Provocador por esencia, ya desde la época en la que su banda Pink Floyd marchaba militarmente al son de “The Wall”, Roger Waters hizo de su arte una división de opiniones. Amado, odiado, perseguido y venerado, a sus 80 años no tendría por qué cambiar. Y así, con su ideología infranqueable, llegó al país para presentar su show “This Is Not a Drill”, en medio de un fuego dialéctico por su pronunciamiento contra el gobierno de Israel en el conflicto de Gaza.
Dos noches, las del 21 y 22 de noviembre, en un estadio de River Plate al tope de su capacidad, para desplegar su música, sus declaraciones antibélicas y exponer una vez más a sus enemigos declarados desde hace años como Ronald Reagan, George Bush y Margaret Thatcher, más otros que fue sumando en este último tiempo como Joe Biden, mientras que, cuando sonaba su canción “Two Suns In the Sunset”, pidió disculpas por la usurpación de Malvinas. Hasta aquí, toda la parafernalia que lo acompaña desde siempre en cada una de sus giras internacionales. El problema surgió en los últimos días porque varias cadenas hoteleras de la región le cancelaron sus reservas “por estar a favor de Palestina y del terrorismo de Hamas”. Así, de manera arbitraria, el Hyatt Centric de Montevideo le prohibió la entrada, al igual que hicieron el Faena y el Alvear en Buenos Aires, como también el Four Seasons en Colombia, su próxima parada.
“Yo sé muy bien lo que siento en el corazón y no he tenido un solo pensamiento antisemita en toda mi vida”, dijo hace unos días Waters en uno de sus clásicos discursos antiguerra que da cuando presenta sus conciertos. “Lo que condeno es lo que hace el gobierno israelí. Una limpieza étnica ejecutada desde hace 75 años, desde el día uno de la nakba. Han matado a cientos y cientos de personas, han cometido atrocidades, masacres que vienen sucediendo desde entonces”. Es que el ex vocalista de Pink Floyd acusa a Israel de haber armado esta guerra para cumplir su cometido contra Palestina.
Frente a estas controversiales palabras, la que tomó cartas en el asunto fue la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que presentó un recurso de amparo ante la Justicia para reclamar que sus dos shows en el país sean suspendidos. Y si bien durante las horas previas a su presentación del martes 21 en River se vivió una cierta tensión, la medida no prosperó, como tampoco una carpa pro Palestina que se quiso instalar en el cruce de Avenida del Libertador y Udaondo, en pleno corazón de Nuñez, y que la Policía logró levantar rápidamente. Esa tarde, debido a la intranquilidad que se vivió en todo el barrio, la escuela ORT decidió suspender las clases y enviar de vuelta a su casa a todos sus alumnos y docentes.
Dónde estuvo. Consultado el entorno del artista sobre su paradero en Buenos Aires, a saber, productores, asistentes y agentes de prensa, todos se negaron a dar información por precisa indicación de su manager de no revelar ningún dato sobre su turbulenta estadía en el país. No obstante, esta revista averiguó que, en las tres noches en Buenos Aires, él y su equipo se habrían hospedado en el Sheraton de Retiro. En el hotel desestimaron la consulta de NOTICIAS, pero fuentes que estaban al tanto del operativo de seguridad que rodeó al músico afirmaron que salió del Sheraton cuando los custodios lo acompañaron a dar los recitales. Waters jugó a las escondidas.
Antes de su llegada al país, la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (CLATE) puso a disposición sus hoteles en Buenos Aires como el Héctor Quagliaro, ubicado en Moreno 2654, o el 27 de junio, en Bolívar 1415, pleno corazón de San Telmo. Y aunque es poco probable que semejante celebridad se haya alojado en un hotel de los trabajadores argentinos, al menos recibió un gesto de hermandad ante tantos cuestionamientos.
Sus días previos en la ciudad de Montevideo tampoco fueron muy relajados. El presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, Roby Schindler, lo tildó de “misógino, xenófobo y antisemita” en una nota, y lo acusó de “aprovechar su fama como estrella de rock para mentir y vomitar su odio hacia Israel y todos los judíos”. Por su parte, ya en nuestras tierras, los legisladores Sabrina Ajmechet, Alejandro Finocchiaro y José Luis Espert presentaron una declaración en la que dejaron asentado “un profundo repudio ante la presencia del cantante en nuestro país”.
Ante estos ataques, Waters no se hizo el desentendido y disparó: "Los Roby Schindler de este mundo tratan de silenciarme porque creo en los derechos humanos y ellos no".
El paso de Waters por Argentina dejó frases para recordar. Pese a ello, los más de 120 mil fanáticos que disfrutaron sus dos shows en River le ofrecieron su pleitesía por haberlos hecho revivir esos aires revolucionarios que supo imponer en los '70 y '80. Y así pasaron sus icónicos temas, su cerdo inflable volador por sobre el público y su virtuosismo sonoro que lo llevó a la cima de los músicos más importantes del siglo XX. Se sospecha que esta vez sí fue su adiós definitivo de los escenarios sudamericanos. El tiempo lo confirmará.
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