Cuando faltan apenas días para el cambio de mando en la Argentina, el Papa Francisco quedó entrampado en la lógica de la doble grieta que polariza a la sociedad. Por un lado, los voceros informales del Vaticano en la Argentina y el propio Sumo Pontífice nunca ocultaron su inclinación del lado K de la grieta partidaria local. Pero en los últimos años, se fue profundizando otra grieta, transversal a la partidaria, que complejizó las alianzas políticas: se trata de la puja entre los pañuelos verdes y los celestes. Y el detonante de esta nueva fractura es el debate sobre el aborto legal.
Mauricio Macri relanzó de manera ambigua la discusión sobre el aborto en el Congreso, y obtuvo un resultado paradójico. En un primer momento, logró confundir a la oposición progresista, que padecía el congelamiento de la agenda pro-abortista durante el mandato de Cristina Kirchner, que en ese punto jugaba alineada con la Iglesia. Pero a Macri también le salió el tiro por la culata, porque su propio bloque parlamentario sufrió divisiones costosas por el debate sobre “las dos vidas”. Ahora, esa interna vuelve a estallar a raíz de la sorpresiva publicación en el Boletín Oficial del Protocolo sobre Interrupción Legal del Embarazo.
No queda claro cuánto perjudica y cuánto beneficia al Presidente saliente este escándalo de último momento, sobre un tema que el macrismo manejó siempre en modo laberíntico. Pero también queda en off-side la Iglesia, que salió a criticar al Gobierno por una medida polémica que el propio Macri desautorizó. El Papa y sus voceros no pueden evitar quedar del lado del Presidente al que nunca quisieron, pero que en la cuestión del aborto hizo campaña electoral aferrado al pañuelo celeste.
Para incomodar todavía más al Vaticano, los dichos recientes de Alberto Fernández sobre el tratamiento parlamentario urgente que ordenará a favor de la despenalización del aborto rompen una suerte de acuerdo tácito que había entre el Papa y el Frente de Todos durante la campaña. El candidato K decía, en línea con la vieja postura de Cristina sobre el tema, que la cuestión del aborto legal no era un tema prioritario y urgente en su agenda. Esa tranquilidad eclesiástica con la aparente promesa de campaña albertista mutó en los últimos días en un sordo pasilleo franciscano que denuncia traición. El arzobispo platense, Víctor Manuel “Tucho” Fernández, cuyas palabras se leen casi como mensajes papales indirectos, trató de mentiroso al futuro Presidente.
Mientras en la Iglesia vaticinan que este desencuentro enfriará cualquier chance de foto de Alberto con Francisco en el corto plazo, más nubes oscurecen la estrategia eclesiástica en la Argentina que viene. Acaba de conocerse un informe de investigadores del Conicet –ese bastión recuperado por la militancia K- que diagnostica en base a encuestas de opinión una caída sostenida de la población católica y de muchos de los clásicos valores eclesiásticos. Y la conclusión más urticante del estudio señala el rol politizado de Bergoglio como ingrediente de esta crisis de fe: “El Papa Francisco motiva posiciones socio-religiosas contradictorias en la población”, sostienen los sociólogos del Conicet.
Solo Dios sabe cómo salir de esta trampa armada por el relato de unos ambiciosos y volubles mortales.
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