La sola lectura de los datos estadísticos despeja toda duda: la estrategia de las potencias occidentales para combatir el terrorismo no ha sido exitosa. En una década, el número de ataques en el mundo pasó de 1.000 a casi 10.000 (según estadísticas del Instituto para la Economía y la Paz). En ese período, las muertes causadas por el terrorismo treparon de unas 5.000 a cerca de 18.000 por año. El incremento fue de un 260 por ciento. El Índice Global de Terrorismo apunta sin embargo que el 60% de los ataques se dan en cinco países árabes: Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria y Siria, en ese orden. Pero está lejos de ser un problema excluyente de la región: en el resto del mundo, los atentados aumentaron un 54% desde 2013. Y lejos de haber señales de estancamiento, lo incidentes y las muertes crecen año a año.
Luego de los atentados de Madrid y Londres, en 2004 y 2005 respectivamente, pasaron casi diez años sin ataques de una envergadura comparable. En ese lapso, miles de planes terroristas fueron desbaratados por las fuerzas de seguridad. Pero en 2015 el fantasma de la Yihad Islámica reapareció con fuerza, con la masacre de Charlie Hebdo.
El principal objetivo de los líderes mundiales frente a la amenaza de ISIS en el último lustro fue tratar de evitar los ataques en su propio territorio. Y no lo logran.
Disparador. El punto de inflexión en la escalada del terrorismo mundial se dio con la invasión de Irak (2003). Al Qaeda reflotó los atentados suicidas usados a gran escala por Hezbolá en el Líbano a principios de los años 80, con sangrientos ataques contra un cuartel de los Marines estadounidenses, un cuartel francés, la embajada de Estados Unidos y diversas dependencias israelíes.
Hezbolá se había vuelto fuerte (ejército propio equipado por Irán con su arsenal de cohetes) y ya no tenía que recurrir a los atentados suicidas, deja ese campo abierto a grupos como Al Qaeda y luego ISIS. Así la táctica pasó luego al mundo suní. Al principio Irak fue el epicentro, pero luego se extendió a otros puntos, como Afganistán, la región del Magreb y, más recientemente a Siria.
La retirada apresurada de Barack Obama, tanto de Afganistán como de Irak, le allanó el camino a grupos terroristas que estaban replegados. Y emergió una confrontación entre el islam suni y el islam chii, que estaba latente pero controlada durante la época de Saddam Hussein,. Eso dio rienda suelta a la violencia desatada posteriormente por ISIS y su pretensión de instaurar un califato. Primavera. La primavera árabe se terminó. Las movilizaciones populares que pretendían reivindicar derechos genuinos vulnerados por las dictaduras de Muammar Khadafi (Libia), Ben Ali (Túnez), Hosni Mubarak (Egipto) y Al Assad (Siria), fueron sustituídas en el corto plazo por las de grupos islamistas que secuestraron esas demandas, las hicieron propias, y se alzaron en combate con estos cambios que pretendía la ciudadanía de forma pacífica.
La caída de los regímenes en Egipto, Libia, Túnez y Yemen, creó el escenario adecuado para que los grupos terroristas incrementaran su poder. La debilidad institucional y la reducción de los controles de seguridad, les dieron lugar para entrenarse, ampliarse y mover sus recursos, generando una escalada terroristas inédita.
El principal freno al avance árabe terrorista fue entonces Turquía, que abandonó su política internacional relativamente pasiva por una neootomana, para intervenir en la guerra civil en Siria (con el avance de grupos islamistas leales a Al Qaeda en oposición al régimen de Al Assad), y dinamitar a Estado Islámico. Turquía se posicionó en la guerra siria en favor de la oposición (aún cuando se tornó islamista) y le facilitó todo.
El apoyo -inicial- de Europa al régimen de Tayyip Erdogan y su política islámica movilizaron la respuesta de ISIS, y allí nació la nueva ola de atentados.
Domésticos. Cerrar fronteras ya no alzanza. Gran parte de los atentados de los últimos dos años se planean “in-house”. Francia, Bélgica y Alemania se han convertido en un invernadero de radicales islámicos. En Bélgica el 6% de la población es musulmana, y entre 300 y 400 combatientes han salido de esa bases para unirse al ISIS en Irak y Siria: el mayor número de todos los países europeos. Los atentados de París se planeados en Bélgica, demostrando que el “elemento doméstico” es la clave de los nuevos atentados. La respuesta oficial de enviar brigadas antiterroristas a derribar puertas y llevarse a jóvenes musulmanes para ser interrogados ha demostrado ser ineficaz, generando más hostilidad hacia el Estado entre los musulmanes que ya se encontraban en situación marginal.
"Los terroristas nunca ganarán, nuestros valores, nuestro país y nuestra forma de vida siempre vencerán", insitió la primera ministra británica Theresa May tras el atentado en Manchester. Y sin embargo la campaña electoral que la tiene como favorita (los comicios están programados para el 8 de junio) ha quedado suspendida, y todo evento masivo puesto en duda.
Explosivos. Estados Unidos había advertido a varios países europeos hace unos meses para que reforzaran las medidas de seguridad. El comunicado del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos afirmaba que tenían mérito una serie de amenaza notificadas por la TSA, la autoridad federal para la seguridad aérea, y unos 15 aeropuertos, principalmente de Europa, pero también de Medio Oriente y Africa, fueron notificados. El informe daba cuenta de "un tipo de explosivo no detectable", que podía ingresar a través de los aeropuestos a través de terroristas con pasaportes occidentales.
La firma del nuevo explosivo indetectable se le atribuye al "maestro bomba" de Al Qaeda, el saudita Ibrahim al Asiri. Según informaciones de la inteligencia estadounidense, Al Asiri habría sido reclutado ahora por el Isis, con lo que habría logrado un nuevo respaldo a sus proyectos terroristas.
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