El lunes 8, las calles de Ramos Mejía se llenaron. Amigos, familiares y vecinos de Roberto Sabo (45), el kiosquero asesinado el día anterior en su negocio, se manifestaron para pedir seguridad y la convocatoria fue multitudinaria. No es casual. En la zona todos repiten que viven con miedo y que los robos violentos no son episodios aislados. Sin ir más lejos, el mismo domingo que Sabo recibió cuatro disparos en el tórax, y a solo unas cuadras de donde sucedió el crimen, una mujer fue asaltada y golpeada por cuatro delincuentes que le gatillaron tres veces. Afortunadamente, las balas no salieron. De la mano del hartazgo y la frustración de las personas y a días de las elecciones legislativas, se instaló una vez más el reclamo por la mano dura. Y a pesar de que desde hace casi dos décadas la Argentina se encuentra en un proceso de endurecimiento de su ley penal, hay un sector que insiste en profundizar la blumberización.
Después de que en marzo del 2004 secuestraran y asesinaran a su hijo, Juan Carlos Blumberg se convirtió en referente de quienes entienden que la inseguridad se combate con penas más duras. Su caso llegó a ser el disparador para que el Congreso aprobara una serie de modificaciones que resultaron ser el puntapié de una línea que los legisladores mantuvieron a lo largo de los años.
Blumberg nunca dejó de trabajar en el tema. Además de crear una fundación a través de la cual ya asistió a 1989 víctimas de delitos, hizo el curso de policía en la Academia de Nueva York, visitó las fuerzas policiales de todo el mundo y fue el primero en traer a la Argentina la propuesta de las pistolas taser. Apenas supo del asesinato de Sabo, se sumó a la manifestación, se acercó a la familia y participó del velorio.
Está convencido de hay que ir por más: “Se lograron muchas leyes y muchas otras se deberían lograr, como la baja en la edad de imputabilidad”, dijo Blumberg a NOTICIAS. Por estos días, su trabajo está concentrado en la fundación y en la política: “La estoy ayudando a Patricia Bullrich porque tiene empuje y es honesta. Sobre una candidatura a futuro, uno nunca sabe, pero ahora quiero inculcarle a la gente que vote bien”, agregó.
En el oficialismo aseguran que la repercusión electoral del tema les preocupa y no lograron articular un discurso que dé alguna respuesta. El ministro de Seguridad Aníbal Fernández declaró -sin ningún tipo de empatía ante quienes pedían mayor presencia policial- que “hay 6 mil efectivos en el Conurbano” y que “esto no es un Carrefour que uno va a la góndola y agarra 200 gendarmes”. Su par bonaerense, Sergio Berni, planteó que se debe bajar la edad de imputabilidad sin ser “tajante” y agregó que discutiría la pena de muerte.
En la oposición, Bullrich aseguró que "los delincuentes están otra vez empoderados" y dijo que la policía tiene baja capacidad de acción “por el miedo a las sanciones”. Horacio Rodríguez Larreta sostuvo que “hoy un chico puede votar a los 16, pero no es punible”, desconociendo que a esa edad sí existe la responsabilidad penal en los delitos graves. Días después, el diputado nacional Luis Petri, presentó un proyecto para bajar la edad a 14 años. Más extremo todavía fue José Luis Espert al decir: “Transformemos en queso gruyere a un par de delincuentes” y agregó que, para los criminales, “cárcel o bala”.
Penas cada vez más duras
La gran reforma del 2004 introdujo modificaciones como el agravamiento de todas las penas vinculadas a la tenencia y portación de armas y a los robos perpetrados con armas de fuego. Además, creó nuevos tipos penales y restringió la posibilidad de que los reincidentes accedan a la libertad condicional. Además, estableció prisión perpetua los delitos graves, como la violación seguida de muerte, y modificó el artículo 55 del Código Penal, que estipuló que la sumatoria de penas podía tener un tope de 50 años de prisión y ya no de 25.
Según Fernando Gauna Alsina, abogado de la Asociación Pensamiento Penal y miembro de “Víctimas por la paz”, “desde ese momento nunca se realizaron reformas que disminuyeran la respuesta punitiva del Estado”.
La otra gran reforma sucedió en el 2017 con la modificación de la ley de Ejecución Penal, que eliminó cualquier salida anticipada para los condenados por delitos como homicidio agravado o delitos sexuales. Según Gauna Alsina, “lo más paradójico es que acá también se incluyó la venta de droga de poca escala, el narcomenudeo. Es decir, una persona que vende pequeñas cantidades también tiene que agotar la pena. Esto se contrapone con la idea de progresividad, que significa que vas a estar encerrado pero que, paulatinamente, vas a poder empezar a salir para conseguir un trabajo o encontrar un domicilio”, sostuvo.
Si bien Blumberg pide el endurecimiento, repite que “lo más importante es la prevención”. De hecho, con su fundación organizó todo tipo de talleres en cárceles. Según el empresario, ese trabajo “se cayó cuando asumió el ex director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel, que era el tipo que llevaba a los presos a mítines políticos”. Además, repite que “tenemos un problema grave con la Justicia, ni siquiera investiga, y solo va preso el 3% de los que cometen delitos”.
Blumberg pone el ejemplo de las cárceles de Estados Unidos, donde los presos pueden trabajar y acceder a un trabajo cuando salen. Sin embargo, en la práctica, su foco no está puesto ni en lo que pasa las cárceles ni tampoco en la Justicia. Para él, solo la mano dura intimidará a los criminales: “Me acuerdo cuando liberaron a Cristian Ramaro, el joven de Tigre secuestrado. Lo primero que me contó es que los criminales le habían dicho que no los mirara porque podían quedar 50 años adentro. Los chorros conocen el Código Penal”.
Víctimas de la inseguridad, diferentes miradas
No todos los que sufrieron un hecho violento reclaman mano dura. “Víctimas por la paz”, por ejemplo, trabaja con el concepto de “justicia restaurativa”. Diana Márquez es una de sus miembros y sostiene que una frase común que les repiten es “pensás así porque a vos no te pasó”: “La verdad que sí nos pasó. En mi caso soy víctima de abuso infantil y sé que es más fácil decir ‘que se mueran todos’. Lo que pasó en Ramos Mejía me duele. Lo charlé mucho con Graciela Barrera, de Uruguay, que también es integrante y a ella le asesinaron un hijo en una situación similar. Coincidimos en que, por un lado, está el plano del dolor individual y, por el otro, está el de cómo hacemos políticas públicas, cómo podemos empezar a reconocer errores y fracasos del sistema penal y carcelario. Desde hace dos décadas que las leyes se endurecen, ¿no es hora de que pensemos otra cosa?”, se preguntó.
Para su organización los hechos demuestran que las penas más duras no resolvieron el problema. “Entiendo las reacciones porque es cierto que cuando te pasa algo te sentís absolutamente vulnerable e indefenso y que cuando entrás en la maquinaria judicial y policial es peor. Pero el tema de la violencia siempre es una papa caliente que se quiere meter debajo de la alfombra, que explota cada vez que una persona muere y nos hace ver el fracaso que tenemos a todo nivel”, sostuvo.
En una posición intermedia, diferente a la de Blumberg y Márquez, está Matías Bagnato, sobreviviente de la Masacre de Flores e integrante del Observatorio de Víctimas. Si bien dijo que en Argentina “no tenemos penas acorde a los delitos cometidos cuando hablamos de situaciones graves”, reconoció que ese no será un cambio que resuelva el problema de fondo: “Aumentar las penas quizás no haga bajar el delito, pero sí le va a quitar la impotencia al ciudadano común”.
De alguna forma, los dos se diferencian de Blumberg en señalar el oportunismo político. Bagnato se enoja con esa situación pero dice que estos son los únicos momentos en los que son escuchados: “Los políticos solo hablan del tema cuando sucede un episodio como este. Hace años vengo pidiendo la prisión perpetua revisable, que se aplica en Europa. Esta semana un dirigente de la oposición me llamó para presentar el proyecto. Estamos a tres días de las elecciones y no quiero que me usen, pero en otro momento no tenés posibilidad. Le dije que la presentación se haga después del domingo”, sostuvo.
Márquez insiste en que su organización se esfuerza con no quedar asociada a ningún partido y se lamenta que sus posiciones nunca tengan tanto impacto en los medios: “La violencia existe, estamos cada vez con más miedo, pero quieren seguir haciendo lo mismo que hace veinte años”.
Comentarios