La impresionante movilización popular que generó el triunfo mundialista tuvo olor a Patria, argentinas y argentinos nos sentimos parte de un todo común, unidos y representados por el símbolo patrio más vigente, la camiseta del seleccionado. Y con un liderazgo colectivo surgido de abajo hacia arriba, a favor del reconocimiento de virtudes y características que sentimos urgentemente necesarias más allá de los límites del fútbol: esfuerzo, humildad, capacidad de transformar las derrotas en mojones de un camino hacia el triunfo, coraje, trabajo en grupo, convicción de hacer bien la tarea que le corresponde a cada uno.
El afloramiento en estos días de un conmovedor sentimiento patriótico se produce a pesar de lo dictado por nuestro ADN fundacional : los vencedores de nuestras guerras civiles, luego de Caseros y de Pavón, la oligarquía porteñista, imaginaron una Argentina cuyo único destino, como una maldición de sus pampas fértiles, era la de proveedora de alimentos para Europa, un apéndice de la potencia de entonces, Gran Bretaña, y alucinaron el proyecto de inventar una Europa de este lado del océano.
Para ello fue necesario borrar del mapa, o intentarlo, todo lo que oliera a nacional, a criollo, a gauchesco, a pueblo originario, a hispánico. A “barbarie” según la inclemente sentencia sarmientina, portavoz de la “civilización” impuesta a sangre y fuego. “La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quién abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América, trasplantando el árbol y destruyendo al criollo o indígena que podía ser un obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América" (Arturo Jauretche)
Esa colonización cultural, imprescindible para las otras formas de dominación, la económica por ejemplo, se propuso, y lamentablemente lo logró en exceso, diluir el compromiso nacional, la idea de Patria, la convicción de tirar argentinas y argentinos para el mismo lado, la conciencia de compartir una historia y un futuro con compatriotas, etimológicamente “hijos de un mismo padre”, es decir hermanos.
El debilitamiento del sentimiento nacional es lo que permite que algunos comprometan deudas impagables o gestionen con ineficiencia y corruptela sin importar el daño producido a lo que deberían amar, sabedores de que la colonización cultural les garantiza no sólo la impunidad sino también el premio, amparados en los reflejos patrióticos anestesiados de nuestra sociedad.
Es de celebrar que un triunfo deportivo haya demostrado que la glándula patriótica de nuestra gente sigue viva, a pesar de los sutiles mecanismos políticos, pedagógicos, mediáticos, consumistas para anularla.
por Pacho O'Donnell
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