La selección argentina logro el triunfo soñado, pero además de llevarse la copa del mundo, los dirigidos de Lionel Scaloni lograron algo que sucesivos gobiernos vienen prometiendo y han fracasado penosamente. Unir a los argentinos.
En los albores de la pandemia, la política parecía estar logrando consensos entre los actores que conmovían a una gran parte de la sociedad. Las conferencias de prensa del Presidente de la Nación junto a un jefe de gobierno percibido como potencial líder opositor, transmitian una tolerancia, una generosidad y una sensación de que la patria estaba encima de todo que movilizaban a cualquiera.
Sin embargo, en ambos lados del arco político, la chiquita, la interna y los egoísmos primaron por sobre la construcción de un destino común. Los fugaces intentos de tender puentes, fueron dinamitados por la necesidad de permanentemente invalidar al “enemigo interno”, censuras y persecuciones internas parecian propias de un estalinismo orwelliano.
El eslogan de “Argentina Unida” que aparece en cada publicidad oficial, es la cascara vacía de una melancólica tristeza, tras una unión que no fue, y que fue aplastada por las luchas internas y los egos palaciegos. La frase parece una ironica expresion de deseo que resuena por los pasillos de Balcarce 50.
Mientras tanto, la selección Argentina, construyó en silencio y con paciencia, las bases de un éxito que conmovió no solo a los argentinos sino al mundo entero. Fue tal el nivel de unión que llevó la selección a los Argentinos, que sacó a relucir las virtudes más generosas de nuestro sentir. Detrás se escondía el deseo reprimido de sentirnos los mejores. El hincha argentino no conoce de grietas ni de luchas internas, no existe rivalidad que divida a los simpatizantes de la selección frente a la diferencia entre Messi o Maradona, ambos al igual que en la antigua Roma, son incorporados al panteón de los Dioses del futbol sin distinción.
Nuestro país debe progresar y aspirar a un futuro. Pero en este camino habran diferencias, necesarias para construir una democracia con pluralismo. Sin embargo, tiene que primar siempre el objetivo común: ser el mejor país y la mejor sociedad posible. Nadie podría concebir que una selección partida al medio entre una facción detrás de Lionel Messi y otra facción detrás del Dibu Martínez podría llegar a cualquier tipo de éxito deportivo. Resulta indispensable trasladar esta lógica a la política nacional y encolumnar a los argentinos detrás de un proyecto amplio.
Soy de una generación en la que muchos crecieron con un pasaporte extranjero en un cajón, y el precio de un taxi a Ezeiza en la cabeza. No podemos permitirnos que la selección Argentina sea lo único que nos haga sentirnos orgullosos de sacar un pasaporte argentino en un aeropuerto.
por Tobías Belgrano
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