La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aterrizó en Uruguay para liderar las etapas finales de las negociaciones de un acuerdo comercial histórico entre la Unión Europea y el bloque sudamericano Mercosur. De concretarse, este pacto crearía un mercado transatlántico de 700 millones de personas, abarcando casi una cuarta parte del PIB mundial. Sin embargo, detrás de la retórica diplomática, el camino hacia la aprobación final está lleno de obstáculos internos y tensiones geopolíticas.
Von der Leyen se mostró optimista al declarar: “La línea de meta del acuerdo UE-Mercosur está a la vista. Trabajemos juntos para cruzarla”. Su postura contrasta con la fuerte oposición de países como Francia, donde el presidente Emmanuel Macron, presionado por el influyente sector agrícola, ha calificado el acuerdo en su estado actual como “inaceptable”. La preocupación principal de los agricultores europeos es que los productos agrícolas sudamericanos, como carne vacuna y azúcar, compitan en condiciones desiguales debido a estándares ambientales y laborales menos estrictos.
Alemania, en cambio, ha sido uno de los mayores defensores del acuerdo, dado que su potente industria automotriz se beneficiaría enormemente de la reducción de aranceles para exportar vehículos a América Latina. Este respaldo refleja la naturaleza fragmentada de los intereses europeos: mientras algunos buscan expandir su influencia económica global, otros temen las repercusiones internas en sectores sensibles.
En 2019, se anunció un borrador del acuerdo, pero desde entonces las negociaciones han enfrentado múltiples retrasos, en gran parte por desacuerdos sobre cuestiones ambientales y estándares de sostenibilidad. Los agricultores europeos, quienes ya protagonizaron masivas protestas el año pasado, han vuelto a alzar la voz, advirtiendo sobre los riesgos de permitir productos que no cumplen con los estrictos estándares de la UE.
El viaje de Von der Leyen parece indicar que las cuestiones técnicas han sido resueltas, dejando las decisiones políticas como el último escollo para avanzar. Sin embargo, incluso si logra cerrar el acuerdo en la cumbre del Mercosur en Uruguay, el proceso no estará completo. Los 27 Estados miembros de la UE deberán ratificarlo, y cualquier país podría bloquearlo, lo que pone en riesgo años de negociaciones.
Von der Leyen enfrenta un delicado equilibrio: promover una Europa más integrada en el comercio global, mientras responde a las preocupaciones de los ciudadanos europeos sobre la equidad y la sostenibilidad. En este desafío, su figura emerge como clave en el intento de superar divisiones internas y posicionar a la UE como un actor central en el comercio global. Sin embargo, el desenlace de este acuerdo no solo dependerá de la visión estratégica de Bruselas, sino también de su capacidad para apaciguar los miedos internos que podrían torpedear esta ambiciosa alianza transatlántica.
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