El estado de alerta permanente en que se desenvuelve la economía argentina no permite visualizar muchas veces el escenario global, sólo cuando los coletazos desembarcan en esta orilla. Quizás la única ventaja del virtual aislamiento del país en materia económica es que se conecta sólo parcialmente en aquellos mercados en que la generación de divisas o la demanda de productos lo hace indispensable, como las commodities o los insumos industriales.
El espejo. La explosión de la burbuja financiera también empezó en el mundo desarrollado, pero por motivos diferentes a la del 2008. La caída del Silicon Valley Bank (SVB), que ocupaba el 17° puesto en el ranking bancario de los Estados Unidos, simbolizó desnudar la debilidad de muchas entidades financieras que en los últimos tres años habían canalizado inversiones en acciones de empresas nacientes con dudosa rentabilidad cuando se acabó la plata dulce. Hace sólo un año, la tasa de interés devengada de los bonos del Tesoro de Estados Unidos (a 10 años) era de 0,25%, apenas un poco más que el 0% con que la Reserva Federal (Fed) y los demás bancos centrales del mundo intentaban contener la caída de la actividad económica. Pero la inflación, que en 2021 amagaba con llegar a los dos dígitos en Norteamérica y la Unión Europea, comenzó a bajar de la mano de ir subiendo sin prisa, pero sin pausa, la tasa de interés. Así llegó al 4,5% que, paradójicamente, sigue siendo negativa (la última medición arrojaba 6,5% del alza del IPC interanual en febrero).
Para el economista Roberto Vassolo, investigador del IAE Business School, siempre ocurre que cuando se acaba la plata barata, afecta a todas las inversiones, pero sobre todo las de mayor riesgo. A su vez, Fernando Marengo, economista jefe de BlackToro Global Investments, señala que lo que ocurrió con el SVB es sólo un caso notorio de lo que ya venía pasando con otros bancos regionales que tenían en su cartera inversiones en empresas cuya rentabilidad ahora se había vuelto dudosa con la suba de la tasa de interés. “El origen de la crisis es precisamente ese: cuando la tasa era 0 se potenció el fenómeno de las startups y empresas tecnológicas basadas en negocios que a esa tasa pueden ser rentables pero cuando sube, deja de serlo”, señala Marengo.
También apunta Federico Pablo Vacalebre, profesor de la UCEMA, que “el colapso del SVB Financial se vincula con la salud del resto del sistema financiero pero también con la burbuja de las sartups pero también otras lecciones no aprendidas desde la gran crisis del 2008. Así la buena reputación financiera de una compañía, cuando cae también arrastra a sus inversores”
Aterrizando en casa. Lejos del impacto macroeconómico, la nueva realidad pega de lleno en un segmento que se había mantenido blindado a los vaivenes de la economía argentina: las inversiones de riesgo de capital privado. Generalmente unidas al vector tecnológico en todos sus frentes (desde la biotecnología, la implementación de mejoras en el agro, la digitalización de servicios de todo tipo o la utilización de la plataforma del blockchain para encriptar datos y dar confianza a las transacciones) la modalidad fue la búsqueda de inversores para financiar un proyecto naciente y probado pero que precisa de fondos para acelerar su maduración o expandirse. Una forma de eludir la casi inexistente oferta de crédito a largo plazo del sistema tradicional y que potenciaba la figura del emprendedor, generalmente con buen conocimiento del negocio, con buena formación global pero carentes de los recursos necesarios para escalar el proyecto.
Los proveedores financieros de dichos recursos son fondos especializados en invertir atomizadamente en varios proyectos para diluir la probabilidad de una catástrofe pero que también canalizan las inversiones de excedentes de agentes financieros atraídos por el expertise del grupo ejecutivo en seleccionar y monitorear proyectos, como la de orientar las inversiones “con propósito”. En un estudio que realizó KPMG para la Asociación Argentina de Capital Privado, Emprendedor y Semilla (ARCAP) sobre las inversiones de capital de riesgo en el quinquenio 2016-2021, arrojó que, sobre 1.500 transacciones, se encontró que aquellas que incorporaron elementos de impacto (social, ambiental y financiero) en su estrategia mostraron un crecimiento de las ganancias en un 14 %. Por ejemplo, según otro estudio, de Ernst&Young y el IAE para Microsoft, sólo en el año 2021 (a la salida de la pandemia) se canalizaron US$1.337 millones para 110 proyectos de inversión en todo el sector del capital privado (capital semilla, capital emprendedor y fondos de capital privado). La característica en común de todas estas empresas en vías de crecimiento son que precisan una inyección de fondos continua, incluso cuando sus balances ya son positivos pero insuficientes para ganar mercado y adquirir escala.
Sobre llovido, mojado, parecería ser la consigna ya conocida por los emprendedores por su recorrido en los mercados argentinos. Sin embargo, como destacaba sin duda el director de una reconocida escuela de negocios europea (el IESE, de Barcelona), si algo distingue al profesional argentino es su rapidez para rectificar el rumbo sobre un escenario cambiante. Un ejercicio, a esta altura, con muchas horas de vuelo acumuladas.
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