En la mente nace una idea, imaginándose la forma en que sucederán los hechos. Cadenas de pensamientos no frenan, continuos entrecruzamientos de ansiedades y escenarios futuros oscilan entre lo ideal y dramático.
Al llegar el momento de concretar ese plan tan esperado, se cae en cuenta que no coincide con lo imaginado.
Esa diferencia entre lo esperado y lo sucedido, da lugar a la frustración.
Distancia entre lo soñado y lo acontecido, se siente en el interior como un sufrimiento inmerecido.
En un mundo complicado, una y otra vez la frustración atraviesa, siendo el desafío no sentirse atrapado en la decepción, la impotencia, el enojo y la angustia que genera no lograr lo anhelado.
Conceptualmente, en tres planos circulan pensamientos:
- Plano ideal: tentadora trampa mental de buscar la perfección inalcanzable, un imposible de lograr, que asegura intensos costos internos.
- Plano real: mundo concreto en que se habita y se vive la cotidianidad, fuente inacabable de potenciales frustraciones.
- Plano posible: entre el pensamiento inicial (que tiende al plano ideal) y el desarrollo de un proyecto, aparece “lo posible”. Sabiduría de reconocer los propios límites, renunciando a lo ideal, evitando así repetidas frustraciones.
“¿Es posible lo que estoy pensando?”
Animarse a cuestionar esos mandamientos internos aceptados como verdades rígidas y absolutas, dando lugar a una flexibilidad de ideas, permitirá el tránsito por el plano de lo posible.
Paso a paso, sostener esfuerzo y deseo dará lugar a un sano proceso de construcción, que tal vez no tenga el brillo imaginado, pero será el posible de cada momento del mundo interno .
Texto: Lic. Germán Rothstein.
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por CEDOC
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