Aunque se lo engloba algo ampulosamente bajo el rótulo de “festival”, lo cierto es que, cada año, la ciudad de Buenos Aires le dedica unos días al género tradicional de Portugal. Y son la Embajada y diferentes asociaciones culturales de ese país las que vienen sosteniendo esta movida desde 2011 en diferentes lugares.
El fado, música de puerto –y en tal sentido, hermana a la distancia del tango- es sinónimo del país más pequeño de la península ibérica y, sobre todo, de su capital Lisboa. Sin dudas, hay un nombre que sobresale por sobre todos, el de Amalia Rodrígues, esa enorme artista lisboeta que falleció en 1999 y que algunos tuvimos la suerte de escuchar también en nuestro país. Amada, injustamente denostada alguna vez por su cercanía con la dictadura, admirada y finalmente reconocida y liberada de cargos injustos, es el mayor símbolo del fado en todo el mundo.
Esta vez, la cita fadista incluyó música en vivo con los cantantes Buba Espinho y Camané y del pianista Mario Laginha, una conferencia por el estudioso David Ferreira y la proyección del documental “Fado” de Sofía de Portugal y Aurélio Vasques. Todo, entre el 24 y el 27 de noviembre, en diferentes espacios del Centro Cultural Kirchner. Y la responsabilidad del final fue para Mariza (Marisa dos Reis Nunes), una mozambiqueño/portuguesa que está entre lo más destacado de estos repertorios en los últimos años.
Con una presencia escénica imponente de un metro y ochenta y pico de estatura, con la austeridad escenográfica y la enormidad de un escenario pensado para una gran orquesta sinfónica, con el único recurso de algunas luces y con el respaldo sonoro de un quinteto acústico (guitarra clásica, guitarra portuguesa, bajo, acordeón y percusión), la cantante se adueñó del enorme espacio del Auditorio Nacional del CCK con un repertorio que evocó varias veces a la legendaria Amalia. Tanto que su último álbum, “Mariza canta a Amalia”, que contó con la participación del cellista brasileño Jacques Brasileño, está dedicado precisamente a ella. Arrancó el concierto con ese himno que es “Estranha forma de vida” y tuvo uno de sus mejores momentos con “Lagrima”, ámbos incluidos en ese álbum.
Como mujer de este tiempo que, más allá de ese “folklore” ha dialogado permanentemente con otras músicas, hizo “Alma”, en castellano; la pieza que alguna vez grabara con el español Sergio Dalma. Con el tango en algún lugar de su geografía emocional, cantó “Semente viva” haciendo convivir los dos géneros hermanos. Viajó a Brasil con algo de bossa nova. Y tuvo el momento más alto de su concierto cuando se sentó en un rincón del palco, se rodeó de sus dos guitarristas Philipe Ferreira “Maninho” y Luis Guerreiro, contó historias personales al público en perfecto español e interpretó “Chuva”, Há palavras que nos beijam” y “Senhor vinho”.
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