La incertidumbre parece ser la regla en la economía argentina hasta constituirse en el común denominador de las propuestas, a veces mágicas, por resolver el gran lastre histórico, cuya muestra más acabada es la inflación, que intenta encauzarse en una franja entre 7,5% y 9% mensual. Pero para los decisores en empresas el panorama es diferente: tienen su visión sobre qué cambios deberían producirse para oxigenar su actividad, pero mientras tanto sigue su curso de supervivencia. Es el caso de muchas de las empresas de servicios financieros que florecieron en los últimos años y que conjugan el corazón de su negocio con la innovación tecnológica que le expandió su frontera: las Fintech, en la jerga del sector.
Recientemente, Javier Bolzico, el propio presidente de la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA) que nuclea a las entidades privadas locales hizo un reclamo que intentó unir la grieta que en algunos aspectos separa a los grandes bancos de las Fintech: el objetivo común está en ambicionar el crecimiento de los depósitos y créditos bancarios desde el escuálido 8% del PBI hacia un 15% en dos años que arrojaría un aumento del crédito disponible de entre US$10.000 y US$18.000 millones. Así se podría llevar la bancarización para dentro de cinco años a un nivel bajo pero civilizado: entre 20% y 25% del PBI, que triplicaría el crédito actual, un aumento de entre US$40.000 millones y US$45.000 millones. Sin embargo, la condición necesaria para este milagro económico radica en la previsibilidad normativa.
Ajustes. Mientras los bancos acomodan sus balances para no descalzarse, las Fintech aprovecharon las innovaciones para satisfacer una demanda creciente por soluciones ágiles y atacar nichos del mercado de buena rentabilidad… hasta que alguna norma los remite a la realidad. Mariano Biocca, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Fintech destaca que también en Argentina avanzan los procesos normativos y regulatorios. “Si bien creemos que en muchos aspectos pueden ser positivos en términos de clarificar las reglas de juego, también es cierto que cuando estas iniciativas no tienen en cuenta las particularidades de negocios disruptivos como los de la industria Fintech, pueden terminar ahogando los incentivos para la innovación y la creación de nuevas empresas”, aclara.
Otros temas que cree que hay que seguir en un futuro cercano son el impacto regulatorio de los activos virtuales; la tokenización de real assets -como importante dinamizador de la economía-; y también la estrategia de las “Open Finance” que desarrollemos como país.
Por ejemplo, en el caso de Nubi, una Fintech cuyos accionistas son los mismos que los del Banco Comafi, tuvo que replantearse su estrategia y ajustar su operación. “Con la suba de tasas en Estados Unidos, el costo del dinero subió y mucha gente dejó de invertir en las start ups, los inversores empezaron a exigir cosas más reales, como que la empresa demuestre que le está agregando valor y los clientes muestren que sí están dispuestos a pagar”, explica su CEO, Cristian Adamo. A su juicio, también afectó al ecosistema de las Fintech las cada vez mayores exigencias del Banco Central. “Son normas que cambian rápidamente y sin previo aviso, con lo que nuestras empresas terminan por tener el mismo tratamiento que un banco”, ejemplifica.
En el caso de Nubi, se reorganizó el negocio: en los últimos nueve meses consiguieron aumentar la facturación 15 veces y multiplicar por 10 la base de clientes. Ocupa a 70 personas y hoy orientaron su target a la oferta de tarjetas virtuales de prepago para empresas que las utilizan como incentivo para empleados o pagar gastos operativos. De las 30.000 emitidas esperan llegar a las 250.000 en el mediano plazo para posicionarse como lo que Adamo cree que será el destino de las Fintech que se van replanteando su razón de ser. “Los procesadores de pago tenderán a desaparecer: o serás un banco o una empresa de servicios tecnológicos porque las normas impiden el desarrollo de las billeteras virtuales como en otras partes al no permitir retribuir los saldos” explica. Lo cierto que el dilema de hierro al que se refiere Adamo es al que se enfrentan el resto de las empresas que no encontraron todavía un “vertical” adecuado que les permita explotar un nicho rentable sin necesidad de contar con un volumen inmenso.
Por ejemplo, los medios de pagos digitales tuvieron una suba mayor al 50% en cantidad de operaciones y 25% en montos en términos reales. El uso del dinero digital explotó durante los últimos cinco años y el protagonismo lo tienen las operaciones realizadas desde celulares (200 millones hechas en abril pasado), con Mercado Pago como líder del segmento.
Mientras esta puja por un mercado naturalmente creciente se lleva a cabo, con batallas cruzadas como la de la interoperabilidad de los códigos QR o lo que los bancos califican de asimetrías regulatorias a favor de las recién llegadas, la verdadera amenaza es la proliferación de la informalidad y la exclusión financiera. Pero también las distorsiones de un sistema que tiende a camuflar al cliente el costo de su servicio y así dificultar la valoración que hace de los productos. Como concluye Biocca, “Argentina tiene una gran oportunidad de posicionarse como un ‘hub’ de innovación financiera de calidad mundial, gracias al talento de los empresarios y emprendedores que lideran la industria”. El futuro, siempre llega.
Comentarios