Friday 3 de May, 2024

MUNDO | 01-10-2023 10:22

Crimen a distancia

Dilema en las potencias occidentales por un asesinato cometido en Canadá que habría sido ordenado por el gobierno de la India.

Cuando un agente de Stalin concretó en México la Operación Utka (pato), hundiendo un pico de siete centímetros en el cráneo de Trotsky, el presidente Lázaro Cárdenas quedó frente a un dilema: qué hacer con ese crimen político ordenado por el líder todopoderoso de un país gigantesco. Algo similar habrá sentido el primer ministro canadiense frente al crimen político que se cometió en Vancouver, al caer en cuenta de quién lo habría ordenado.

Hareep Singh Nijjar salía de la Gurdwara y le dispararon dos hombres que lo esperaban en la puerta de ese templo sij. Se perpetraba así el asesinato que plantea un dilema a Canadá y a las demás potencias occidentales.Sucede que quien habría ordenado ese crimen político es nada menos que Narendra Modi, el poderoso primer ministro indio, un protagonista estelar del escenario internacional. Y las potencias occidentales quedaron ante la disyuntiva de dejar impune ese acto, o pelearse con un gobierno cuya amistad necesitan para contener a China.

Muchos gobiernos han eliminado enemigos internos más allá de sus fronteras y no todos los casos son equiparables. Con el antecedente de Stalin asesinando a Trotsky en México, Vladimir Putin se convirtió en un asesino serial que usó a Inglaterra como su patíbulo. Y ningún país con autoestima puede permitir crímenes ordenados por otros gobiernos.

Putin y Prigozhin

Nijjab se desangró en la puerta de la Gurdwara más importante de la comunidad sij de la Columbia Británica. Ese atentado causó una crisis entre Canadá y la India. Justin Trudeau apuntó su dedo acusador hacia Nueva Delhi. Los investigadores policiales y la agencia canadiense de inteligencia encontraron indicios contundentes de que el gobierno nacional-religioso del gigante asiático habría usado el largo brazo de la RAW (Ala de Investigación y Análisis), que es el aparato de inteligencia exterior de la India, para eliminar a un líder separatista al que acusaba de financiar “terrorismo” sij en el estado indio de Punjab.

Enfrentar al influyente líder de una potencia emergente, como es la del subcontinente asiático, no es fácil. Pero la comunidad sij, que representa el 1,7 por ciento de la población total de la India, tiene en Canadá una diáspora que representa más del dos por ciento de la población de ese país norteamericano. Y es una minoría muy influyente. 

El señalado por el dedo de Trudeau no es un líder marginal, como el dictador norcoreano Kim Jong-un, o los generales golpistas del Africa subsahariana, o el ayatola iraní Alí Jamenei o el jefe de los talibanes afganos. El señalado por el dedo acusador del mandatario canadiense es nada menos que Narendra Modi, el primer ministro del país más poblado del mundo y de una de las economías emergentes más pujantes. Un gobernante hiperactivo y relacionado con líderes mundiales de primera línea, lo que demostró sobradamente como anfitrión de la reciente cumbre del G20 en Nueva Delhi.

Narendra Modi y Justin Trudeau

¿Qué es el independentismo sij? ¿Por qué un gobernante indio pudo haber ordenado asesinar a un dirigente sij en Canadá?
El sijismo es una religión monoteísta creada en el siglo XV por Gurú Nanak, el primero de los diez grandes maestros sijs. La doctrina se nutre del Corán y de los Vedas, porque al surgir en una región que siempre estuvo tensionada por los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes, buscó integrar esas dos religiones en una nueva religión que convirtiera esa tierra de aversiones y enfrentamientos en una tierra de encuentro y reconciliación.

Sij significa “discípulo” y los casi 25 millones de adeptos que tiene en India y en países extranjeros como Reino Unidos, Canadá y Australia, siguen los preceptos del sagrado libro Siri Guru Granth Sahib Ji. El sijismo fue la religión oficial en el Gran Imperio del Jalistán, que abarcó los actuales estados indios de Punjab, Haryana, Himachal Pradesh, Chandijar y Delhi, así como porciones de Cachemira y Rajastán.

El esplendor de Jalistán se extendió desde el siglo XVIII hasta mediados del XIX. Pero el sijismo siguió siendo la religión dominante en esas tierras en las que hindúes y musulmanes sólo habían coincidido en venerar al Gurú Nanak. Tanto en la era británica como en la India independiente, el norteño estado del Punjab fue el epicentro de la cultura sij y también de la idea de crear un estado sij: Jalistán.

Hardeep Singh Nijjar

El movimiento independentista impulsó en 1984 la masiva ocupación del Templo Dorado de Amritsar, principal santuario de los sijs en la ciudad sagrada punjabi. Indira Gandhi envió el ejército a reprimir, causando más de mil muertes en los recintos de la Gurdwara más importante y venerada por los fieles del sijismo.

En la masacre murió Bhindranwale, el líder de la insurgencia independentista de los sijs. La venganza de los independentistas que luchan para separar el Punjab de la India y recrear el Jalistán, llegó cuatro meses más tarde, cuando la primera ministra que ordenó la masacre en el Templo Dorado, fue acribillada a balazos en su residencia de Nueva Delhi por dos de sus guardaespaldas, que eran sijs.
El terrorismo sij provocó también el derribo de un avión de Air India que había despegado de Montreal con dirección a Londres, en lo que ha sido el peor atentado terrorista perpetrado en Canadá.

La violencia sij ocupó las décadas del setenta y ochenta pero el actual gobierno indio considera que aún está actuando. En el marco de su proclamada guerra contra el separatismo sij es que, a través de la RAW, habría ejecutado el asesinato de junio en Vancouver.

Justin Trudeau

La acusación de Trudeau al gobierno nacional-hinduista de Modi, que se caracteriza por acosar a las minorías religiosas, en particular a musulmanes y sijs, ha generado una fuerte tensión diplomática entre ambos países. Ninguno está cómodo con la situación, porque Canadá es un fuerte inversor en la economía india, que resulta tentadora para las empresas canadienses por su gran crecimiento económico, mientras que a India, con graves disputas fronterizas con China, no le resulta conveniente una ruptura con un miembro de los Cinco Ojos, la alianza entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

Trudeau sabe que Washington, Londres y Canberra no aceptarán fácilmente un enfrentamiento duro con Narendra Modi, porque la India es una de las contenciones al poderío chino y no sería inteligente crearle a Nueva Dheli una razón para aliarse con Pekín. Pero el primer ministro canadiense y sus aliados saben también que permitirle al líder indio actuar como actúa Putin no sería un buen precedente. 

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Claudio Fantini

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