Tuesday 3 de December, 2024

OPINIóN | 28-06-2021 14:26

Ideología y praxis del kirchnerismo tardío

Frente al desconcierto en las filas del periodismo crítico en torno al signo ideológico del gobierno de Alberto Fernández.

Parece haber cierto desconcierto en las filas del periodismo crítico en torno al signo ideológico del gobierno de Alberto Fernández. Carlos Pagni sostiene que el diseño original según el cual Cristina Fernández de Kirchner ideó el gobierno del Frente de Todos era una aproximación al centro, favorable al mercado, pero que fracasó, lo que la ha llevado a posiciones cada vez más antiliberales. Parece más un error de apreciación original del periodista que una deriva ideológica.

Jorge Fernández Díaz, por su parte, está persuadido de que el signo ideológico del gobierno es una suerte de castrochavismo de efecto retardado y con anestesia local, y que cumple una transformación económica y política con avances y retrocesos, pero con un plan definido. Resulta algo desorbitado. En su afán por cargar al oficialismo de todas las lacras posibles, el escritor le asigna una identidad ideológica de la que carece.

Desde la ciencia política, Gabriel Palumbo le atribuye al kirchnerismo un carácter conservador, jugando con el prejuicio progre de que el conservadurismo no es una tradición de pensamiento y acción política tan respetable como el liberalismo (en ocasiones no es más que un liberalismo amenazado), sino un epíteto que sirve para descalificar al adversario político. Fernández Díaz también ha incurrido en esta habitual pulla dialéctica.

Sobre un fondo común de impugnación se construyen relatos muy diversos sobre la ideología K. Primer dato a tener en cuenta: quizá no se trate de un asunto tan relevante en la estructura identitaria del kirchnerismo.

Veamos los antecedentes. Si ha de juzgarse por su trayectoria política, los Kirchner siempre jugaron a la adaptación, incluso en ese borroso pasado de la militancia juvenil. Con un tiempismo digno de mención -es importante mencionarlo- que les permitió percibir adecuadamente los cambios de signo ideológico. Los esfuerzos de los politólogos por encontrar un “kirchnerismo antes del kirchnerismo” no son sino ficciones militantes que tienen por objeto eliminar las contradicciones de los virajes practicados.

Alberto Fernández constituye un caso de sobreadaptación, por no decir de crudo oportunismo. A lo largo de cuatro décadas de trayectoria política ha militado en las filas del nacionalismo católico, el alfonsinismo, la renovación peronista, el menemismo, el cavallismo; fue nestorista y cristinista, anticristinista y massista, para después volver al kirchnerismo. Se lo ha comparado con Zelig, el camaleónico personaje de Woody Allen. Su particularidad es que sus mudas de piel están determinadas por sucesivas subordinaciones a diversos liderazgos, no a ideas. No sabemos muy bien qué piensa Fernández, prácticamente de nada.

¿Qué posición y relevancia tiene, entonces, la ideología en el kirchnerismo? Se trata de un elemento funcional, subordinado al objetivo de conquista, incremento y sostenimiento del poder. Nuestra mentalidad racionalista usualmente concibe a la ideología (aquí entendida lato sensu como un sistema de ideas políticas, económicas o socioculturales) como la rectora u orientadora del ejercicio del poder: la ideología muestra el fin, el poder es el medio. Lo inverso es mucho más frecuente de lo que parece, y en el caso del kirchnerismo se trata de una seña inequívoca de identidad.

El mecanismo es el siguiente: después de que se toma una decisión política, usualmente de hostilización, adquisición, conquista o copamiento de un sector, corporación o institución, interviene el departamento de legitimación ideológica, que provee razones fincadas en el interés público o el bien común, enmarcadas en un supuesto proyecto nacional y popular. Se trata de una justificación ex post. Se señala la causa noble que persigue la iniciativa, se la apuntala con un despliegue mediático y en redes sociales, y finalmente, si es necesario, aparece el aparato de apoyo y fundamentación de las ciencias sociales. La ideología no inspira ni orienta: encuentra el argumento legitimador para apoyar la decisión política.

Se podría decir, no obstante, que los gobiernos kirchneristas se han caracterizado en general por una orientación de izquierda, mas o menos social, más o menos nacionalista. La razón es muy simple. En el contexto del ya mencionado objetivo de aumento y consolidación del poder, el instrumento irreemplazable es la concentración de recursos y de organizaciones en manos del Estado. Se incrementa el Estado para retener y fortalecer el poder. Las usinas ideológicas de la izquierda construyen un discurso legitimador en el que se borran deliberadamente las diferencias entre Gobierno y Estado.

“La izquierda te da fueros”, dicen que dijo Néstor Kirchner en cierta ocasión, cuando buscaba la forma de consolidarse en el poder. Se non buono è ben trovato. La praxis de gobierno de los Kirchner ha dado suficientes muestras de esa concepción. Parecería que sólo quien no es de izquierda puede operar una apropiación oportunista de sus banderas. Paradójicamente, no es obstáculo para pensar que el kirchnerismo es la izquierda posible en la Argentina, como hemos explicado en otro lugar. Pablo Gerchunoff ha sostenido recientemente una idea similar en relación con Cristina Fernández.

Con esa displicencia hacia las ideologías de quien procede de un mundo hiperideologizado y un día descubre la realpolitik, Jorge Asís se mofa de quienes ven a la Argentina en proceso de venezolanización. Parece no advertir que ese proceso, que puede no llevar al país a una situación idéntica a Venezuela pero que es funesto en cuanto que constituye una aproximación más o menos cercana, no está inspirado por la admiración del régimen chavista, sino por la estricta necesidad dictada por la lógica del poder.

Los ejemplos son numerosísimos y pueden remontarse a las medidas que caracterizaron el gobierno de Cristina Fernández, desde la estatización del sistema jubilatorio a la de YPF, pasando por la de Aerolíneas Argentinas. Vamos a limitarnos a algunos casos de actualidad. Tanto el intento frustrado por fijar los precios del trigo como las actuales restricciones a la exportación de carne se presentan como medidas que fortalecen la “soberanía alimentaria”. El intento por intervenir/expropiar Vicentín se hizo bajo la excusa de moderar el poder de los formadores de precios en el mercado de productos primarios. La actual discusión sobre la Hidrovía y su posible estatización se plantea como un acto de afirmación de la soberanía nacional. Respecto del proyecto para formar un sistema coordinado entre la salud pública, las obras sociales y las entidades de medicina prepaga, se afirma que redundará en prestaciones universales de mayor calidad. Invariablemente, el resultado de tales intervenciones es el incremento del gasto unido al empeoramiento del servicio, en caso de que presten alguno.

Es interesante observar que disidentes y opositores caen en la trampa de atribuir una inspiración ideológica a las decisiones del gobierno. Recientemente Fernando Iglesias señaló que la preferencia del gobierno por la adquisición de vacunas de procedencia rusa y china es ideológica. La verdad es bastante más prosaica. El plan original era adquirir la totalidad de las vacunas a uno de los socios del gobierno, excluyendo con medios legales al resto de las empresas del mercado en condiciones de realizar tal provisión. Como Hugo Sigman no estuvo en condiciones de cumplir los compromisos en tiempo y forma, y el resto de las empresas que poseían las habilitaciones internacionales correspondientes ya habían colocado su producción (el Gobierno tampoco levantó los bloqueos dispuestos para tal fin), tuvo que recurrir a productos sin las autorizaciones correspondientes. La ideología vino después.

Durante los primeros periodos de gobierno de los Kirchner, en las épocas de las vacas gordas, la legitimación ideológica era apenas un suplemento discursivo para minorías ilustradas. En la medida en que las dificultades empezaron a aumentar y los recursos disponibles disminuyeron fue más necesario complementar las medidas con narrativa. El gobierno de Alberto Fernández, en medio de una debilidad y escasez inéditas, se ve obligado a apoyar cada decisión sobre un argumento ideológico. Militantes, intelectuales y científicos, rentados o vocacionales, buscan en los arcones del pensamiento progresista, nacionalista y de izquierdas los conceptos para decorar y presentar en sociedad la vergonzante voracidad de poder del kirchnerismo. Crisis del país, crisis de la inteligencia. 

 

*Doctor en Filosofía

por Héctor Ghiretti*

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