★★★★★ Al fin aparece en Argentina una selección de relatos de Juan José Morosoli, un uruguayo de Minas. Aunque un poco demorada por su tenaz decisión de quedarse en su tierra natal (que en buena parte se autoabastecía culturalmente, y donde vivió entre 1899 y 1956), su literatura estuvo lejos de ser un “secreto mejor guardado”. Gracias a la prensa donde aparecían, sus relatos llamaron la atención muy pronto. En Argentina, tanto Haroldo Conti como César Aira y Damián Tabarovsky (que dirige el sello Mardulce) hablaron con admiración de él.
A primera vista parece pertenecer al realismo, subdivisión “rural”, o “costumbrista”. Pero leerlo hacer recordar a Hemingway (aunque más poético), a Jack London (aunque más zen), a Chéjov (igualmente compasivo y conmovedor). Su mirada registra, como un bisturí afilado, las vidas de los peones y las mujeres flacas a los que llamaba “vivientes”. En cambio aplicaba el mismo rigor para mostrar no la vida de los poderosos (invisibles en el campo uruguayo) sino de los pudientes o los ricos, vacíos y planos en su búsqueda de más, siempre más (como en “Campo”).
Hay un clásico, “Andrada” (y su registro de la supuesta nada de una vida), una relación hombre/animal esquiva (“El perro”), un vínculo familiar creado más por la escasez que por la sangre (“Hermanos”), un cuento colectivo (el grupo de “El casero”), otro tremebundo (“Las cortas de maíz”), o quiroguiano (“Monteadores”), o dedicado a conmover secamente, pero sin escapatoria (“Montaraz”, que cierra el libro y la garganta del que lee.
Si bien “Los albañiles de ‘Los Tapes’” tiene extensión de novela corta, se trata más de un mundo pintado en momentos mínimos (con desarrollo múltiple de los personajes que tratan de levantar un cementerio en condiciones de penuria extrema), que de un hilo narrativo. Cuando falleció de un ataque al corazón, Morosoli estaba por emprender una novela larga, que narraría dos décadas de historia uruguaya, según la necrológica de Juan Carlos Onetti. Lo que quedó, basta y sobra. El libro es en conjunto una buena muestra de un narrador mayor.
por Elvio E. Gandolfo
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