En la previa de la campaña de 2019, cuando aún no estaba decidido si sería o no candidata, Cristina Kirchner le pidió prestada una frase a Juan Domingo Perón, aquella en la que el ya viejo General se definía a sí mismo como “un león herbívoro” para llevarle tranquilidad a quienes temían por su regreso a la Presidencia en los tempranos 70, tras un largo exilio en el exterior. CFK, dueña de un sentido del humor que sus críticos no saben apreciar, adulteró la expresión para imprimirle su propio sello: “Quiero recordar que las yeguas también son herbívoras”, dijo sonriente, prometiendo lo mismo que Perón: que nadie le tuviese miedo a su vuelta al poder.
No mordía. No expropiaba. No iba por la reforma judicial.
Para mejorar aún más la oferta, la CFK herbívora echó mano a un candidato definido como “dialoguista” y se relegó a sí misma al lugar de compañera de fórmula, un supuesto renunciamiento que tranquilizó a muchos votantes que ya no querían a Macri, pero tampoco aceptaban volver a ser mandoneados por ella. Alberto Fernández, en teoría, les garantizaba formas más republicanas.
Aquel mito de la “yegua herbívora” funcionó en la campaña, pero ahora hace reír (o llorar). Era totalmente falso. La expropiación de la cerealera santafesina Vicentin, a la que la vicepresidenta además le atribuye oscuros tratos con el gobierno macrista, demuestra que ella es la misma de siempre. Otras pruebas que ya parecen redundantes son el avance de la ya mencionada reforma judicial –para escarmentar a los magistrados federales que osaron investigar a la jefa–, el proyecto de que el Estado sea accionista de aquellas empresas a las que subsidia en medio de la pandemia, el impuesto a las grandes fortunas impulsado por Máximo Kirchner y La Cámpora, y también la fallida y ahora silenciada iniciativa de la salida de presos por supuestas razones humanitarias.
Son evidencias de que hay una CFK recargada y un Presidente que, pese a sus intentos, no logra morigerarla. En el caso de Vicentin, por ejemplo, él primero anunció como propia la medida, pero después se asustó con la reacción internacional y los cacerolazos de entrecasa e intentó una negociación más amigable. Claro, ya era tarde.
Cristina ha vuelto a probar la carne y no aceptará que se la cambien por un menú vegano. Buen apetito.
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