Podríamos decir que el sábado 11 fue un día histórico. Curiosamente belgraniano, si se quiere. Mientras Pacho O’Donnell criticaba con fiereza a Tulio Halperin Donghi en las páginas de NOTICIAS por sus consideraciones sobre Manuel Belgrano en la edición anterior de la revista, algo similar ocurría con Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y líder de Carta Abierta, pero en Página/12. Las consideraciones de ambos sobre el centro de la polémica (en síntesis, si el creador de la Bandera fue o no el héroe que aprendimos en la escuela) pueden apreciarse en sus textos. Por lo pronto, en principio me alegro de hacer una revista capaz de generar discusiones que hacen a la identidad del país desde sus mismas raíces fundacionales, sin endiosamientos ni demonizaciones y apostando siempre al aporte de todas las miradas, cuanto más calificadas mejor.
Me consta que O’Donnell también celebra esa actitud, dadas la predisposición y frecuencia con que siempre (es decir, sin especular con las coyunturas políticas circunstanciales que podían ubicarlo de un lado, del otro o entre los neutrales) se sumó a darle forma con argumentos y sin prejuicios, como esta vez. González, en cambio, prefirió meter a Halperin en la misma bolsa de NOTICIAS y chau, considerando impropia, sino malparida, la discusión en la que si se metió solo será porque le pareció interesante y productiva.
Dos conceptos de HG que nos involucran:
Habla de “una tosca banalización de la figura de Belgrano, no porque como toda figura del pasado está ofrecida inevitablemente al reexamen del presente, sino porque el artefacto periodístico que lo aprisiona resalta fracciones del texto del historiador con fatal disonancia y ni se preocupa por soterrar su pequeño propósito de vilipendio sobre las atmósferas vivas del presente”.
Sostiene que la revista “aparenta lo nobiliario del pensar aunque esconde cierto saqueo de la genuina materia cultural. Pero ese es el gran giro del periodismo contemporáneo, que NOTICIAS representa como pocas –con su mezcla de firmas intelectuales y coreografías arrolladas por el pillaje sensacionalista–, y que ahora se ha valido de lo que de más complejo posee la historiografía argentina, que es la figura de Halperin Donghi”.
Es curioso, pero la advertencia de no pretender encajar el pasado en los parámetros del presente suele ser ya un lugar común en todas nuestras producciones referidas a temas históricos.
En ese sentido, quisiera recordarle a Horacio que fue la Presidenta de la Nación quien, hace poquito, trajo tanto pero tanto a Belgrano a nuestros días que se confesó capaz de seducirlo si se le hubiese dado la chance. Es cierto que Cristina también reivindica con garra a Manuel Dorrego, responsable de la infundada fama de afeminado que se le adjudicó a Belgrano en los lodazales cuarteleros, incómodos porque los condujera un muchacho refinado sin talento militar. Pero, sobre todo, quisiera decirle a González que, a mi juicio para el ramplón, nuestros próceres pasaron a serlo por eso mismo: la necesidad política y cultural de las dirigencias posteriores de usarlos como dioses de un paganismo supuestamente institucionalizante y democratizador. La Generación del 80, con Bartolomé Mitre a la cabeza, dio cátedra en la materia de mitificar a los muertos y unificarlos en un mismo Olimpo de la Patria. Me permito pensar que el revisionismo peronista e izquierdista, convencido de que nuevos paradigmas serían paridos por las masas populares en los 70, en cierto modo fue impotente y se dedicó a rescatar el costado excepcional de aquellos hombres de carne y hueso, construyendo una especie de mitrismo progre (o más moderno, o más popular).
Puedo concederle a la enmarañada ironía de HG que NOTICIAS se esfuerce en ponerle sazón a sus temas de tapa. Pero quedarse en ello me resulta tan frívolo como si le cuestionáramos a él su desaliño demodeé, de algún modo carta de presentación estética de su manera de pensar.
Creo que González se dejó traicionar por un problema que el kirchnerismo no logró superar en términos de liderazgos personales: como hoy no existen los ejemplos morales positivos, acercarlo a Belgrano a ellos lo ensucia, mientras el proyecto político lo necesita de modelo tajante y significante abstracto. Tiendo a suponer que aquellos hombres tampoco eran perfectos, tenían ambiciones personales y de grupo (Halperin sugiere que los Belgrano bregaban ante todo por defender y desarrollar los negocios de la familia) y eran mucho más brutales que los de hoy. Es que sus circunstancias lo eran.
En los 90, Rodolfo Terragno escribió una nota de tapa por el estilo, basada en sus estudios sobre el plan para el cruce de los Andes diseñado por el militar escocés Thomas Maitland, hecho propio por José de San Martín para su epopeya. Aquella portada provocaba lo establecido con un San Martín envuelto en la bandera británica bajo el título: “¿Fue agente inglés?”. En esos tiempos (auge del menemismo) NOTICIAS desplegaba el mismo estilo que hoy, Pacho O’Donnell ya era un crítico “amigo de la casa” y Horacio González publicaba columnas en la revista sin cuestionar sus “coreografías arrolladas por el pillaje sensacionalista”. Esas y otras “firmas intelectuales” enriquecieron las páginas y, más que nada, el esfuerzo por definir una época. Ojalá se den las condiciones para que HG vuelva a hacerlo pronto. Será con la misma libertad de entonces. Acaso todavía más.
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por Edi Zunino*
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