Sunday 16 de November, 2025

OPINIóN | 23-10-2025 07:24

El amor durísimo de Donald Trump

El presidente de Estados Unidos le promete un salvataje a Javier Milei pero no se la hace fácil. ¿Pagará si el libertario pierde? Por qué "la Argentina está muriendo".

Los cuartos oscuros se asemejan a camarines de teatro en que los países democráticos cambian de vestuario y se pintan nuevamente la cara. Hoy en día, es frecuente que entren con un look y salgan con otro muy diferente. Es lo que sucedió en el Reino Unido cuando la mayoría votó por el Brexit, en Estados Unidos cuando, para horror de los progres, ganó Donald Trump, en Francia cuando movimientos hostiles al presidente Emmanuel Macron se apoderaron de la asamblea nacional y aquí, en la Argentina, cuando Javier Milei derrotó a la flor y nata de la clase política del país.

¿Estamos por asistir a otra mutación espectacular? Es posible pero, según casi todos los augures, es poco probable.  Si bien es evidente que el electorado quisiera que mucho cambiara en el país, nada de lo que está en oferta le parece realmente convincente, razón por la cual los resultados se prestarán a un sinfín de interpretaciones divergentes. Para hacer aún más borrosos los intentos de entender a los votantes, la Justicia electoral acaba de dictaminar que no habrá un conteo nacional aunque, claro está, si en términos generales superan a sus adversarios, los mileístas no vacilarán en cantar victoria.      

Milei dista de ser el único preocupado por lo que está a punto de ocurrir. También está en ascuas su patrocinador, Trump, un competidor compulsivo si los hay al que le encantan las definiciones tajantes y lo que los norteamericanos califican de “amor duro”, o sea la costumbre de tratar con severidad a los amigos a fin de obligarlos a comportarse mejor. Dice creer que la Argentina está “luchando por su vida”, que sus habitantes “no tienen dinero, no tienen nada, están luchando duro por sobrevivir, están muriendo”, insinuando así que su destino dependerá de lo que suceda el domingo y que, si el oficialismo sufre una derrota aplastante, el país se habría suicidado. Para parafrasear a Sigmund Freud, Finis Argentinae.

El pesimismo que siente el mandamás norteamericano que, no sólo económicamente, ha invertido mucho en la Argentina y sueña con figurar como su salvador, puede entenderse. En su propio país, el oficialismo de turno suele perder terreno en las elecciones de medio término y es habitual que el Congreso resultante se las arregle para bloquear casi todas las iniciativas del Poder Ejecutivo. Fue por tal motivo que, al volver Trump a la Casa Blanca en enero, enseguida ordenó una serie de cambios drásticos con la esperanza de que tuvieran consecuencias irreversibles. Teme que, a pesar de sus esfuerzos por hacer lo mismo, Milei haya dejado pasar la oportunidad y que en adelante se vea frustrado por el equivalente local del Partido Demócrata estadounidense que, en opinión del mandamás norteamericano, encarna lo peor del izquierdismo woke.

Huelga decir que Trump está en lo cierto al dar por descontado que, a partir de las elecciones, los legisladores desempeñarán un papel mayor en la vida política argentina, pero esto no tiene que significar que la mayoría opte por regresar al pasado hiperinflacionario. Si bien los que sienten nostalgia por los viejos tiempos quisieran hacerlo, muchos opositores comprenderán que sería mejor no crear una situación similar a la que hace apenas dos años permitió que un outsider tan extravagante como Milei saltara desde las pantallas televisivas a la presidencia de la República.

Por desgracia, las campañas proselitistas de las distintas facciones en pugna no han contribuido a aclarar el panorama frente al país.  A nivel nacional, el tema dominante ha sido el deterioro sumamente  rápido de la imagen de Milei que no es un candidato a ningún puesto legislativo pero sabe que será el más afectado por los resultados. Desde su punto de vista, todo lo demás carece de importancia.

Puede que los intentos de hacer pensar que la única alternativa al mileísmo sea el kirchnerismo liderado por Cristina hayan servido para ayudar a los representantes variopintos de La Libertad Avanza, pero, por fortuna, las opciones ante el país no son binarias como algunos, comenzando con Trump y sus asesores, parecen creer. Parecería que la mayoría entiende que el “modelo” populista y voluntarista que el peronismo instaló ochenta años atrás ha funcionado mal y que es necesario reemplazarlo por otro que por lo menos sea viable y, lo que será mucho más difícil, que cuente con el apoyo del grueso de la población.  

Los preocupados por el repliegue del oficialismo actual lo atribuyen no sólo a la conducta a menudo aberrante de Milei sino también al impacto muy negativo que ha tenido el ajuste en la vida diaria de los muchos millones de personas que no llegan a fin de mes. Por un largo rato, un sector sustancial de la población soportó penurias por creer que se trataría de una fase relativamente breve, pero últimamente se ha difundido la sensación de que, para muchos, la situación en que se encuentran podría ser permanente. ¿Aciertan quienes piensan así? Es imposible saber la repuesta a esta pregunta clave, pero el que ningún sistema económico conocido beneficie a todos por igual no estimula el optimismo. Aun cuando la Argentina se convirtiera en “en el país más rico del mundo” con el que fantasea Milei, abundarían perdedores que tendrían motivos de sobra para quejarse; gracias a décadas de facilismo institucionalizado, habrá todavía más postergados en potencia que en Europa o América del Norte. 

Tanto aquí como en las demás democracias, los legisladores siempre tienen que elegir entre privilegiar lo que podría convenirles personalmente y tomar en cuenta los intereses del conjunto. En etapas como la actual, suele ser muy fuerte la tentación de oponerse automáticamente a medidas que son antipáticas pero fiscalmente necesarias, de ahí la propensión de tantos a resistirse a los esfuerzos del gobierno de turno por impedir que el gasto público salga de control. Es lo que ocurrió hace poco cuando muchos diputados y senadores nacionales llegaron a la conclusión de que la mejor manera de sacar provecho del desprestigio de Milei consistiría en embestir contra su programa económico, lo que desató la crisis de confianza en los mercados financieros que lo hizo suplicar ayuda a sus amigos en Estados Unidos. Trump y Scott Bessent.

Pronto sabremos si los dólares, exhortaciones y amenazas apenas veladas que Washington ha enviado a Milei le han ahorrado una derrota humillante o si resultaron ser contraproducentes al brindar a sus muchos adversarios una oportunidad para tratarlo como un “vendepatria” títere de los yanquis.  Como fue de prever, personajes como Cristina y su presuntamente ex adlátere Axel Kiciloff no vacilaron en probar suerte en tal sentido. Para ellos, Bessent es una versión contemporánea de Spruille Braden, aquel embajador estadounidense cuya injerencia en la política argentina fue aprovechada por Juan Domingo Perón para anotarse una victoria resonante en las elecciones de febrero de 1946.

Sería lógico que se tomara lo que sucedió a partir de entonces por una advertencia de lo podría suceder si un electorado antepone sus sentimientos nacionalistas a otras consideraciones. Merced en buena medida al triunfo de Perón en 1946, la Argentina actual no es el país relativamente próspero, según las pautas internacionales de mediados del siglo pasado, que abrazó lo que de acuerdo común era una versión del fascismo italiano. De haber ganado la Unión Democrática, hubiera tenido un gobierno centrista, acaso mediocre, que pudiera haber emprendido un rumbo parecido al tomado por los demás países de cultura occidental, entre ellos Italia, Australia y Canadá que, andando el tiempo, los llevaría a la prosperidad que tantos envidian. En cambio, a pesar de los intentos esporádicos de adaptarse a los tiempos que corrían, el peronismo haría de la Argentina lo que, a juicio de algunos observadores extranjeros eminentes, ha sido el fracaso nacional más llamativo de la época moderna.  

¿Exagera Trump cuando dice que la Argentina “está muriendo”?  Es de suponer que sí, pero a partir de Perón casi todos los presidentes han dado a entender que, de no haber sido por ellos, el país ya estaría sepultado en el cementerio en que yacen tantos otros. Con todo, aunque por ahora sea reducido el riesgo de que la Argentina caiga muerta, no lo es que degenere en un “Estado fallido”. El ejemplo brindado por Venezuela muestra lo que puede ocurrir a un “país rico” si la ciudadanía permite que fanáticos despistados lleguen al poder por la vía electoral.

Trump reza para que Milei tenga éxito por una combinación de motivos personales, ideológicos y estratégicos. Y es porque odian a Trump que los demócratas norteamericanos quieren que no sólo Milei sino también todos los demás argentinos se hundan en la miseria más abyecta. Acusan al ultranacionalista Trump de favorecer a extranjeros necesitados por encima de sus propios compatriotas, invirtiendo así las posturas tradicionales de las dos grandes coaliciones estadounidenses. Hasta ayer no más, los demócratas insistían en que le correspondía a su país ayudar a otros en dificultades, mientras que los republicanos, en especial los más conservadores, asumían posturas mucho menos generosas basadas en el principio de que todos, sean personas, grupos étnicos, comunidades religiosas o naciones, deberían depender de sus propios esfuerzos.     

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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