Friday 7 de November, 2025

MUNDO | 01-08-2025 07:42

NVIDIA: el chip de la discordia entre China y EE.UU.

China acusa a NVIDIA por espionaje y EE.UU. usa sus chips para imponer estándares: así es la nueva geopolítica del silicio.

NVIDIA, dirigida por su fundador y CEO Jensen Huang, se ha transformado en una pieza clave del tablero geopolítico entre Estados Unidos y China. Las decisiones sobre sus chips —en particular el modelo H20 diseñado para el mercado chino— están cargadas de consecuencias políticas, económicas y estratégicas.

En primer término, está el estándar CUDA. NVIDIA desarrolló este ecosistema de programación que, aunque invisible para el público general, es esencial para que cualquier chip de la empresa funcione. Aceptar ese estándar significa depender de tecnología estadounidense. Washington comprendió que si China utiliza cualquier chip de NVIDIA compatible con CUDA, queda atada a ese sistema. Eso motivó al gobierno de Donald Trump a permitir la venta del H20 por seis meses: un chip “limitado” que cumple con las restricciones, pero obliga a China a usar CUDA y seguir el ecosistema técnico impuesto por EE.UU.

Segundo, las tierras raras. China controla la producción global de estos minerales críticos para la fabricación de imanes, autos eléctricos, electrónica y defensa. Durante el conflicto tecnológico, Beijing suspendió las exportaciones como respuesta a las restricciones estadounidenses sobre los chips de NVIDIA. Fue una jugada estratégica: sin acceso al H20, no habría suministro de tierras raras. Finalmente, para evitar un caos económico global, EE.UU. levantó parte del veto y reanudó las ventas del H20.

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Tercero, la acusación china. Tras autorizarse nuevamente la venta del H20, la autoridad de ciberseguridad de China exigió explicaciones públicas a NVIDIA. Afirmaron que el H20 podría rastrear ubicación y desactivarse de forma remota —aunque no presentaron auditorías técnicas que lo probaran. Fue una denuncia clara: un mensaje y una amenaza política, no un debate técnico. En este contexto, China busca proyectar poder, mostrar que no cede ante Estados Unidos y advertir a los países que aspiran a desarrollar inteligencia artificial (IA) soberana: “no acepten chips que puedan ser monitoreados”.

Cuarto, el problema del espionaje y la soberanía. China plantea que un chip con funciones de rastreo sería inaceptable para los países que desean tener una infraestructura técnica independiente. Además, sin chips de NVIDIA —y sin CUDA— no hay base tecnológica para entrenar o ejecutar sistemas avanzados de IA. Aunque se evite hablar directamente de inteligencia artificial, el trasfondo es político: ningún país puede construir una infraestructura tecnológica competitiva si depende de estándares impuestos por otros.

Quinto, en medios estatales chinos resurgieron afirmaciones grandilocuentes según las cuales los chips de Huawei superan a los de NVIDIA. Sin embargo, no hay pruebas ni comparaciones técnicas concretas. Es parte de una narrativa nacionalista: “China miente, pero sus declaraciones son fuertes; pocos hechos reales”. Esta estrategia busca erosionar la confianza internacional en NVIDIA y reforzar la industria local, aunque esta aún no tenga la capacidad real para competir, tanto en rendimiento como en ecosistemas técnicos.

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Sexto, todo esto ocurre justo antes de una reunión importante del Partido Comunista, donde Xi Jinping necesita mostrar firmeza. La economía crece menos, hay desempleo juvenil y presión política interna. Acusar públicamente a una superpotencia tecnológica estadounidense sirve para salvar la “cara”: transmitir dignidad, soberanía y control. Ser percibido como débil frente a Washington sería peligroso. Por eso China actúa donde puede: proyectar poder, incluso sin pruebas técnicas.

Por el lado estadounidense, el argumento fue claro: era necesario garantizar que China consuma más tecnología del ecosistema estadounidense. Permitir el H20 fue una jugada controlada: mantienen influencia técnica sin entregar sus chips más poderosos. Las presiones sobre NVIDIA también vinieron desde congresistas y expertos en seguridad. Algunos incluso impulsan leyes que exigirán que los chips incluyan rastreadores físicos para evitar contrabando a países sancionados. Es decir, EE.UU. también evalúa mecanismos de control similares a los que ahora denuncia en China.

Mientras tanto, Jensen Huang viajó a Pekín tras el levantamiento de las restricciones. Su misión fue diplomática. Buscó asegurar a clientes y autoridades chinas que la empresa es confiable, sin abandonar su base en Washington. NVIDIA está atrapada en un dilema: si demuestra demasiada lealtad a China, pierde apoyo en EE.UU.; si se aleja demasiado, pierde su acceso al mercado chino.

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Por último, en este tablero no hay ganadores claros. China necesita los chips y el estándar; EE.UU. necesita mantener la dependencia china. Beijing intenta reemplazar tecnología importada con Huawei, Biren o Cambricon, pero aún no existe nada equivalente a CUDA ni un ecosistema que lo sustituya. Al mismo tiempo, la estrategia de acusar sin evidencias técnicas continúa: palabras fuertes, hechos débiles.

Este conflicto no se trata de un chip ni de tecnología en abstracto. Es una batalla por la soberanía: quién define los estándares, quién controla las materias primas y quién impone las reglas del poder técnico global. NVIDIA está en el centro, y cada movida —el despacho de chips, una amenaza pública, una visita ejecutiva— forma parte de una partida donde no solo importan las capacidades del hardware, sino qué país marca la arquitectura del futuro.

Las cosas como son.

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Mookie Tenembaum

Mookie Tenembaum

Analista internacional, autor de Desilusionismo.

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