Wednesday 1 de May, 2024

ECONOMíA | 24-04-2020 20:05

Video: La clase media empieza a ir a los comedores por el parate económico

Ante la interrupción de ingresos laborales por la cuarentena, algunas organizaciones sociales como La Dignidad pusieron ollas populares en barrios de vecinos de ingresos medios.

Son las 13.30 y en la esquina de México y Alberti, en el barrio de San Cristóbal, se forma bajo la lluvia una cola de jóvenes, adultos y jubilados con un tupper en la mano. Prefieren no dar sus nombres a la prensa. Se los mencionará con pseudónimos. Es la primera vez en su vida que tienen que ir a un comedor popular a pedir alimento. Son de la clase media que cayó en desgracia por la paralización de actividades que ha implicado la cuarentena contra el coronavirus.

Valentina tiene 16 años y un barbijo celeste con el que se tapa la boca, pero que no le cubre bien la nariz. Hace unos días su madre, artesana de la feria de San Telmo, comenzó a ir a este nuevo comedor de San Cristóbal, uno de los 16 que abrió el Movimiento Popular La Dignidad en la ciudad de Buenos Aires ante el drama económico que acarrea el confinamiento social. “Hoy vine yo a buscar la comida. No es lindo tener que venir”, cuenta Valentina sin ponerse triste. “Prefiriría comer lo de mi casa”, agrega la adolescente, que cuenta que su hermana mayor, que vive sola, ha comenzado a trabajar como repartidora de Rappi ante la crisis.

Hasta la cuarentena, La Dignidad, que integra la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), tenía comedores en villas, pero ahora también los ha instalado en barrios de clase media. “Lo que venimos notando es la presencia de vecinos y vecinas de clase media que nunca imaginaron tener que acercarse a nuestros comedores a retirar un plato de comida”, cuenta Lucila González, coordinadora de estos espacios de La Dignidad en la capital. “Esto viene creciendo a lo largo de las semanas. También nos piden si en algún barrio tenemos algún comedor para poder asistir. Más que nada en barrios como Boedo, La Paternal, Parque Avellaneda, San Telmo, Barracas, donde hay muchos trabajadores y trabajadoras que son peluqueros, peluqueras, tacheros, tacheras, carniceros, o que por ahí no pueden volver a abrir sus negocios. Y hay que poder asistir este fenómeno. Todas las herramientas que tenemos desde hace años en los barrios populares hoy las estamos desplegando por fuera de las villas a la mayor cantidad de vecinos que las necesitan y tratando de tender otras redes que no sean solo lo que nos junta hoy, que es la emergencia de la comida”, cuenta González. Por ejemplo, llevan médicos y folletería de prevención del Covid-19 a sus diversos centros.

Este sábado, si no llueve, La Dignidad organizará una olla popular al mediodía en la intersección de las avenidas San Juan y Boedo. En cada uno de sus comedores trabajan seis o siete voluntarios, pero buscan más. Reparten comida que reciben de la Nación y la ciudad, al tiempo que algunas empresas y personas también aportaron elementos de higiene. Otras organizaciones también está armando ollas populares en barrios de clase media, como La Cámpora en Parque Patricios.

Ana María lleva pañuelo en la cabeza y tiene una pensión no contributiva. Cuidaba una anciana hasta que llegó la cuarentena y perdió ese ingreso adicional. Luego su patrona murió, pero no de coronavirus. En el comedor de México y Alberti consigue una ración de comida que se reparte entre el mediodía y la cena. “Antes yo vivía bien con mi trabajo, nunca en mi vida había ido a un comedor”, relata Ana María.

Tampoco María Laura había ido nunca a pedir alimento. Como empleada doméstica siempre vivió con lo justo, pero lo suficiente para vivir en San Cristóbal, como sus compañeros de fila en el comedor de La Dignidad. “Ya no puedo ir a trabajar por horas y en la mayoría de los lugares estaba en negro, así que no cobro”, cuenta María Laura, que vive con sus dos hijos. “Y en el único lugar donde estoy en blanco están viendo cómo me mandan la plata porque yo no tengo cuenta bancaria”, agrega. Ella cobró el nuevo Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), de 10.000 pesos, que creó el Gobierno ante la cuarentena para empleados informales, domésticos y monotributistas categorías A y B. “Pero la plata no alcanza y aumenta todo”, lamenta María Laura mientras avanza en la cola bajo la lluvia de este viernes 24. Allí se entregan 50 raciones los mediodías del lunes, miércoles y viernes.

“Es muy fuerte. El primer momento es de vergüenza, incomodidad, de acercarse a ese lugar del barrio a buscar un plato de comida, donde podés encontrarte con vecinos y vecinas que conocés de vista”, admite González, de La Dignidad, que también es asesora de la joven legisladora Ofelia Fernández, del Frente de Todos. “Hoy hacer la cola te lleva a generar un diálogo, otro lugar donde encontrarse. Las puertas de las escuelas eran un lugar de encuentro cuando llevaban a los pibes y las pibas. Hoy eso no está. Hoy en los comedores dos familias empiezan a charlar, a pasarse información de dónde se pueden vacunar, de qué pueden hacer con sus hijos e hijas en sus casas, se habla del dólar, aunque nadie tenga, de qué va a pasar cuando esto termine, de si me podés conseguir ropa de bebé, de los pibes y las pibes que no salieron nunca más, de qué va a pasar con la educación, de que esto nunca nos iba a pasar y nos pasó. Empiezan a ser lugares de pertenencia”, relata González. “Esos lugares nos va a armar como otra sociedad cuando esto pase. Al menos nos llevará a conocernos desde otro lugar”, se esperanza en el local de La Dignidad de la esquina de Santiago del Estero y Humberto 1°, en el barrio de Constitución.

por Giselle Leclercq y Alejandro Rebossio

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