Nadie debía sorprenderse con la detención de Michel Temer. Lo raro era que siguiera en libertad después de perder los fueros que tenía como presidente.
Resultaba obvio que el Palacio del Planalto fue su última guarida y que los legisladores que votaron a su favor cuando la Justicia reclamó su detención, fueron los últimos guardianes de su impunidad. Sin los fueros presidenciales ni el blindaje legislativo, la caída de Temer era cuestión de tiempo. A diferencia del caso que puso a Lula entre rejas, una dádiva sin más pruebas que la “convicción” del magistrado que lo sentenció, a las pruebas de la corrupción de Temer las escuchó todo Brasil en la grabación en la que ordenaba continuar sobornando al ex titular de la cámara baja Eduardo Cunha, para que no lo delate a él y a una legión de empresarios y políticos de derecha y centroderecha. Además, a las pruebas que causaron la detención las presentó un dirigente del PMDB, su propio partido.
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Complicado. La causa por la que un juez carioca puso a Temer en una celda, no es una dádiva como la que atribuyen a Lula, sino un millonario desvío de fondos destinados a la central nuclear Angra 3, en Río de Janeiro, presuntamente perpetrado por el ex presidente y quien era su ministro de Minas y Energía, Moreira Franco. Otro caso que se suma a los muchos en los que está involucrado el millonario conservador que ocupó la presidencia en reemplazo de Dilma Rousseff, la socia política contra la que conspiró para empujarla a un impeachment. Su nombre aparece en casos de sobornos, lavado de dinero y tráfico de influencias. Algunos son particularmente graves, como el referido a coimas por participar en obras en las dársenas de Santos, el puerto de Sao Paulo.
Temer gobernaba Brasil bajo la sombra del Lava Jato. Paradójicamente, pudo llegar a la presidencia y mantenerse hasta el final del mandato, gracias al Lava Jato, porque los legisladores y los partidos más manchados por el “petrolao” y otros casos de corrupción, decidieron derribar a Dilma porque no hacía nada por frenar la ofensiva judicial.
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Balance. Los ayudó a concretar ese juicio político la responsabilidad que ella tuvo en el derrape de la economía hacia la recesión. Pero el objetivo era encumbrar a Temer, porque él sí estaba comprometido con obstaculizar la operación anticorrupción que avanzaba contra la política. Por esa razón, una mayoría en el Congreso le dio el blindaje legislativo que lo salvó de los pedidos que efectuó la Justicia para que el presidente dejara el cargo y se sentara en el banquillo. Varios legisladores que fueron parte de aquella protección legislativa a la impunidad de un mandatario denunciado por corrupción, apoyaron la candidatura de Bolsonaro. Y sus respectivos partidos, que antes integraron la coalición con eje en el PT, ahora integran la coalición del gobierno ultraderechista.
Los formadores de opinión que pusieron el grito en el cielo al producirse la detención del anterior presidente, colaborando a los efectos financieros negativos que provocó, se equivocan al señalar que poner a Temer en una celda afecta negativamente la imagen de Brasil. Lo que afectó la imagen del país fue que Sergio Moro aceptara la porción de poder que le ofreció quien más se había beneficiado con la encarcelación de Lula.
La detención de Michel Temer, por el contrario, equilibra la imagen de la Justicia brasileña. Y se equilibrará aún más, si hay jueces que se atrevan a investigar el asesinato de Mariella Franco y a las mafias parapoliciales, aunque la investigación desemboque en la familia Bolsonaro.
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