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OPINIóN | 03-07-2020 12:12

Para el año 2050 la mitad de la población será alérgica

En la Argentina hay actualmente cinco millones y medio de personas que sufren de rinitis. El asma y cómo diferenciar los síntomas de alergia en tiempos de Covid-19.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que para el año 2050 la mitad de la población será alérgica. Cuando hablamos de alergia, lo primero que nos viene a la cabeza es un cuadro respiratorio con estornudos, agua en la nariz y picazón en los ojos, o problemas en la piel, con ronchas y eccema. Pero la alergia también se manifiesta en otros sistemas del cuerpo humano, como el aparato digestivo.

Entre los profesionales dedicados a estas enfermedades es muy común el concepto de “marcha alérgica”. Se llama marcha alérgica a la presencia de alergia gastrointestinal (en general, alergia a las proteínas de la leche de vaca) en los primeros meses de vida, luego aparece el eccema atópico hasta aproximadamente los 3 o 4 años de vida. Más tarde, entre los 6 y los 12 años, se presenta la rinitis alérgica y el asma, y esta última también puede aparecer en etapas muy temprana de la vida y mantenerse en el tiempo.

Es importante tener presente este dato, ya que hay entre 400 y 600 millones de personas que sufren rinitis alérgica. Los cambios en la temperatura actuales aumentan las probabilidades de enfermarse. Esto sucede porque el cuerpo está preparado para cierta temperatura y, ante esta variabilidad térmica, el organismo pone en marcha mecanismos de regulación que aseguran su supervivencia. En cierto modo, el cuerpo busca el equilibrio ante las distintas situaciones ambientales y climáticas. Un papel fundamental cumple el uso de la calefacción, que mantiene a los virus y bacterias presentes en el medio ambiente.

En este intento de regulación, aparecen síntomas que son el resultado de una reacción inmunológica en cadena denominada reacción alérgica, en la cual el sistema inmunológico reacciona excesivamente produciendo anticuerpos denominados inmunoglobulinas E (IgE). Estos actúan contra alergenos específicos que hacen que ciertas células liberen sustancias químicas responsables de los síntomas alérgicos.

Las personas que padecen rinitis alérgica presentan síntomas característicos: estornudos a repetición, goteo nasal de mocos acuosos, congestión con obstrucción de las fosas nasales y picazón de nariz, de oídos, paladar y garganta. Cuando se asocia con conjuntivitis alérgica, tienen también lagrimeo y picazón en los ojos y un síntoma del cual se ha hablado mucho estos días: disminución del olfato (hiposmia).
Los alergenos que están presentes en el interior de los hogares (ácaros del polvo, pelos y células de la piel de las mascotas, hongos, etc.) causan la llamada alergia estacional del otoño. Aquellos que están en el exterior (pólenes de árboles, pastos y malezas) suelen causar cuadros alérgicos durante la primavera.

Algunas personas pueden tener síntomas todo el año y empeoran en los cambios de estaciones Otro factor para tener presente es la polución ambiental, tanto en los lugares cerrados (humo de tabaco y otros químicos) como al aire libre (las partículas diésel, por ejemplo), capaces de potenciar la alergenicidad porque actúan como transportadoras de estas sustancias y empeoran la rinitis o el asma.

La alergia se relaciona frecuentemente con otras enfermedades como sinusitis, conjuntivitis, otitis media y asma bronquial. Cuando la rinitis se asocia al asma, se afectan de manera notable la salud y la calidad de vida, es causa de altos índices de ausentismo escolar y laboral, y aumenta el riesgo de internaciones y de consultas a la guardia con el consiguiente riesgo en la salud del paciente. Todo esto causa una suba drástica en la necesidad y utilización de los recursos de salud. En definitiva, el subdiagnóstico y el tratamiento de la rinitis pueden empeorar el asma coexistente y causar un problema mayor en la salud pública.

La rinitis tiene una prevalencia muy alta, por lo que se la considera como la enfermedad respiratoria crónica más frecuente en casi todo el mundo. Los estudios epidemiológicos muestran que la prevalencia sigue en aumento sobre todo en los países en desarrollo, tal vez debido a las modificaciones que sufre el medio ambiente, a los cambios climáticos y al estilo de vida urbano.

La Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC) realizó el primer “Estudio de prevalencia de rinitis alérgica en la República Argentina” en el año 2017. El objetivo era trazar un mapa de la enfermedad para así abordarla como un problema de salud pública. Los resultados de este estudio fueron presentados en el XL Congreso Anual de la AAAeIC, y entre las conclusiones más relevantes del estudio se destacan:
• La prevalencia actual de la rinitis alérgica en la República Argentina en la población entre 5 y 44 años es del 20,5% (5,5 millones de personas).
• Es más frecuente en viviendas con mala ventilación y en aquellas ubicadas en zonas de alto tránsito.
• Solo 3.800.000 de personas tendrían diagnóstico médico de rinitis alérgica.
• 1.700.000 personas tienen la enfermedad y no han sido diagnosticadas.
• 170.000 personas se automedican, esto puede llevar a tratamientos erróneos, falta de control de síntomas y percepción de falta de eficacia.

Los alérgicos son personas vulnerables, ya que el proceso inflamatorio (mediante la presencia de unas células llamadas leucotrienos) atrae a los virus. Esta es la razón por la cual, en los jardines de infantes y las guarderías, y agravado por la inmadurez inmunológica natural, los niños de diferentes edades son propensos a enfermarse de manera recurrente.

La alergia no es una patología banal, debe ser tratada y en la actualidad hay un arsenal terapéutico importante. Además de las medidas en el medio ambiente, es importante el control médico personal. En algunas oportunidades, los pacientes necesitan cumplir con inmunoterapia (vacunas) las que modificaran la historia natural de la enfermedad.

En plena pandemia y ya entrada la época invernal, es fundamental recordar que la rinitis alérgica produce congestión y obstrucción nasal, con la consiguiente disminución del olfato (hiposmia) antes mencionada. Por su lado, la COVID-19 causa falta total del olfato (anosmia), que se instala de manera brusca. Esta pérdida abrupta del olfato constituye hoy el criterio número 4 de definición de caso sospechoso de enfermedad por el nuevo coronavirus.


*Otorrinolaringóloga – Experta En Olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires.

por Stella Maris Cuevas*

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