Existe una frase popular que no por muy dicha deja de ser cierta: “Una imagen vale más que mil palabras”. Concepto que Javier Milei lo debe tener de cabecera y actúa en consecuencia. Por eso, ante cada acontecimiento importante de su accionar político, acude a una imagen que impacte y que tape su discurso, sus dudas y contradicciones. Cuando el tiempo pase, en los registros quedará, por ejemplo, la imponente imagen de un león lookeado con los colores de la bandera argentina y no sus diatribas contra Lali Espósito o contra el opositor de turno.
Para ratificar la visión que tiene de sí mismo acude a la inteligencia artificial, que lo representa de manera todopoderosa y magnánima, como un felino gigante y dispuesto a liberar a su pueblo de la servidumbre. Entonces recurre a un software que analiza millones de variables entre matemáticas y psicológicas para dibujar esos leones imponentes que ni la histórica revista Fierro se hubiese animado a mostrar en sus tapas.
Su objetivo lo logra, se muestra todopoderoso, hace crecer su imagen, aumenta la idolatría de sus seguidores y tapa sus debilidades. Estrategia milimétricamente elaborada, la misma que utilizó el nazismo y el comunismo en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque hay un abismo entre ambas instancias y políticas, la lógica es la misma. Del oso soviético y el águila nazi al león libertario.
Animaladas
El derrotero de estas imágenes comenzó antes del ballotage, cuando Patricia Bullrich, la candidata del PRO, anunció su apoyo a Javier Milei para ir contra Sergio Massa en la votación del 19 de noviembre. Esa tarde, el libertario subió un dibujo animado de un león abrazando a un patito. Bajo el estilo Looney Tunes, imperaba la ternura. Luego ya no. Una vez encaramado en el poder, sus imágenes fueron fluctuando en intensidad, según el mensaje que quería hacerle llegar a sus fanáticos.
El manual de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, insiste en detectar el odio popular en respuesta a una supuesta amenaza. Y una vez que la sociedad o parte de la misma, se muestra revolucionada, emerge la figura de un líder que se encarga del trabajo de barrer con todos los "miedos". Esto no es más que un adoctrinamiento que necesita de dos pilares indispensables para gobernar sin límites: la cabeza del movimiento se encarga del enemigo, mientras se genera “conciencia” en los ciudadanos sobre el “peligro” de no combatir contra el mal que los aqueja.
Esta teoría se explica en las imágenes de un león furioso rompiendo la bandera comunista (que es la antítesis del liberalismo por excelencia) y la del mismo felino enardecido eliminando al Inadi, una de las mayores expresiones del proteccionismo kirchnerista. Por el contrario, para celebrar y bendecir las navidades, vuelve al león manso pero protector, en contraposición al que ahuyenta a las ratas, que no son más que esa clase política que el presidente engloba en el término “casta”.
Al mejor estilo Walt Disney, Milei se terminó inventando un universo idílico donde él es el todopoderoso y lleva orden y tranquilidad a toda la comunidad. La propaganda y la zoología se dan la mano en el mundo del súper león libertario.
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