Durante las poco más de cuatro semanas que lleva el paro en las 54 universidades nacionales ni docentes ni alumnos ni investigadores se quedaron quietos y en sus casas. A lo largo de este tiempo hubo asambleas en las sedes educativas y marchas multitudinarias en distintos lugares del país (vayan apenas como ejemplo los casos de las ciudades de Córdoba y Rosario).
Con el paso de los días, la actividad se dinamizó hasta alcanzar diferentes alternativas que permitieran tanto visualizar el problema, llevarlo fuera del ámbito educativo y, al mismo tiempo, evitar que los alumnos perdieran días de clase.
Hubo abrazos a universidades en Hurlingham, San Martín, Avellaneda, Moreno, Buenos Aires y, nuevamente, en el resto del país. Y muchas clases públicas: la universidad salió a la calle y docentes de todos los cargos e investigadores científicos postdoctorales y hasta miembros de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos adaptaron sus contenidos curriculares y sus herramientas para poder dar sus lecciones públicas.
En ningún momento se suspendió la actividad. Nadie se quedó en sus casas. No han sido vacaciones, ha sido un mes de movilización y adaptación permanente.
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