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MUNDO | 03-03-2018 01:37

Irán vs. Israel: La guerra más temida

El conflicto sirio y cuestiones internas empujan a Irán e Israel hacia una confrontación directa que sacudiría a toda la región.

En el mismo escenario donde los bombardeos siguen sumando masacres, ha comenzado a merodear la sombra de un enfrentamiento mayor. Desde las Alturas del Golán hasta la frontera con Irak, va in crescendo la tensión entre las dos potencias que se consideran archienemigas: Irán e Israel.

Entre las razones que acrecientan el riesgo de que Siria se convierta en el escenario de una guerra abierta en la que se enfrenten directamente iraníes e israelíes, están los problemas internos que tienen a maltraer tanto al liderazgo fundamentalista persa como al gobierno que preside Benjamín Netanyahu.

En Irán, las dificultades económicas van horadando el temor que causan en la población los múltiples brazos represivos del régimen religioso. El pueblo cada vez se atreve más a desafiar el autoritarismo imperante. La última muestra fue la rebelión de las mujeres que improvisaban tarimas callejeras para quitarse el velo que debe cubrir sus cabellos y levantarlo como bandera de rebelión. Las jóvenes fueron las primeras en atreverse a semejante desafío al poder religioso.

Paralelamente, en Israel fueron creciendo las denuncias de corrupción contra el primer ministro. Finalmente, fue la policía la que demandó el procesamiento del duro Netanyahu, acusándolo de aceptar regalos que bien pueden interpretarse como sobornos o pago de favores, y también de al menos haber intentado acordar con el dueño del diario Yediot Aharonot que la línea editorial lo apoye, a cambio de medidas que perjudiquen a un diario gratuito con circulación en crecimiento.

La recomendación que hizo la policía al fiscal Avishai Mandelblit, coloca a Netanyahu en una situación difícil, a poco de afrontar las elecciones que, de imponerse frente a una oposición disgregada y débil, le harían superar a David Ben Gurión en permanencia en el poder.

Muchos coinciden en que las situaciones internas en Israel e Irán incrementan la posibilidad de que los respectivos gobernantes vean en una guerra entre las dos potencias militares del Oriente Medio, una salida a sus propios problemas. Aunque está clara la diferencia entre un Estado cuyo liderazgo se sostiene por la represión y un Estado en el cual el gobernante puede ser destituido y procesado por una Justicia independiente.

Si Netanyahu es apartado del poder corrupción no sería la primera vez que la Justicia remueve y juzga a un político importante, pero sería el más poderoso de los funcionarios que dejan el cargo acusados de corrupción. La derecha israelí perdería al más eficaz de sus líderes, pero Israel daría una lección de democracia.

Amén de los problemas internos que acrecientan los riesgos de una guerra, está claro que existe una vieja rivalidad empujada por el conflicto sirio a una situación de máxima tensión.

La teocracia chiita lleva décadas postulándose como el paladín de los musulmanes que cumplirá el viejo y frustrado anhelo de acabar con el “ente sionista”. El gobierno israelí, por su parte, lleva años predicando a las potencias de Occidente y a sus vecinos árabes la imperiosa necesidad de acabar con el régimen de los ayatolas, porque jamás desistirá de los planes de dominación regional que planteó el ayatola Jomeini ni bien derribó al sha Pahleví.

Siempre había sido un enfrentamiento en el terreno de las palabras, las influencias geoestratégicas y los servicios de espionaje. Después creció a través del apoyo que ambos Estados brindaron a milicias enemigas de uno y otro. Pero la guerra de Siria va creciendo como escenario de un enfrentamiento directo.

La primera razón es porque en ese conflicto se desintegró un pacto entre el Estado judío y el régimen de Hafez el Asad. Ese acuerdo tácito implicaba que el fundador del régimen sirio y padre del actual dictador, mantendría una retórica anti-israelí, pero no pasaría a las acciones armadas. Como contrapartida, Israel ayudaría secretamente al régimen de la minoría alauita a defenderse de sus múltiples enemigos sunitas.

Antes de estallar la guerra civil que aún está desangrando a los sirios, Damasco ya cerraba filas con Teherán y la milicia libanesa Hizbolá, conformando un eje que contrapesara el bloque sunita liderado por los sauditas. Como las monarquías sunitas del Golfo Pérsico no despertaban gran confianza en Israel, su gobierno observó sin entusiasmo y con cautela la llegada de la Primavera Árabe a Siria.

La posible caída de Asad le causaba tanta preocupación como le había causado la caída de Mubarak en Egipto. Pero la guerra siria alteró el tablero de Oriente Medio, generando nuevas alianzas y nuevos potenciales conflictos.

En ese escenario, es posible un choque entre Irán e Israel, que podría involucrar a sauditas y egipcios, en un tembladeral en el que Rusia y Estados Unidos estarían detrás de los bandos enfrentados.

La guerra interna siria está volviendo a su origen. En Guta se hicieron fuertes los militares que desertaron del ejército por la represión a las protestas del año 2011. En ese mismo suburbio de Damasco, el régimen cruzó la “línea roja” trazada por Obama cuando atacó a los rebeldes con armas químicas, aniquilando decenas de civiles. Después las milicias rebeldes se multiplicaron y el ISIS conquistó una fracción enorme del territorio, uniéndolo con sus dominios en Irak. Pero la caída del “Califato” y los bombardeos rusos que doblegaron a los grupos que controlaban Alepo, al precio del exterminio de miles de civiles, marcaron el punto de inflexión.

Fortalecido por esas victorias, y por la masiva colaboración militar rusa, Bashar al Asad intenta ahora terminar con los grupos que controlan Guta Oriental, en las puertas de la capital. Los bombardeos impiadosos vuelven a masacrar civiles.

Con el mismo triunfalismo, el régimen se atreve ahora a disparar cientos de misiles antiaéreos SA-5 contra los aviones F-16 israelíes que llevan ya un par de años atacando blancos de Hezbolá en territorio sirio. El derribo del bombardero israelí mostró cuan cerca puede estar el conflicto sirio de convertirse en escenario de un duelo mayor. Sobre todo porque Netanyahu no culpó a las baterías antiaéreas sirias, sino a las fuerzas iraníes que están operando en el territorio sirio.

por Claudio Fantini

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