No parecía el ejército que en 1979 tuvo que retirarse derrotado de Vietnam, país al que quiso castigar por haber invadido Camboya y derribado al sanguinario régimen pro-chino de Pol Pot y la milicia Khemer Rouge.
En aquella guerra, la abrumadora superioridad numérica sobre las fuerzas vietnamitas no le alcanzó al Ejército Popular de Liberación Chino (EPLC) para imponerse. Parecía imposible sacar a esa masa infinita de soldados chinos que habían entrado en las provincias norteñas de Cao Bang, Lao Cai y Lang Song, sobre todo porque la mayor parte del ejército local, que comandaba el célebre mariscal Vanguyén Giap, aún se encontraba en territorio camboyano. Sin embargo, en pocos días las tropas chinas fueron expulsadas del país que habían intentado ocupar porque el régimen de Hanoi era pro-soviético, por lo tanto anti-chino.
La imagen de aquella enemistad entre Moscú y Pekín que en los tiempos de la Confrontación Este-Oeste impedía una alianza asiática poderosa, terminó de ser borrada en los días del 80 aniversario del triunfo chino sobre Japón.
No fue el actual ejército chino el que venció en 1945 a los japoneses que llevaban ocho años ocupando Manchuria, sino el ejército nacional de la China gobernada por Chiang Kai-shek, aunque la guerrilla que comandaba Mao Tse-tung se plegó a la ofensiva contra la potencia invasora que había anexado la parte de su territorio a la que llamó Provincia de Ultramar del Manchukuo.
La única guerra que peleó el actual ejército fue la del ’79 contra Vietnam, y la perdió. Pero la imagen que le mostró al mundo con el desfile del 80 aniversario de la victoria en Manchuria, es la de un ejército poderoso y perfecto.
Más allá de cuan real sea esa imagen, está mostrando un orden asiático en base a liderazgo, consenso y poderío, que contrasta con el desorden occidental causado por la negligencia petulante de Trump.
El mundo está partido por una nueva Confrontación Este-Oeste pero, esta vez, con el Este fortalecido por el acercamiento entre dos gigantes y por la adhesión de otros países con arsenales nucleares, mientras el Oeste se debilita a sí mismo porque la superpotencia que antes unía en un bloque al Atlántico Norte, ahora enfrenta a sus históricos socios y desarticula la alianza militar que ella misma había creado: la OTAN.
Fue como volver al siglo 20, pero a través de una escena que lo diferencia de lo que está mostrando el siglo 21. Cada aniversario de la victoria china sobre los japoneses, Mao presidía un gran desfile militar en la Plaza de Tiananmen. Lo mismo hizo ahora Xi Jinping, pero lo que exhibió es un poderío militar sin precedentes en la historia china, con armamento sofisticado de fabricación propia, al menos once armas desconocidas para el mundo, además de un desfile de tropas que impresionó por su sincronización robótica.

A esa muestra formidable de músculo bélico, le sumó lo que se exhibía desde el balcón de la Puerta de la Ciudad Prohibida: el líder chino flanqueado por el ruso y el norcoreano.
Que Xi Jinping eligiera a Vladimir Putin y Kim Jong Un para presidir el monumental desfile de tanques, misiles, drones y tropas desplazándose con una sintonía que parecía creada por IA, completaba el mensaje a las potencias de Occidente: la suma del poder nuclear ruso, chino y norcoreano alcanza una superioridad abrumadora sobre el de Estados Unidos y Europa.
El mensaje de unidad militar en Asia se sumó al mensaje que los días anteriores había dado Xi recibiendo a Narendra Modi en Tianjin. En el marco de la cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghai, ambos líderes escenificaron el final de una vieja enemistad marcada por conflictos fronterizos en el Himalaya y por el apoyo chino a Pakistán, el archienemigo de India desde el nacimiento de ambos estados en 1947.
A esa postal de músculo económico y político la produjo un grosero error de Trump: castigar con aranceles lapidarios la compra de petróleo a Rusia que hizo el primer ministro del país más populoso del mundo, lo que acabó empujando a India a los brazos de China.

Hasta que Trump aplicó el arancel del 50%a los productos indios, Nueva Delhi estuvo más cerca de Washington que de Beijing. Que ese castigo tan contraproducente haya sido porque India compró petróleo a Rusia, es absurdo si lo aplica el líder occidental que más ha ayudado a Putin en la invasión a Ucrania.
Con excepción de India, que a pesar del extremismo hinduista de Narendra Modi aún sigue siendo “la democracia más grande del mundo”, en la vereda asiática los regímenes autocráticos avanzan hacia la construcción de un bloque unido, económica y militarmente poderoso, con arsenales nucleares que superan a los de Occidente.
Si Trump mantiene su trato distante a Japón, Corea del Sur y Filipinas, esos aliados históricos de Washington en Asia podrían ser tentados por la dimensión formidable de los mercados que ofrecen los gigantes orientales.
El jefe del Kremlin mostró en Tianjin y Beijing en qué lado del mapamundi está instalando a la potencia euroasiática que lidera. Con Trump en la Casa Blanca, la balanza mundial se descompensa a favor de Asia. El presidente norteamericano está uniendo lo que Kissinger había separado en la segunda mitad del siglo pasado logrando que la Confrontación Este-Oeste se incline a favor de Occidente.

Nixon había consiguió que Mao y Chou En-lai se acerquen a EE.UU. alejándose de la URSS. De ese modo se conjuró el riesgo de una alianza entre gigantes comunistas. Pero la negligencia de Trump está tentando el acercamiento que se había conjurado en la década de 1970.
Quizá Trump empiece a entender que su admiración por Putin y el conservadurismo nacionalista que ambos profesan, no alcanza para poner a Moscú en la misma vereda de Washington.
Mientras en Oriente las autocracias se acercan, sumando la democracia india y aproximándose al más inmenso eje militar que ha existido, en Occidente Trump dinamita la histórica alianza con Europa, debilitando a la OTAN, además de enterrar el NAFTA (sociedad comercial de los tres países de América del Norte) y estropear la relación casi de hermandad con Canadá, amenazando a ese país con la anexión.
Un caos occidental causado sin razón, frente a la musculatura económica, política y militar del Este que exhibió China.
















Comentarios