La palabra “fragilidad” muchas veces suena como si nos hablase sólo de caídas, de debilidad o de personas mayores que ya no pueden valerse por sí mismas. Pero la fragilidad es mucho más que eso: es un estado de vulnerabilidad en el que el cuerpo y también el cerebro tienen menos “reserva” para enfrentar cambios, enfermedades o estrés. Y saber reconocerla a tiempo puede marcar la diferencia en nuestra calidad de vida.Cuando una persona mayor presenta poca fuerza, marcha más lenta, menos ganas de moverse o pierde peso sin razón aparente, esos pueden ser signos de fragilidad. Y cuando además hay antecedentes de problemas neurológicos —como una enfermedad del sistema nervioso central o deterioro cognitivo—, la fragilidad aparece como un factor que acelera la pérdida de autonomía, aumenta el riesgo de hospitalización o institucionalización, y amplifica los síntomas de la memoria y la atención.En el cerebro, por su parte, estudios recientes muestran que lo que ocurre con nuestros sistemas corporales repercute también en la salud neurológica: al envejecer, algunas células dejan de funcionar bien, liberan sustancias que alteran el entorno y favorecen inflamación. Eso reduce la resiliencia cerebral, es decir, la capacidad de mantener memoria, equilibrio, atención y funciones cognitivas. Cuando la fragilidad está presente, el impacto de una enfermedad neurológica —como la Enfermedad de Alzheimer o la Enfermedad de Parkinson— puede manifestarse antes o con más intensidad. La buena noticia es que la fragilidad se puede evaluar y se puede intervenir. Con herramientas sencillas en la consulta —como preguntar sobre actividad física, medir velocidad de marcha o detectar pérdida de peso— se puede detectar precozmente. Y aplicar acciones concretas: ejercicio adaptado, buena nutrición, control de factores de riesgo, estimulación cognitiva, apoyo social. Estas intervenciones no sólo detienen la progresión de la fragilidad, sino que también ayudan a que las personas mayores con deterioro cognitivo mantengan funcionalidad, autonomía y mejor calidad de vida.
En resumen: reconocer la fragilidad no es resignarse al envejecimiento, sino anticiparse para preservar cuerpo y mente. Porque actuar antes de que la fragilidad se instale plenamente puede marcar la diferencia entre una vida con más dependencia y una vida con más posibilidades.
Andrea V. Rodriguez
Medica Geriatra
MN 142279
por CONTENTNOTICIAS














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