Emmanuel Macron va por la reelección tras imponerse en la primera vuelta (27.4%). Pero llega debilitado tras verse obligado a un reperfilamiento de su campaña, y acusado de evitar los debates, escudado en su rol como líder en tiempos de guerra y diplomático en jefe de Europa.
Su principal rival, Marine Le Pen (sacó el 23.4%), la líder de extrema derecha, creció fuertemente en las últimas semanas con una plataforma anti-UE, anti-OTAN y pro-rusa, que repercutirá globalmente si logra dar el batacazo en la segunda vuelta, nucleando los votos de una derecha que ha crecido en más de 10 puntos desde la pasada elección.
El próximo presidente francés debería ayudar a sortear dos fuerzas que actualmente azotan a Europa: una brutal invasión rusa de Ucrania, que ha desplazado a millones a las puertas del continente, y una recuperación económica relacionada con la pandemia que está poniendo a prueba las cadenas de suministro.
En tanto, las fuerzas de derecha parecen haber ganado en gran medida las guerras culturales galas de los últimos años. Las encuestas muestran que los votantes franceses ahora están principalmente preocupados por el creciente costo de vida; la sostenibilidad de su generoso modelo de bienestar; y los temores a la inmigración y las preocupaciones sobre el peso del Islam en el país. A lo que se suma la desilusión con la política tradicional, reflejada en una participación electoral de las más bajas en décadas.
Sobre estos aspectos ha trabajado la derecha gala, que inspirada por la derecha estadounidense, y adoptando sus códigos y estrategias para atraer a una audiencia más joven y antisistema (como sucede también en Argentina con Javier Milei y otro candidatos del espacio), Le Pen y compañía ya no edulcoran su discurso conservador y segregacionista.
Han ganado la batalla cultural desde los campus -habitualmente socialistas-, como sucede también en el caso estadounidense, hasta en los principales medios de comunicación: con su propia versión de canales televisivos de noticias al estilo de Fox, y múltiples plataformas de redes sociales con un seguimiento sustancial y cada vez más joven, la derecha francesa emula la crecida trumpista en Estados Unidos.
Incluso tuvo a un candidato de peso proveniente de los medios, Éric Zemmour (retuvo el 7.1% de los votos el pasado domingo y fue la gran sorpresa de estas elecciones). Un extremista y autor bestseller que ha logrado imponer con sus apariciones diarias en el nuevo ecosistema de medios de derecha, un fuerte discurso anti inmigrante y musulmán.
Con teorías conspirativas y racistas, Zemmour ganó a los votantes blancos y cristianos, a los que convenció de ser objeto de un plan macabro para ser reemplazados intencionalmente por inmigrantes no blancos, más baratos para el sistema capitalista.
El “Gran reemplazo”, como se llama la teoría de Zemmour, ha sido recogida incluso por Valérie Pécresse (sacó el 4.8%, votos que irìan como los de Zemmour a Le Pen), candidata del Partido Republicano de centro-derecha, y por Marion Maréchal, sobrina de Le Pen, que dirige una institución política conservadora en Lyon, escuela de la que emergió desde 2018 -a los codazos- una prédica alternativa a la propuesta en la educación superior dominada por la izquierda.
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