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PERSONAJES | 26-09-2019 15:27

María Valenzuela: "Escuchar las risas es una caricia al alma"

De niña prodigio a rutina laboral. Ganas de volver al teatro. Depresión y salvación. La muerte, la familia y la soledad.

A los 7 años fue la maldita Etelvina de Jacinta Pichimahuida y desde entonces no paró de trabajar. Hizo muchas novelas de grandes autores del género como Nené Cascallar y Alberto Migré. El público sufrió con ella cuando su hija Malena tuvo un ACV y la acompañó en todas las alegrías y tristezas de su vida. “Me metí en las casas a través de la tele y soy como una integrante más de la familia”, define María Valenzuela (63), que hoy protagoniza “100 metros cuadrados”, una comedia de Juan Carlos Rubio, con dirección de Manuel González Gil, en el Multiteatro de miércoles a domingos.

“Hacía tiempo que no iba al teatro con tanta felicidad”. Suele llegar al Multiteatro dos horas antes de la función para chusmear y compartir algunos mates con sus compañeros. “Apenas llego me pongo la ropa del personaje y arranco con la caracterización, el otro desafío es hacer a una mujer de 78 años. Con lápiz y un poco de polvo, marco las arrugas. Al principio me ponía maicena para que el pelo me quedara blanco pero era un desastre. Decidí decolorármelo y ahora queda mejor. Poco a poco fui encontrando a Lola, que camina más lento, encorva los hombros”, relata la actriz.

Por ahora, su foco es el teatro. Su rutina diaria es más simple. “Soy cero ama de casa. Siempre trabajé mucho y llegaba cansada como para ponerme a cocinar”, detalla. Y también sus hijos ocupan su vida. “Mi hija está con su proyecto ‘Malena te cuida’, para dar charlas de concientización. Y mientras, es mi asistente. Y Juan y Julián trabajan juntos en una empresita de mantenimiento. Mis hijos se aman y esa es una de mis mayores alegrías. Con verlos felices a ellos, ya está para mí”, se emociona María.

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Noticias: Dijo que esta obra le devolvió las ganas de actuar. ¿Había perdido el deseo?

María Valenzuela: Estaba perdiendo las ganas de actuar. Había entrado en una rutina. Escuchar las risas es sanador, una caricia al alma. Es muy lindo escuchar a alguien que se suena la nariz porque se le cayó una lágrima. Es una obra hermosa y tengo algunas cosas de Lola, mi personaje. No tomo alcohol pero fumo y ando todo el día en pantuflas y pijama en mi casa. La vieja me divierte tanto, porque actuar es jugar, como hacen los chicos que abren el baúl y se disfrazan con la ropa de sus padres o abuelos.

Noticias: Tiene 55 años de profesión, ¿cuál es el secreto para sostenerse en un medio tan complejo?

Valenzuela: Es la pasión por lo que hago. Lo único que sé hacer. Ni siquiera terminé el secundario: tuve que dejarlo porque estaba trabajando y ayudaba en mi casa. Mi papá y yo éramos el sostén de la familia. Papá y mamá eran bailarines de clásico español, se casaron y los acompañé en muchas giras, por eso el escenario es como el living de mi casa.

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Noticias: ¿El cariño de la gente la ayudó a levantarse cuando tuvo una depresión y debió internarse en una clínica?

Valenzuela: La gente siempre estuvo conmigo y me dio fuerzas. Lo que me sucedió fue porque arrastré cosas durante muchos años. Lo de Malena (que tuvo un ACV en 2003) fue muy duro: terapia intensiva, rehabilitación y encima yo trabajando. Durante todos esos años acumulé y acumulé, y el fallecimiento de mi amigo-hermano sumado al frustrado proyecto que tenía en el campo, y la pérdida de todos mis ahorros, me hicieron estallar. Íbamos a construir un hotel con restaurante en Villa Ruíz, cerca de Luján, que quedó a medio hacer. Vivía ahí, muy aislada, murió mi amigo, el campo no funcionó. Le pedí a mis hijos que me internaran, porque no comía, estaba tirada en una cama. Sentía que si me entregaba a esa depresión y no hacía nada, me iba a morir. Y no era el momento.

Noticias: Y le hizo bien estar dos meses internada, ¿qué recuerdos tiene de ese momento?

Valenzuela: Me hicieron bien esos dos meses en la clínica Las Heras. Vi casos realmente muy dolorosos y lo mío no era nada, en comparación. Me sentía cómoda con los loquitos. Trataba de ayudar a quien pudiera, jugábamos a las cartas, me desvinculé del mundo. Estaba tranquila, hasta que un día dije: “me tengo que ir de acá”. Y así fue. Tengo mucha gente que me quiere y Manuel González Gil me ayudó toda la vida, hasta cuando no tuve trabajo me armó una obra para salir de gira. Salí de la clínica con trabajo y el trabajo, como la risa, son sanadores. Fui saliendo de a poco, engordé diez kilos, tomaba una batería de medicamentos que fui dejando y sigo con las gotas de aceite de cannabis, que me hacen muy bien. Deberían despenalizar el uso de la marihuana, está probado que el aceite de cannabis ayuda en muchas enfermedades.

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Noticias: ¿Volvió a enamorarse luego de su separación de Pichuqui Mendizábal, el padre de sus hijos, en el 2002?

Valenzuela: Desde que me separé no tuve parejas. Hace muchos años que estoy sola porque soy antisocial. Es tan sociable mi profesión que cuando salgo del ámbito, no quiero ir a comer ni a una fiesta, ni a un estreno. Soy ermitaña. Siento que ya viví lo que tenía que vivir en pareja. No es fácil encontrar un hombre a esta edad. Ni loca me metería en una red social para conocer a alguien. Tampoco sé si hay tantos tipos que valgan la pena. Ya sé que soy contradictoria pero a veces me gustaría tener un compañero para viajar, para ir a ver una película, salir y charlar.

Noticias: Muchas veces coqueteó con la muerte y asegura que la parca la ronda. ¿Puede explicar esa relación?

Valenzuela: Siento que la parca me ronda desde la primera muerte importante para mí, la de mi abuela materna, Purificación. Fue un shock muy violento. La velaron en su casa, recuerdo que cuando llegué, me tiré sobre el cajón y me invadió un olor tremendo. “Esto es la muerte”, pensé. A partir de ahí empezó una sucesión de gente que se fue y que yo amaba. Siento que la parca siempre está cerca pero no le tengo miedo, más bien tengo cierta curiosidad. Lo que me da miedo es que pueda tocar a un ser amado, otra vez.

Noticias: ¿Cómo vive el empoderamiento femenino?

Valenzuela: Creo que la mujer ha dado grandes zancadas. Nunca vi a las mujeres tan unidas y celebro que puedan denunciar. No callar más es un gran avance. Y esto recién comienza. Lo de Calu Rivero (fue la primera en denunciar a Juan Darthés por acoso mientras protagonizaban “Dulce amor”) me tocó muy de cerca porque yo lo sabía. Ella me lo había contado pero me pidió que no dijera nada. La apoyé cuando se animó a hablar y le ofrecí ser testigo por el juicio que le está haciendo este señor, por daños y perjuicios. Cada tanto hablamos con Calu. Con él nunca volví a hablar y espero no cruzármelo. Nunca me pasó a mi nada relacionado con el acoso, pero era algo común, existía, se sabía, se comentaba. Hoy se denuncia, se le saca la careta.

 

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Liliana Podestá

Liliana Podestá

Periodista.

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