“Lo subió alguien a Instagram y me pareció muy bueno. QEPD”, destacó, con cierto humor, la periodista Giuliana Maglietti en su cuenta de X. Acompañado al mensaje, la politóloga subió una curiosa imagen de un obituario junto con un recuadro destacado que decía “Que me despidan así o nada”.
En la edición impresa de La Nación, el aviso fúnebre, casi a modalidad meme, describía: “Lorido de Jofré, Marta. Martita, felicitaciones. Por fin llegaste a tu sección preferida del diario. Tus hijos y nietos te vamos a extrañar. Gracias por tanto amor, humor y vida”. Por supuesto, la ocurrencia del mensaje se volvió viral en todas las redes sociales.
Los obituarios, también conocidos como necrológicas, constituyen una de las secciones más antiguas y tradicionales del periodismo escrito. Su origen en los diarios internacionales se remonta al siglo XVIII, cuando los periódicos británicos comenzaron a registrar las muertes de figuras destacadas como parte de su cobertura social y política.

El The Times de Londres, fundado en 1785, fue uno de los pioneros en establecer una sección fija de obituarios a comienzos del siglo XIX, con textos extensos que combinaban información biográfica, valoración pública y, a menudo, juicios de carácter moral o político sobre la vida del fallecido.
The New York Times institucionalizó el género a partir de 1851, año de su fundación, pero adquirió especial relevancia a mediados del siglo XX, cuando los editores comenzaron a considerar el obituario como una forma de periodismo literario. La sección “Obituaries” se convirtió en un espacio de reconocimiento y, en algunos casos, de humor involuntario cuando los redactores comenzaron a incluir anécdotas, frases célebres o episodios curiosos de las vidas retratadas.

En Argentina, los obituarios se publican desde finales del siglo XIX, principalmente en La Nación y La Prensa, diarios que adoptaron las costumbres editoriales europeas. En esos años, las necrológicas eran solemnes, escritas en un lenguaje formal. Con el paso del tiempo, especialmente a partir de los años 60, comenzaron a aparecer versiones más breves y populares, muchas veces redactadas por los familiares o amigos del fallecido, que contrataban el espacio como aviso fúnebre.
Hoy en día, los obituarios en los medios argentinos combinan las dos tradiciones: los textos periodísticos sobre figuras públicas y las breves menciones pagas en las secciones de avisos. Entre otros medios, tanto Clarín como La Nación, todavía mantienen esa doble modalidad, y en el caso de este último, incluso cuenta con un archivo histórico que conserva necrológicas publicadas desde 1870.














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