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ECONOMíA | 23-10-2021 12:32

Control de precios: el cepo que faltaba

El congelamiento de 1.400 productos hasta enero enfrenta al Gobierno con empresarios y les endosa la responsabilidad inflacionaria.

Mientras el ministro Martín Guzmán intentaba seducir a “inversores” que en Argentina reina la concordia y se venía un consenso adulto con la oposición para encarar la recta final de la negociación con el Fondo Monetario Internacional, el flamante Secretario de Comercio Interior desdecía a su jefe, Matías Kulfas, al dar por concluida la etapa amable de su gestión y anunciar un congelamiento de precios de 1430 productos hasta el 7 de enero próximo.

Con el ojo puesto en el precio de los alimentos, pero hablando siempre de la responsabilidad de los “formadores de precios”, en el cual el Gobierno (nacional y los provinciales) se autoexcluye, la principal cámara alimenticia, la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios de Argentina (COPAL) emitió un comunicado que por una vez se apartó de las anodinas gacetillas que reparten elogios a todos. “La entidad sostiene que los acercamientos realizados hasta el momento reflejan la falta de voluntad por parte de las autoridades para realizar un acuerdo con el sector”, disparó. ¿Rebelión oportuna? ¿Presión de las bases, la mayoría Pymes? Nada para ganar y cada uno atendiendo su juego, quizás es la explicación más simple.

Robert Shuettinger y Eamonn Buttler en su ya clásico “4.000 años de controles de precios y salarios” sostenían que, como la rueda, no hay nada nuevo por inventar. El libro, un best seller entre los economistas data de 1979 y tuvo varias reediciones en castellano, la última en abril del año pasado. El argumento es simple: a lo largo de la historia, los Gobiernos que fueron adquiriendo el monopolio de emitir dinero y también fueron generando inflación.

Pero, lejos de admitir una cuota importante en su responsabilidad, apelaba a la emergencia y al espíritu patriota para armar esquemas de prohibiciones, listados, sugerencias, etc. La inflación había dejado de ser un problema universal y sólo quedaba enquistado en algunos países que tenían índices incompatibles con el desarrollo normal de actividades. Argentina, desde hace medio siglo estuvo casi siempre en el top ten de ese ranking de dudoso prestigio.

Ola mundial. Una de las explicaciones a la dificultad para incumplir sistemáticamente con las promesas electorales y volver a caer en la inflación (en las últimas 8 décadas, sólo hubo 15 años con menos de un dígito de suba de precios, incluida 9 años de convertibilidad) fue el de la “inflación importada”. Por una vez, en 2020 y 2021 fue verdad: en los Estados Unidos, los precios minoristas interanuales en septiembre subieron 5,4%, contra un promedio de 1,2% desde 1990 a 2020. Incluso, hubo algunos ítems que subieron casi 4 veces dicho índice: los autos usados, alquileres específicos y algunos productos alimenticios. Es que la reconfiguración china arrastró varios sectores y el precio de la energía en su fase ascendente hacen que muchos productos se cuadruplicaran de valor, en dólares.

Sin embargo, mirando la evolución del IPC argentino vemos algunas particularidades con respecto al de los Estados Unidos. En primer lugar, la inflación anual es, en todo caso, la misma que la mensual si no hubiera restricciones y controles como los que continúan.

El futuro. El otro condimento que siempre se agregó a la discusión básica monetaria es el de las expectativas. En este caso, la memoria histórica reciente en materia económica lleva a apostar sobre la evolución de la inflación. Que la discusión haya empezado con un intento de acuerdo y terminado con una orden habla de la poca confianza que tiene hasta el mismo Gobierno que cambió de monta en medio de la batalla que dice librar contra la inflación.

Martín Guzmán había introducido en el Presupuesto 2021 una pauta inflacionaria de 29% que siguió defendiendo hasta hace muy poco. La que anotó para 2022 es igual de creíble, sobre todo porque la economía marcha a una velocidad del 52% anual pero falta todavía mensurar en impacto inflacionario el eventual salto devaluatorio (que el ministro prometió evitar) y el efecto del tsunami de pesos en que se basa el intento por dar vuelta el partido electoral.

Para la economista Diana Mondino, profesora de la UCEMA, la idea de congelar puede ayudar a compensar dicha emisión, “pero si la emisión genera mucha inflación lo único que hace es postergar: más grande y todo junto e incluso, hasta la amplifique.

No es fácil prever cuál será la evolución luego del congelamiento: no lo que va a pasar sino cuánto será serán los aumentos. Dependerá de los costos y qué pasa con la capacidad de compra de esos productos, si son de compra esporádica o frecuentes. Si los costos aumentaron, no me cabe duda que esos productos subirán más que otros.

Gustavo Lázzari es economista y candidato a diputado por JxC en CABA, pero es más conocido en las redes por ser el hijo de doña Lita y un vocero de las Pymes alimenticias. Dirige una empresa familiar dedicada a los chacinados, afiliada a la COPAL díscola, pero a título personal no duda en afirmar que el congelamiento “sólo es para algunas empresas, las muy grandes y el canal de venta de supermercados. “En septiembre los alimentos subieron menos que el IPC, aunque lo que sí se mantuvo por encima es el sector más libre, el de los productos frescos”, argumenta. A su juicio la ofensiva no tiene que pasar por la Secretaría de Comercio sino por “un gran olvidado en esa discusión, el Banco Central” ya que para que un plan tenga éxito se precisan expectativas favorables alimentadas por un plan y aumentara la demandad de dinero”, enfatiza.

Francisco Gismondi, director de Empiria Consultores, los congelamientos de precios “nunca funcionaron y solo podrían hacerlo como complemento transitorio de un plan anti-inflacionario serio que tenga el centro en la solvencia fiscal y la moderación monetaria”. Sin ese ingrediente, advierte, podría sólo producir desabastecimiento por más que sea menos de un mes la zona crítica y por una razón muy puntual. “La emisión preelectoral (antes y después de las PASO) está generando un excedente monetario que se irá a precios más temprano que tarde”, argumenta.

El día después. Cualquiera sea el resultado, el 15 de noviembre se renovarán las expectativas. Nada indica que algunos de los productos “listados” comiencen a faltar o que sigan subiendo en los segmentos porosos de los controles burocráticos. ¿Se renovará la cruzada contra los agiotistas y la especulación? ¿Cuál es el programa fiscal y monetario conducente?

Una vez, hace muchos años, un corsé monetario y fiscal terminó volando por los aires porque no había respaldo político para articular un acuerdo y moderar las expectativas de todos. Fue en julio de 1975, el último día en que el entonces Celestino Rodrigo pudo viajar en subte sin sufrir el acoso de los pasajeros y no para felicitarlo. ¿Se podrá regular la presión de la olla que se fue cocinando aún antes de la pandemia?

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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