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SOCIEDAD | 25-06-2018 13:13

Argentina vs. Argentina: el miedo como rival

Psicología de una frustración nacional. Por qué a Messi le jugó una mala pasada su propia cabeza. El equipo sin psicólogo.

La mirada perdida, los brazos en jarra y nadie a su alrededor. La imagen de Lionel Messi tras la derrota ante Croacia que dejó a Argentina herida de muerte, fue elocuente. Algo similar había sucedido en el empate del debut frente a Islandia. Se esperaba que brillara, pero los nervios le ganaron. El Mundial 2018 ya dejó una postal que será difícil olvidar: Messi, solo y señalado, cargando con la responsabilidad de no poder ser lo que los hinchas quieren y esperan de él. El penal errado y un nivel futbolístico muy bajo lo condenaron. El 10 mostró una imagen distinta del ganador en el Barcelona. Se lo vio con temor al patear, casi con timidez, el penal ante Islandia y cantar el himno cabizbajo antes del partido contra los croatas. Y afectada la figura, todo el combinado nacional cayó preso de un ataque de pánico. Errores impropios de estrellas mundiales, desconcentraciones infantiles y hasta rostros casi llorosos al borde de la crisis. Poco ayudó el DT Jorge Sampaoli, quien no encontró respuestas ni en la cancha ni en el grupo e, incluso, acabó contribuyendo a incrementar la tensión. Argentina terminó siendo el peor rival de Argentina.

"Son jugadores profesionales, pero no pueden escapar de la influencia que genera el ambiente que los rodea", explica Liliana Grabin, psicóloga fundadora de Asociación Argentina de Psicología aplicada al Deporte (ASAPAD). La Selección llegó a Rusia con cartel de candidata, con el mejor del mundo en su plantel y con una grilla accesible hasta la final. Muchos ya vislumbraban a Messi coronado en Rusia, pero lo cierto es que "La Pulga" mostró su versión más terrenal y tras el penal fallado ante Islandia se derrumbó y con él, las esperanzas argentinas. Todo fue desconcierto y eso se vio en la cancha.

Muchas de las críticas cayeron también sobre Sampaoli, pero lo cierto es que más allá que el entrenador tenga responsabilidad y que incluso podría dejar su cargo si el resultado final es malo, esta Selección es de Messi. El rosarino es el que más tiene para ganar, y también para perder. A la caza de un Mundial que lo confirme como leyenda, sabe que enfrenta su última chance. Si Messi no trae la copa de Rusia será el fin de su reinado indiscutido en la albiceleste: no sólo como el mejor jugador del mundo sino también como líder de sus compañeros. La presión se le notó. La desazón tras la inapelable derrota frente a Croacia marcó un quiebre en la relación entre el rosarino y la hinchada nacional. El equipo, sin norte, fue una sombra.

"Cargarse la responsabilidad a algunos les hace dar lo mejor de sí. Otros, en cambio se apagan. Messi no da indicios de estar deprimido, parece frustrado", explica Ricardo Rubinstein, especialista en psicología del deporte y director de la consultora Sportmind. Los hechos, parecen dar cuenta de esta frustración. Messi mostró el peor nivel que se le recuerde vistiendo la celeste y blanca. Sus nervios, además, se transmitieron al resto de sus compañeros y eso se vio en el juego. El 10 estuvo desaparecido, aturdido, desconcentrado. Los demás, no pudieron asumir responsabilidades que le pertenecían al referente. Ninguno pudo o supo romper ese bloqueo mental. Como sumergidos en arena movediza, cada nuevo intento los hundía más. La sucesión de pases sin sentido, mientras ningún jugador se animaba a patear al arco, son el claro síntoma del pánico que existía.

Presión. En un plantel cargado de futbolistas de calidad, el problema del elenco nacional pasó claramente por la cabeza. Porque, amén de los errores puntuales como la pifia de Wilfredo Caballero, los jugadores argentinos no tienen respuestas anímicas. "No puedo mandar a todos al psicólogo", dijo hace unos meses Sampaoli cuando le consultaron por los vaivenes emocionales del plantel. Pero, aunque el enemigo psicológico estaba detectado de antemano, nadie hizo nada para subsanarlo. De hecho, Argentina es el único país de los candidatos a la copa que no tiene un psicólogo en su cuerpo técnico. "Así como se entrena físicamente un equipo de alto rendimiento, también lo debe hacer emocionalmente. Una de estas emociones básicas es el miedo. En esta circunstancias cabe más aún, porque en la cabeza está en juego quedarse en el Mundial o irse a casa. El equipo debe incluir un trabajo psicológico", detalla Marcelo Halfon, psicólogo y titular del capítulo de Deportes de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Y agregó: "Es harto evidente que se dio una ventaja emocional al rival desde el punto de vista del inconsciente".

Messi, el encargado de solucionar todo y de hacer que sus compañeros se sientan respaldados, sólo se enfrascaba en vanos intentos individuales que denotaban su nerviosismo. Las cualidades técnicas del 10 argentino están fuera de discusión. Se ganó por propio derecho un lugar en el panteón de los ídolos indiscutidos del futbol. Pero más allá de los reconocimientos, galardones y de ser señalado como uno de los deportistas más importantes de la historia, el rosarino sigue teniendo un karma celeste y blanco. Es que cada vez que se enfunda la camiseta de la Selección, Messi juega dos partidos: uno en la cancha y otro más difícil para él, el mental. La presión se potencia. Diversos factores convierten cada aparición suya con la Selección argentina en una situación límite. O el cielo o el infierno. No hay término medio. El gesto de Messi tapándose la cara antes del inicio del segundo partido fue por demás elocuente.

Para el sociólogo Sergio Levinsky, las tres finales consecutivas perdidas (Mundial 2014 y Copas América 2015 y 2016) no sólo elevaron el listón en cuanto a las pretensiones de la hinchada, sino que además potenciaron el desencanto "y el objetivo de descarga de esas frustraciones es Messi, por ser la estrella y en la que todo los argentinos depositan todas las esperanzas por lo que es como jugador", asegura. Messi pudo ser el ídolo si convertía frente a Islandia, pero falló. Y eso lo condenó.

Confort. En pocos lugares del mundo el fútbol tiene un lugar tan preponderante como en la Argentina. El humor social depende de si la pelota entra o no en el arco. Por eso, así como un triunfo crea ídolos y trae felicidad, una derrota es lapidaria. Messi lo sabe en carne propia. Tras perder su tercera final consecutiva en 2016, renunció a la Selección. Acostumbrado a ganar y a ser el mejor, estaba aturdido por tanta derrota. Volvió y recuperó su pedestal. Pero ahora, en tierras rusas, volvieron los problemas del pasado. Es que con la Selección no sólo debe hacer frente a los once del equipo contrario sino, además, gambetear al contexto, a sus demonios internos, a la competencia de colegas como Cristiano Ronaldo y hasta las propias trabas de algunos coterráneos que quieren que le vaya mal. Todo mientras carga sobre sus hombros con las esperanzas de un país entero.

Messi y varios de los que lo acompañan en el plantel son estrellas mundiales y cualquier otro equipo participante quisiera tenerlos en su equipo. Pero para los argentinos, entrar a la cancha con la camiseta de la Selección es un presión extra. El fervor nacional los convierte en ídolos o villanos en cuestión de segundos y en juego está mucho más que un partido. El humor social termina dependiendo del destino de la pelota. "En la Selección se juega con mucho miedo a perder. El argentino está acostumbrado y quiere ganar y esa presión se transmite al equipo", explica Levinsky, para quien los jugadores que actúan en Europa están acostumbrados a otra realidad: "Allá están dispuestos a aceptar una derrota, acá no". En Argentina, los futbolistas deben lidiar con ser los depositarios de frustraciones extradeportivas.

Conductor. "Ningún equipo tiene un jugador tan destacado como la Argentina. Por eso la presión se reparte más y también las expectativas. En el caso nuestro, es normal que suceda que todo gire en torno a él", destaca el psicólogo deportivo Alfredo Fenilli. Hacen responsable a Messi de que la Argentina gane. La cara de la derrota será él. Pero aunque muchas veces utilizó esta presión para crecer, como el partido final de las eliminatorias en Ecuador, esta vez, el ídolo sucumbió. Y que él caiga, es que lo haga todo el equipo, porque todo, lo que sucede dentro y fuera de la cancha, gira en torno a su figura.

Es por esta carga de responsabilidad y trascendencia mundial que Messi es el líder indiscutido de la Selección, muy por encima de cualquier otro. Incluso a Sampaoli. El DT es un mero coordinador de entrenamientos y eventual chivo expiatorio en caso de derrota. Desde Maradona, después del Mundial de 1986, que un jugador no tenía la autoridad que hoy tiene Messi dentro de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Los comentarios acerca de que la lista de convocados se arma en base a su opinión y de que sus amigos forman parte del plantel lo acompañan desde el Mundial 2010 y él poco ha hecho para desmentirlo. En silencio, parco, y poco reticente a incluir a los nuevos, Messi es el líder de esta Selección desde hace varios años. Es quien lleva la voz cantante aunque no hable. "Sus acciones lo hacen por él", explica Levinsky.

A su lado y para tomar la voz de mando está su lugarteniente y amigo: Javier Mascherano, encargado de las arengas y líder intelectual del grupo. "No hay una falta de liderazgo, pero hay una base, que son los que vienen desde el Mundial de Brasil, que son los que marcan el terreno", explica Levinsky que ejemplifica el poder de este grupo que, además de Messi y Mascherano, incluye a Di María, Banega y Agüero, entre otros. "El resultado es siempre el mismo, con diferentes técnicos, esquemas y formas de jugar. El Kun Agüero ocupó cuatro puestos en cuatro años con cuatro técnicos diferentes. Esto habla de que los jugadores le impusieron siempre el estilo al técnico".

Así, la función del entrenador queda desdibujada y relegada a la de mero coordinador. Las decisiones, e incluso la alineación, queda relegada al deseo de este grupo histórico.Tan ajeno se siente Sampaoli que en una de sus últimas declaraciones aseguró: "Esta es la Selección de Messi, no la mía". La idea era mimar a la figura de su equipo, pero en realidad desnudó otras cosas. "Si se lo piensa desde la psicología de grupo, es tremenda esa reflexión porque está diciendo que él, que es el que tiene que manejar el grupo, no lo hace", expone Levinsky.

Sólo el tiempo dirá si esa relación amor/odio entre Messi y el público argentino continúa o si Rusia será la última función. El tiempo dirá si dará más o, si su imagen cabizbajo y nervioso en Rusia, es la última vestido de celeste y blanco. 

por Marcos Teijeiro y Daniela Bianco

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