El vómito de Messi fue uno de los detalles más comentados del partido contra Eslovenia y para más sutilezas, la transmisión mostró tres planos seguidos de jugadores argentinos limpiándose los mocos. Pero a pesar de los vómitos y los mocos, resulta que el equipo argentino es el de mayor edad en promedio de los que participan en Brasil 2014. La información proviene de la FIFA y señala que los de Sabella promedian 29 años contra 27 del promedio general. En el extremo más joven de la tabla aparecen Ghana, Nigeria y Bélgica, con 25 años.
El propio Lionel Messi cumplirá 27 durante el torneo, alcanzando la edad que lo equipara al clímax etario de los mundiales de fútbol. Vómitos aparte, Messi también creció. Tal vez eso es lo que trasuntaba su mirada de responsabilidad y acaso incertidumbre al bajar del avión que los depositó en Belo Horizonte. La pregunta es en qué redundará la madurez cuando la pelota eche a correr, sobre todo considerando que, Lionel en particular, viene de un año de menos rendimiento que en temporadas anteriores.
Algunos sueñan que acaso se haya estado cuidando de lesiones a sabiendas de que este mundial era también su hora de la verdad. El tiempo es igualador, de alguna manera, porque pasa indefectiblemente para todos. Y acaso uno podría preguntarse si también los hinchas maduran.
En este punto es imprescindible establecer qué se juega o qué nos jugamos cuando jugamos el mundial. Un duro artículo de John Carlin para el Financial Times, titulado ¿Puede el 'Messias' volver a resucitar? –en alusión a Messi como sucesor de Maradona, también conocido como Dios– el autor señala que el triunfo argentino de 1986 fue la primera gran gloria nacional en 180 años de historia luego de las invasiones inglesas. Y que los argentinos, que se describen como habitantes del “culo del mundo” encuentran en “el fútbol, el único terreno en que pueden considerar, sin engañarse a sí mismos, que son una potencia global”.
El contraste con estas definiciones fulminantes puede conseguirse con solo prender el televisor. Las propagandas de las grandes marcas para el mundial son un intento por tocar la cuerda épica, poniendo al fútbol casi como la gran razón nacional, como el sentido de la existencia, como la otra religión. Y ya se sabe que en los dogmas no se discute, con lo cual, el que osa poner una pizca de sentido crítico debe ir a la hoguera. En esta orquesta de fieles y fidelidades, de dioses y mesías, no faltó ni el Papa Francisco, cuya imagen en las Jornadas de la Juventud invitando a los jóvenes a “hacer lío”, se convirtió en una exitosa pieza de TyC Sports para arengar a los hinchas y encender la llama sagrada una vez más. Llamada Jogo Bendito mezcla el llamado papal a “hacer lío” con los goles de Lio, y concluye: “Si un argentino hizo esto en Brasil –por el Papa– imaginate 23”.
Imaginate. Creer o reventar. Sin embargo y por esas cosas que tiene el humor social, huidizo como la pelota, la cuerda épica no parece coincidir esta vez con el sentir general. Tal vez sea porque la épica se aceita más fácilmente si el PBI crece 9,2% como lo hizo en el 2010 –año del último mundial– y no se lleva bien con el parate económico, o porque las redes sociales han impuesto el consumo irónico y han afilado el descreimiento, o porque simplemente los hinchas, como Messi, también maduran.
Como si fuera poco, en la era de “la grieta”, el mundial tampoco se queda afuera de la división entre K y anti K. Con tal de restarle cualquier chance de shock anímico al Gobierno, muchos prefieren que Argentina se vuelva en primera ronda. Del otro lado, ven en el mundial las posibilidades de justificar las bondades de la “década ganada”. ¿Significa que si Argentina gana el mundial todos olvidarían los problemas acuciantes de la realidad como la inseguridad o la inflación?
En este sentido, sería muy bueno que gane Argentina como pronostica uno de los más prestigiosos periodistas especializados en fútbol de los EE.UU., Grant Wahl, de Sports Illustrated y de The New York Times, que ya acertó con Francia en el '98 y con España en el 2010. Hasta los prodes europeos nos favorecen porque nunca un mundial en Latinoamérica tuvo un vencedor que no fuera de este continente.
Solo hay una forma de probar que el hincha también ha madurado en este tiempo y que separa los tantos: ¡que gane Argentina, carajo! Y veamos quiénes somos en realidad. Curiosamente, y nada parece casual, muchos brasileros, que suelen declararse los mejores del mundo en todo, que son la sexta economía mundial, que van por el sexto campeonato del mundo, tampoco tienen tanta ilusión de vencer esta vez, por las fuertes deudas sociales que esconde el furor mundialista.
Por eso mismo, ¡vamos! Es nuestra oportunidad, subamos al carro del triunfo, pintémonos la cara celeste y blanca, tapemos la grieta con goles y después de celebrar veamos qué pasa. Y queda de testimonio, la primera controversia llegada desde Brasil, que poco tenía que ver con el fútbol, y mostraba un negrito llorando en un grafitti, cuchillo y tenedor en mano, frente a un plato de comida que solo tenía una pelota. Con la pelota no se come, ni se cura, ni se educa. Ojalá sirva al menos y no es poco, para abrazarnos esta vez entre todos.
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