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SOCIEDAD | 23-05-2022 15:38

Ucranianos en Argentina: la cruda realidad de escapar de la guerra

Las historias desconocidas de los refugiados que llegaron a Buenos Aires y que tienen familia en el país.

El primer vuelo humanitario con ciudadanos ucranianos llegó al país. Desde diferentes ciudades, tuvieron que viajar hasta Polonia, donde algunos esperaron meses por el avión que los trajo hasta la Argentina. Una odisea para salvar sus vidas.

El 24 de febrero la vida de Irina Vetvinska cambió. A sus 76 años debió comenzar un largo camino que la llevaría, sin saberlo, a la Argentina. Atrás quedaron los días en su casa de Járkov, donde comenzó a escuchar constantes bombardeos. Alina Sirenova también vivía en la ciudad junto a su familia. En marzo, luego de un mes de conflicto, decidió buscar refugio en Polonia.

La historia de Bohdan Holovchak es distinta. Al comenzar la guerra se presentó en el ejército para enlistarse, pero una condición en una de sus piernas no se lo permitió. Al no poder ayudar desde adentro, decidió dejar Ivano-Frankivsk para tomar el vuelo a la Argentina. Su madre aún permanece allí, por lo que espera poder ayudarla pronto.

Vivir en guerra

 “Desde el comienzo en Járkov no hubo ni un día de alto el fuego, además perdimos la conexión por momentos”, relata Lilia Yelankina, nieta de Irina. El día que perdió contacto, Irina decidió subir los doce pisos de su edificio hasta tener señal en su teléfono. Desde arriba pudo ver la destrucción que habían causado los bombardeos que escuchaba. “Nos llamó en un ataque de pánico, no quería quedarse sola en la casa. Le dijimos que vaya a refugiarse al metro, así veía gente”, explica su nieta.

El departamento de Irina quedó solo y le dejó las llaves al único vecino que se quedó en el edificio.

“Dejó las llaves por las dudas”, relata su familia. Hasta último momento mantuvieron la esperanza de que el conflicto iba terminar, en los medios locales escuchaban que serían cinco días o una semana solamente.

Durante las noches de marzo la temperatura bajó, hasta llegar a 15 grados bajo cero. La semana que Irina vivió en los andenes tuvo su consecuencia: fiebre y descomposturas. En ese estado, viajó desde Járkov hasta Poltava y desde allí hasta Kremenchuk, donde estuvo por tres semanas recuperándose en una casa que la alojó. “Las alarmas por misiles sonaban constantemente en la zona por los aviones que pasaban, pero después de oír los bombardeos tan fuertes de Járkov eran algo común”, comentó.

Irina dejó Kremenchuk para ir hasta Lviv, desde donde salió hasta Polonia. Ya en el país vecino, durmió una semana en un refugio esperando que la buscaran para registrarse en el vuelo. En los campamentos para refugiados también estaba Alina junto a sus hijos. Había llegado a Varsovia en marzo y llevaba dos meses esperando.

Argentina

El avión llegó con nueve pasajeros al país, la mayoría habían descendido en España. El vuelo, organizado por la ONG Solidaire, a cargo de Enrique Piñeyro, fue el primero de misión humanitaria en llegar. Irina y Alina, junto a sus hijos, se reencontraron con sus familiares entre llantos.

“Lo primero que sentí cuando los vi fue compasión. Imaginarme lo que han vivido, perder su hogar, sus amigos, su cultura. Sentí que todo es poco, hay que hacer mucho más”, expresó Alexia Keglevich, que dispuso de los servicios de su empresa para trasladar a los recién llegados a sus nuevos hogares.

“Desde Pax Assistance hicimos un formulario para anotarse y ayudar de distintas maneras: con alojamiento, donaciones, invitando comidas o enseñando el idioma. Hay mucho por hacer”, comenta Keglevich. Además, distintas colectividades ucranianas del país ofrecen ayuda a las familias.

“Desde el Estado no hay ninguna sistematización en cuanto a la ayuda”, aclara la nieta de Irina sobre la situación de llegar al país. “No se pueden traer más refugiados si no tenemos dónde alojarlos y con la garantía de tener lo mínimo de necesidades básicas cubiertas”, remarca Keglevich.

La Asociación Ucraniana de Posadas fue la encargada de recibir a Bohdan en su nuevo hogar. “Para nosotros es una gran responsabilidad porque se trata de una persona que viene de un escenario muy difícil”, aclara Jorge Balanda, presidente de la Representación Central de los Ucranios en la Argentina, delegación Misiones. Bohdan, que además de ucraniano habla inglés e italiano, recibe clases de español para poder adaptarse rápidamente al país.

“Hay que explicarle cómo se mueve el país. Es una tarea difícil y somos todas organizaciones sin fines de lucro, donde prima la solidaridad”, explica Balanda, que diariamente se reúne con Bohdan para contarle sobre la Argentina. Bohdan, que ya comenzó a tomar costumbres como el mate, expresó su entusiasmo con el país y las ganas de comenzar a trabajar para poder independizarse y ayudar a su familia en Ucrania.

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Sol Muñoz

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