Arturo Frondizi se levanta de su mesa y saluda a Rogelio Frigerio. Es el primer verano del noventa y el ex Presidente y su ex ministro están sentados en un pequeño bar sobre la avenida Bunge, la principal de Pinamar, el lugar donde vereanean siempre. Dos hermanos, de apenas veinte años, corretean entre las sillas, toman los pedidos, los cocinan, y vuelven para dejarlos en las mesas. Abrieron el bar “Liverpool” en esa misma temporada, cuando un inmobiliario desconocido les ofreció por poco precio hacerse cargo de ese local semiabandonado, y desde que arrancó enero no paran de trabajar. Los hermanos Leuzzi están en camino a ser abogados pero antes de que termine el mes se convencen: su futuro es la gastronomía.
Marcelo, el menor, recuerda aquella primera experiencia acomodado dentro de “La Gamba”, el coqueto restaurant sobre el mar que acaba de comprar. Parece una ironía del destino: este local está a sólo unas cuadras del lugar en el que descubrió el camino que le marcó la vida, treinta años atrás. A esta adquisición, además, se le sumó la de Tante, el restaurant más viejo y emblemático de la ciudad -y también uno del mismo nombre en Cariló-, y la administración de un balneario, de un bar de moda y de un patio de comidas. En una ciudad como Pinamar, que tiene 45 mil habitantes pero que conserva algunas tradiciones de pueblo, y en donde todos se conocen con todos, esta operación relámpago corrió como la pólvora por los médanos. E inclusó despertó la curiosidad del círculo rojo local.
Poder. En la segunda semana de enero, en plena temporada pandémica, el intendente Martín Yeza se tomó unas horas para reunirse con él. Quería saber, de primera mano, quien era ese misterioso empresario que había desembarcado con tanto estruendo en su ciudad. Se enteró rápido: Leuzzi llegaba a Pinamar como el dueño de un emporio gastronómico en La Plata, donde nació y donde tiene 14 restaurants, un mercado y está por inaugurar un gigantesco patio de foodtrucks situado enfrente de la gobernación bonaerense. Quizás por esta nueva aventura estratégicamente ubicada, o por el hecho de vivir en la ciudad de las diagonales, es que en Pinamar corrió como pólvora el rumor de que Leuzzi llegaba a la costa con algún tipo de venia de Axel Kicillof o de su entorno, algo que él niega tajantemente pero que se comenta entre sus pares. El monto de la compra también es un misterio, aunque se hablan de más de 500 mil dólares. De cualquier manera, ahora Leuzzi tiene un gran desafío. Se hizo cargo de casi 200 empleados -que sumados a los que tiene en La Plata llegan a más de mil- y de cinco importantes locales en el medio de una temporada compleja, golpeada por la pandemia, y de una crisis económica que viene con arrastre. Pero él se tiene fe: en Pinamar arrancó hace treinta años pero, dice, esto recién empieza.
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