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ECONOMíA | 19-10-2021 15:06

Importaciones en escasez acelerada

Las expectativas de devaluación con control de cambios ponen un freno a la demanda de divisas y frenan la reactivación para 2022.

La conexión entre el mercado monetario y el de bienes es mucho más instantánea de lo que se puede prever. Quizás, la gimnasia en la toma de decisiones a lo largo de décadas de inestabilidad crónica amasó un talento especial para prever políticas futuras que clausuran vías de escape y anticipan un término que, mientras los técnicos oficiales intentan darle el nombre adecuado el ingenio popular ya lo etiquetó: el cepo.

Así se denominan a las iniciativas que tratan de eludir los mecanismos automáticos de ajuste en los mercados a raíz e los desequilibrios. Pero si bien una medida poder ser efectiva en el corto plazo, la presión se acumula y termina explotando o transfiriendo las asimetrías generadas a otros mercados. Eso es lo que hoy pasa con las importaciones.

No es novedad que hay restricciones a la compra de productos y servicios del exterior, sino que se profundizó en los últimos meses por una paradoja que es “normal”: al recuperarse la economía del nefasto abismo del 2020, creció la demanda de bienes importados (productos de consumo y de capital). Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL, estima que, en Argentina, la demanda de importaciones crece tres veces por cada punto porcentual de crecimiento del producto bruto.

O sea, la “elasticidad” es muy alta y fue lo que complicó el delicado equilibrio del mercado cambiario. Vasconcelos anota un dato llamativo: durante 2021 según estimaciones del IERAL, las importaciones habrán alcanzado un total de 14.2% del PBI, casi tres puntos más que lo que representó en 2020 e incluso más del 13% que alcanzó en 2018 cuando la economía inició su actual proceso de crisis externa.

Goteo

En los últimos meses, concretamente en el trimestre de julio a septiembre, las diversas formas de autorizar importaciones hicieron que le volumen final no pasara de US$ 5.400 millones. Marcelo Elizondo, director general de la consultora DNI, estima que durante los ocho primeros meses del año se compraron bienes y servicios del exterior por US$ 40.068 millones, una cifra importante considerando los malos años de 2020 (US$ 26.200 millones) y 2019 (US$ 34.160 millones).

Pero queda muy lejos de los valores de otros años más “normales”: en 2017 se importaron US$ 43.227 millones y en 2018 (US$ 47.388 millones). “Claramente aún en un año en que se superaron magnitudes muy bajas, queda en evidencia que la economía argentina todavía precisa de restaurar niveles compatibles con el funcionamiento normal de la economía”, aclara Elizondo.

“Cabe presumir que octubre, noviembre y diciembre podría estar abajo de los tres meses previos, lo que genera faltantes y problemas para diversas cadenas productivas. En setiembre, por ejemplo, hubo varias terminales que no pudieron importar ninguna unidad terminada”, agrega Vasconcelos

Dólares

En el otro lado de la ecuación, la contracara de los equilibrios radica en la precariedad del equilibrio del mercado cambiario. Las sucesivas restricciones que se vienen acumulando, comenzaron incluso antes del 10 de diciembre de 2019 con el cambio de administración. En un reciente estudio de la consultora Invecq, contabilizó 13 medidas que, desde aquella fechan fuero agregando trabas y restricciones en el mercado cambiario. “Cepo del cepo”, sintetizan para augurar que a medida que las reservas escasean, “el poder de fuego del equipo económico se achica y surgen nuevas medidas para contener la pérdida de divisas del Banco Central”.

El “poder de fuego” al que se refiere la consultora liderada por Esteban Domecq es el que vino utilizando el Banco Central para comprar y vender bonos con los dólares del superávit comercial, acumulando reservas durante el primer semestre. Desde julio pasado dejó de hacerlo, en consonancia con un gasto público creciente y las necesidades electorales que, a diferencia de lo que se le achaca al ministro Guzmán, fue complaciente con la teoría de “poner plata en el bolsillo” de los votantes.

Sugieren que el mercado de futuros del ROFEX descuenta una tasa de devaluación del 1% mensual hasta diciembre (con una inflación con estimaciones arriba del 3% mensual) con lo que la presión para acomodar el tipo de cambio se acentuará si no existe antes un acuerdo a largo plazo con el Fondo Monetario Internacional. Una novedad así desinflaría las expectativas, pero ataría de manos al mismo Gobierno que se beneficiaría de esa manera.

El futuro

Ese laberinto cambiario llegó a inundar de expectativas al sector real de la economía externa, el del comercio exterior. “La importación pasó a ser un instrumento de dolarización”, sintetiza el economista jefe del IERAL. En definitiva, lo que ocurre es que, si hay diferencia entre la cotización de un bien en un mercado y otro, los agentes económicos suponen que en algún momento habrá un valor que lo sintetiza y hacia él convergirá el resto.

“Argentina tiene un sistema totalmente distorsionado. La brecha cambiaria distorsiona el presente y el futuro, porque gana terreno el consenso que el tipo de cambio para el futuro está en otro lado que lo que marca la pizarra oficial”, agrega Elizondo.

Es que la economía argentina durante este año recibió tres presiones simultáneas sobre el mercado de cambios. La primera es la de la recuperación de las actividades productivas, que requieren, lógicamente, más insumos para expandirse. La segunda es la de acceder al mercado oficial para saldar deudas en dólares previendo que, ante la escasez de divisas, deban recurrir solamente a los mercados “financieros” con un sobre costo del 80% que es en la actualidad la brecha cambiaria. Y, por último, las expectativas de cambio en las reglas de juego que aceleran la demanda de dólares para anticiparse.

Dilema

“Hay una idea que en Argentina faltan dólares y eso es falso. Dólares hay, pero no al precio que se fija arbitrariamente. Mientras no se hagan los ajustes para facilitar el ingreso de divisas y el acceso automático a este flujo enriquecido, la economía sufrirá la restricción de importaciones”, conceptualiza Elizondo. A su juicio, la brecha cambiaria lleva, en el límite, a que el mercado sólo esté abastecido por las exportaciones formales y, accesoriamente, por créditos internacionales, hoy cortados.

Y también enfatiza que el “vivir con lo nuestro” puede ser una política de Estado sustentable. “El país necesita importar para producir. Hay mito referido a que cada dólar gastado en importaciones suplanta producción local y es al revés”, agrega. A mediano plazo, el efecto nocivo sobre la dinámica económica será doble: por un lado, la falta de inversión en bienes de capital o en un proceso de mejora continua que se ve alterado en su circuito habitual. Por el otro, el riesgo de un desacople tecnológico en momentos en que se intensifica la competencia internacional y se acelera la innovación como pieza fundamental del crecimiento.

Según los datos de publicados por CPB World Trade Monitor que recoge el último informe del IERAL, el volumen de las importaciones mundiales registró en julio una suba de 10,5 % con respecto a igual mes del 2020 y 2,7 % con respecto a 2019, antes de la pandemia. El mercado global ya superó el trance

Hace 20 años las importaciones argentinas eral el 6% del total de la región y hoy no pasan del 4%”, agrega. A partir del año 2000, la economía argentina tuvo el cimbronazo de la crisis del 2002 y luego se recuperó, pero estando para el 2010 un escalón debajo de esta medición: 5,5% con respecto a las importaciones de América Latina. A partir de allí fue perdiendo posiciones y aun antes de la pandemia, en 2019, generó solo 4,1% del total regional. Es una economía que, por falta de divisas o por decisiones de política económica, prefirió cerrarse aún más, al contrario que los demás países latinoamericanos.

Porque en un futuro no muy lejano, el camino se bifurca: o se adoptan mecanismos que den más libertades para importar o se refuerzan las trabas que reforzaría el techo que tiene la economía a su crecimiento actual. El FMI estimó en no más del 2,5% de crecimiento del PIB para 2022, con lo que la recuperación total de la economía post-COVID deberá esperar, al menos un año más.

Divisas

Las perspectivas de repetir una campaña como la pasada tiñen de optimismo las cuentas oficiales. Pero la realidad no es tan promisoria. Es cierto que, desde hace un año, los precios internacionales sostuvieron un boom en los commodities que estuvo lejos de convertirse en la burbuja que se llegó a imaginar. “En términos de volumen, se espera una campaña un poco mejor, al menos por el momento, aunque hay mucho temor por la seca y por eso se moderan las expectativas”, explica David Miazzo, economista jefe de FADA.

En precios, se esperan precios valores algo menores a los que hubo este año: en soja, por ejemplo, se estima que los precios estén por debajo de los US$ 500, contra los US$ 550 que alcanzó durante la primera parte de este año. Esta vez, no sería un limitante las importaciones, pero tampoco podría financiar el salto requerido.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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