Thursday 2 de May, 2024

EMPRESAS | 30-03-2024 07:12

Lo que enseñó la crisis

La incertidumbre y los cambios traen el fantasma del crack financiero de 2001, que modificó la actitud de ahorristas.

Tradicionalmente, el comportamiento de los ahorristas argentinos está protagonizado por tener una cobertura contra una devaluación súbita. Pero desde la vorágine que terminó con la implosión de la convertibilidad se agregó la desconfianza en el sistema financiero como resguardo de su patrimonio. Tanto, que cualquier situación de riesgo generalizado despierta nuevamente aquel fantasma.

En mi libro "Todo valió la pena” narro como gran parte de esa crisis financiera dejó huellas imborrables en la relación de los bancos con sus clientes. Para la gente, la pérdida de su dinero sin entender qué pasó, cómo se esfumaron los dólares que depositaron en sus cajas de ahorro. Fue devastador. Por su parte, los bancos perdieron el activo más valioso que tenían: ser confiables.

La incógnita. Es difícil entender por qué se optó por no comunicar lo que pasaba ¿Cómo no explicar lo que estaba sucediendo? Cuesta mucho deducir por qué toda la banca se calló. Tal vez, como el sector nunca se había comunicado con su cliente, iniciar un diálogo en ese momento solo agravaría la situación.

De manera sencilla y sin tecnicismos, se puede explicar lo que ocurrió. La esencia de un banco consiste en tomar depósitos de la población y prestarlo a empresas o a los gobiernos. Durante los años que precedieron la debacle del 2001, el Gobierno argentino emitió una gran cantidad de bonos para financiar al Tesoro, que estaba en rojo. Esos bonos fueron comprados, entre otros, por los bancos. A medida que las cuentas públicas empeoraban, el Gobierno obligó, mediante regulaciones, a que los bancos continuaran financiándolo. De esta manera, los balances de los bancos fueron señalando en sus activos una porción cada vez más elevada de papeles de deuda del gobierno argentino.

Por otro lado, a lo largo del 2001 y en una primera instancia, la población argentina con mayor conocimiento de la crítica situación del Gobierno y del deterioro de los balances de los bancos comenzó a retirar sus depósitos del sistema.

Con el transcurrir de los meses, más personas iban tomando conciencia de que la situación era grave: en última instancia, sus depósitos habían sido prestados a un Estado insolvente. Así se fue produciendo una corrida, y la gente quería retirar su plata.

A muchos bancos, fundamentalmente a los de capital argentino, se les estaba haciendo imposible devolver dichos depósitos, pues estaban “prestados” al Estado.

El 30 de noviembre de 2001, el ministro de Economía Domingo Cavallo anunció el “corralito”, por el cual la población solo podría mover su dinero mediante transferencias bancarias, y no podría llevarse en efectivo más de $250 semanales (US$250).

Esto, en lugar de calmar, empeoró la situación. La gente hacía lo imposible por recuperar sus depósitos. Para peor, aquellos bancos que gozaban de una buena situación de liquidez no estaban autorizados a devolver el dinero a sus clientes, pues así se los prohibía la regulación. Y los bancos con situaciones comprometidas tampoco podían.

De esta manera, la población no pudo recuperar sus depósitos, los bancos se los habían prestado a un Estado quebrado.

Por otro lado, la Ley de Convertibilidad se había transformado en un salvavidas de plomo. El Banco Central no podía emitir moneda. Los depósitos en dólares de la población también habían ido a financiar al gobierno. Los bancos compraron bonos en dólares del gobierno, entregando así los depósitos en dólares al Estado.”

“Los bancos no devolvieron los depósitos ni en pesos ni en dólares, pues se los habían prestado a un Estado que había quebrado.”

Lecciones para hoy. Si hubo grandes aprendizajes fue el de comunicar y poder terminar con el déficit fiscal. Los bancos tienen que recomponer su relación con sus clientes. Son una institución vital para que un país progrese. Deben comenzar por explicar con claridad, sencillez y honestidad en qué consiste su negocio.

La banca es a un país lo que la sangre es al cuerpo humano. El sistema financiero es una institución clave para el desarrollo de las naciones, y el mercado de capitales es esencial para ampliar la capacidad de financiamiento del sector real, como así también para canalizar el ahorro de la población, participándola de forma más directa de la renta. Los fondos comunes de inversión son el instrumento que permite la democratización del mercado de capitales.

La esencia del negocio bancario radica en tomar dinero del público y prestarlo a quienes tienen necesidades de financiamiento. Por el dinero que los depositantes prestan a la entidad, ésta les paga una tasa de interés y por la que prestan, cobran una tasa más elevada de la que pagan. Este es el rol primario de la banca.

Esta función es fundamental para el desarrollo de una nación, pues aquellos que quieran producir bienes y servicios necesitarán financiamiento para sus negocios. Si no cuentan con capital propio, la banca se los prestará: su fuente de financiamiento radica en su base de depósitos.

Por eso, la banca es el puente entre los ahorristas y los productores: distribuye el ahorro de los individuos entre las empresas, en forma de crédito, permitiendo que esa sociedad crezca y se desarrolle.

En economías sanas este rol es virtuoso, ya que genera más producción, más empleo, más consumo y más ahorro; produce crecimiento económico y mejora la calidad de vida.

Por otro lado, es fundamental que el Estado argentino pueda equilibrar sus cuentas.  Si bien lejos estamos de repetir la historia del 2001, de no abordar una solución definitiva al problema del del déficit público, la amenaza de repetir aquella gran crisis siempre estará latente.

*Economista. Asesora Financiera. Autora de “Todo Valió la Pena” (Ed. Granica).

 

 

por María Laura Tramezzani

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