron a tener un mayor dinamismo en la segunda parte del año. Se incrementó el déficit fiscal y se acudió a la emisión del BCRA para cubrir ese agujero.
¿Cómo se compone esa dinámica? Las partidas que mayor incremento tuvieron en el tercer trimestre del año (julio-septiembre), respecto del primer semestre del año, fueron las prestaciones sociales, los subsidios y los gastos operativos. En lo que se refiere a las prestaciones sociales (Jubilaciones y Programas sociales incluido) pasó de $385.400 millones por mes durante el primer semestre del año a $447.600 millones mensuales en lo que va del segundo semestre (hasta setiembre). En otras palabras, se gastan $62.200 millones más por mes. En segundo término, los subsidios económicos, en el primer semestre del año, alcanzaron los $82.900 millones mensuales y en lo va de la segunda parte del año se dispararon a $146.663 millones (promedio mensual). En este caso, estamos hablando de $63.740 millones extra por mes. Por último, los gastos de funcionamiento del Estado (que incluyen a los salarios públicos) pasaron de $99.300 millones a $142.050 millones (en términos mensuales). En este último caso, estamos hablando de un salto del 43% de un semestre a otro.
¿A qué conclusiones podemos llegar? En sí, el aumento de la emisión monetaria en el segundo semestre de este año no responde a un estímulo de índole fiscal (clásico de los años electorales). Básicamente se explica por el incremento en partidas del gasto público que ya tenían una aceleración fuerte en el arranque del año como los subsidios económicos (producto del congelamiento tarifario, o del cuasi congelamiento, y los elevados precios internacionales de la energía). Asimismo, las partidas del gasto que se ajustaron por la fórmula de movilidad previsional (jubilaciones y AUH), tuvieron su mayor aumento en septiembre, y salarios públicos, que reabrieron paritarias con aumentos del orden del 45%, en cuotas, desde julio.
Sacando el más que especial 2020, fue el financiamiento monetario más alto de la historia reciente para un mes de septiembre y eleva el financiamiento con emisión acumulado en el año a 2,2% del PBI (excluyendo el impacto de la venta de los DEG). Este momento llega en medio del calendario electoral que trae tensiones cambiarias y la merma de dólares actual se da en simultáneo con un incremento en los pesos, por el mayor gasto público y su financiación con emisión monetaria. La relativa contención inflacionaria no es sostenible en el tiempo porque, en este marco, se vuelve inexorable la corrección de precios relativos, cierta recuperación salarial, una posible aceleración del tipo de cambio, ajuste de tarifas y un exceso de pesos que vuelven a presionar.
Federico Pablo Vacalebre es profesor de la Universidad del CEMA
por Federico Pablo Vacalebre
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