Martín Rejtman es el director que mejor supo reflejar el desconcierto y el ritmo de una generación. Sus personajes en “Silvia Prieto”, “Los guantes mágicos”, “Dos disparos” y la recientemente estrenada “La práctica” se dejan arrastrar por la acción y el azar en un mundo que sufre de astigmatismo. La existencia es medio borrosa, los bordes del futuro carecen de nitidez, todo se parece, pero nada es igual.
El suyo es un cine de repeticiones, como el síntoma que persiste más allá de nuestra voluntad, apareciendo en el momento y el lugar menos pensado. Cuando la productividad manda, Rejtman rescata la inutilidad de un tipo al que le dicen lámpara de botella porque no sirve para nada o de un biombo invendible, ¿quién quiere tapar algo en tiempos donde reina la exposición?
En “La práctica”, un confundido profesor de yoga interpretado por Esteban Bigliardi camina por Santiago, una ciudad ajena y a la vez propia. Pero si Nanni Moretti recorría las calles romanas con su Vespa, él lo hace con una rodilla rota, esquivando separaciones, robos, alumnos, terremotos, una madre demandante y retiros espirituales en cabañas sin toallas. Quizás la revelación se esconda en el fondo del bosque, en la profundidad de un pozo o en el aroma narcótico de un buen café.
Noticias: En “La práctica”, Esteban Bigliardi está muy parecido a usted. Había muchas Silvia Prieto, ¿pero también hay más de un Rejtman?
Martín Rejtman: Por algo lo elegí para la película y escribí el guión pensando en él. Hace mucho que soy consciente de que tenemos cierto parecido y me dieron ganas de trabajar con Bigliardi para jugar un poco con esa idea, porque no es una película autobiográfica, pero el personaje tiene varias cosas mías. Acá el tema era que no habíamos hecho nada juntos, cuando escribí “Los guantes mágicos” para Vicentico yo ya había trabajado con él, “Silvia Prieto” la escribí para Rosario Bléfari y para todos los actores que participaron, pero con Esteban no había trabajado nunca, así que hasta no conocerlo evité confirmarle que era el protagonista, pero en un momento se lo confesé (se ríe).
Noticias: ¿La práctica hace al maestro y también hace al director?
Rejtman: Claro, sin práctica no hay posibilidad de hacer películas De hecho, estudié en la Universidad de Nueva York y lo más importante de mi formación fue una clase que tomé donde estábamos divididos en equipos de cuatro, teníamos que filmar un corto por semana intercambiando roles entre nosotros, en esa práctica es donde vas aprendiendo. Sino el cine es muy difícil y creo que en todo lo demás también, sin práctica no hay posibilidades. En el yoga pasa lo mismo, lo practico hace años y tiene mucho que ver con la constancia, con el hacer, no solo pensar en algo sino ejecutarlo, porque muchas veces primero está la acción y después la reflexión. Mis películas funcionan así, van para delante. Avanzan sin pensar en lo que pasó ni en lo que pasará.
Noticias: ¿El cine argentino está como el protagonista de “La práctica”, desorientado, cayéndose en un pozo y con la rodilla rota?
Rejtman: Hoy venía pensando que estamos todos un poco así, sin saber para dónde ir y cómo reaccionar. No me quiero poner a hablar de política, pero da la impresión de que estamos aterrorizados, con miedo de hablar, de decir lo que uno piensa y que te caigan encima con escraches. No es un momento muy bueno para expresarse en general, pero particularmente en la cultura estamos siendo atacados como si fuéramos el enemigo. Pareciera que cualquier cosa que tiene que ver con la cultura inmediatamente se asocia a la corrupción o al marxismo, como si el marxismo fuera una mala palabra, un insulto, eso no se veía desde la dictadura. Son ataques constantes, imaginate que vivimos un momento donde Mirtha Legrand es una persona de izquierda, ¡cómo se habrá corrido todo para llegar a eso! Pensar que no quería hablar de política...( nos reímos)
Noticias: Salgamos de acá y vayamos hacia atrás. Dentro del juego de repeticiones que hay en su cine hubo una de la vida real que me llamó la atención. De chico usted vivía en la calle Rosario y después Rosario Bléfari, fue su protagonista emblemática. ¿Coincidencia o destino?
Rejtman: Es cierto que viví en la calle Rosario, ¿cómo sabés eso? El periodismo sabe todo (sonríe). La vida está llena de coincidencias, solo hay que saber mirarlas, a veces esas cosas pasan de largo porque ni siquiera te das cuenta y así es como trabajo los guiones, resaltándolas. Rosario Bléfari apareció cuando yo quería filmar el corto “Doli vuelve a casa”. Ella era novia de Martín Reyna, el protagonista del corto, yo no la conocía, pero escribí el guión pensando en eso, se me ocurrió que esa novia podía ser un personaje y apareció Rosario. Para ese corto todos confiaron en mí, desde Tristán Bauer que me prestó la cámara sin conocerme hasta Rosario. Nunca supe demasiado bien el por qué de esa confianza, quizás me vieron muy decidido. El rodaje de “Silvia Prieto” también fue largo, duró cuatro años, pero no fue un sufrimiento, lo pasábamos tan bien filmando. No fue a propósito, pero nos gustaba ese ritual y nos costaba despedirnos.
Noticias: Ya que estamos con “Silvia Prieto”, hace poco entrevistamos a Valeria Bertuccelli y nos dijo que eras el genio de la música en el texto y que dirigías una película como si fuese una partitura…
Rejtman: ¡Qué lindo! Con Valeria somos muy amigos, ella hace lo suyo siempre y muy bien. No es que someto a los actores a una forma de hacer y decir, quizás ajusto algunas cosas para que entren dentro de los parámetros. Pero creo que la forma de decir siempre es importante, si no existe una manera de hablar de los personajes queda todo en el aire, en las película hay un decir particular consciente o inconscientemente. Quizás en las mías es más consciente, tiene que ver con la idea que tengo de las escenas, funcionan solo si los diálogos están dichos a una velocidad determinada, con las pausas necesarias, sino cambian su sentido. Cada escena tiene que estar en su lugar, para mí si una falla nada funciona. Me angustia que un actor no recuerde los textos porque me da la sensación de que si eso no está perdí la película. ¡Es un vértigo terrible! (se ríe)
Noticias: De este orden que deben tener las escenas pasemos al del vajillero. ¿Sigue coleccionando cafeteras y tazas?
Rejtman: Sí, sigo coleccionando. Las últimas tazas me las compré en un viaje a Italia que hice el año pasado cuando me invitaron de jurado a un festival en Torino. Fui al mercado de pulgas y conseguí tacitas de café y de capuccino, me gustan mucho las de bar, esas que venden cuando cierra alguno. Una chica que es fan de mis películas también me regaló una taza linda, se ve que la gente sabe esto y bueno... Lo que compré en Italia pesaba una tonelada, me vine hasta con los platitos, las traje igual y desayuno con eso todos los días. Yo viví un año en Italia y los italianos me complicaron un poco la vida (sonríe), son tan estrictos con la comida y el café, ¡se come tan bien! Con mis amigos dábamos vueltas por la ciudad solamente para comer y medio que me arruinaron el gusto porque cuando volví no sabía donde encontrar un buen café acá. Vivía en Palermo y me iba hasta el Florida Garden, a El Torreón o a uno que finalmente encontré más cerca de mi casa, el ABC, un bar armenio en la esquina de Scalabrini Ortiz y Córdoba.
Noticias: Buen café vamos a seguir encontrando, ¿pero algún día volveremos a las salas de cine como antes?
Rejtman: No lo sé, pero a mí lo que me gusta es ir al cine. Hace unos días ví otra vez “Tres tristes tigres” de Raúl Ruiz al MALBA y a la semana siguiente fui a ver “La trampa”, no es que me haya gustado mucho la película, pero yo tenía ganas de ir al cine y no había otra cosa. Lo que me convoca a veces es lo que hay en cartel, la paso muy bien en el cine. Sigo yendo a pesar del pochoclo y del celular, disfruto de estar en la sala y ver una película con público. Durante la pandemia me compré un proyector para ver cine en casa con un buen sistema de sonido y todo, pero la experiencia no tiene nada que ver. La idea de esperar a que empiece la función y no que arranque cuando vos querés sigue siendo interesante. “La práctica” se va a proyectar, al igual que mi documental “El repartidor está en camino”, dentro del MUBI Fest. Es en el cine Cacodelphia, donde estuvo durante años el mítico Cine Arte. Está pegado al subte y si bien hicieron una gran trabajo para neutralizar el sonido, de a ratos sigue vibrando el piso cuando pasa el subterráneo. Ojalá suceda eso durante la escena del terremoto, sentir ese temblor.
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