“Vos, en las causas, tenés que mostrar los dientes de entrada. Después ves si mordés o no mordés”, le dijo el juez federal Ariel Lijo, uno de los pocos a los que, de vez en cuando, escucha Sebastián Casanello, el magistrado que hoy tiene en sus manos las causas judiciales más calientes: la ruta del Dinero K, Panamá Papers y Time Warp, entre otras. El consejo pareciera que comenzó a aplicarlo a partir de diciembre del 2015, cuando, a 19 días de haber asumido Mauricio Macri como presidente de la Argentina, lo sobreseyó en la causa de las escuchas ilegales, lo que le valió la crítica de la mayoría de sus colegas dentro de Comodoro Py. Pero no solo eso: de haber lentificado al máximo las causas contra el kirchnerismo durante tres años, como la ruta del dinero K, en los últimos meses las aceleró con un vértigo pocas veces visto en Tribunales. Hizo allanamientos, buscó bóvedas, fajos de billetes enterrados y hasta detuvo al emblemático y -ahora se sabe- millonario empresario Lázaro Báez. O sea, siempre fue oficialista. Podríamos decir que ese fue el mejor consejo que le dio su tutor, el camarista Eduardo Freiler: cómo moverse políticamente en Comodoro Py.
“Es un genuflexo”, aseguró uno de sus pares. “Se acomoda, como un buen sobreviviente”, explicó otro.
Ese panquequismo molestó, incluso, a los que durante la era K habían sido sus padrinos: el propio Freiler y el ex juez federal Jorge Ballestero, que también le enseñó las máximas de Tribunales.
El magistrado estrella del momento es considerado en el ámbito judicial como “un bicho raro” porque, amigos y enemigos, coinciden en que no suele hacer lobby en Tribunales. Se encierra en su despacho y se aísla. “De Oyarbide heredó el juzgado, causas políticas calientes y, por lo que viene demostrando, la habilidad de acomodarse con el gobierno de turno”, afirmó uno de sus pares. Estos dichos, para Casanello, no son más que operaciones en su contra. Aunque, lo que realmente le molesta es tener que enfrentar rumores sobre un supuesto acuerdo tácito con Lázaro Báez y supuestas reuniones con Cristina Fernández. “Molesta que sea independiente”, se defiende Casanello.
Ascenso apadrinado. Cerrado, introvertido, pésimo jugador de fútbol, pero magníficamente técnico y hábil para saber cuándo y cómo direccionar una causa, Casanello comenzó a trabajar en la Justicia cuando recién había cumplió los 19 años. Dieciocho más tarde, el 12 de octubre del 2012, fue nombrado juez federal, impulsado por la misma agrupación que hoy lo tiene entre ceja y ceja por su accionar en las investigaciones contra los funcionarios del gobierno kirchnerista: La Cámpora.
“No tengo amigos camporistas, solo conocidos”, aseguró el magistrado las veces que lo consultaron sus colaboradores. Sin embargo, sus colegas sostienen que de no ser por la agrupación K, por Madres de Plaza de Mayo, por el entonces presidente de la Cámara del Crimen Gustavo Bruzzone (su par y ex profesor al que admira) y por los camaristas federales, Casanello no hubiera logrado ocupar el juzgado Nº 7 que, hasta entonces, subrogaba el conflictivo ex juez Norberto Oyarbide. “Casanello fue el único magistrado (de los doce que integran el fuero federal) presente en el acto en que la Presidenta había presentado el proyecto de reforma judicial en abril del 2013. Para muestra basta un botón”, insistió uno de sus pares.
Uno de los hombres de confianza del juez aseguró que “Casanello es un cerebrito. Es un gran técnico de la jurisprudencia que tiene la capacidad de fallar con los mejores fundamentos legales, a tal punto de convertir a ese fallo en uno casi indiscutibles”. Y concluyó: “Te lo puede hacer incluso en causas en las que, para otros magistrados, no habría pruebas suficientes. Eso lo hace mucho más peligroso que cualquier otro juez”.
Por Pablo Berisso y Marcos Teijeiro
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