Sin dudas este episodio va a ser un quiebre aunque sea aún temprano para calibrar adecuadamente sus derivaciones políticas y sociales. El rechazo mayoritario y la solidaridad de la dirigencia política, económica y social es una buena señal, aunque tuvo sin embargo empañado por algunas voces que deslizaron, de modo más o menos explícito, responsabilidades cruzadas respecto de los orígenes de los discursos intolerantes. También se percibió una confusión respecto a la jerarquía de la importancia de los temas en cuestión.
La discusión sobre la oportunidad del dictado del feriado es válida, pero de una relevancia infinitamente menor respecto del intento de magnicidio. A partir de ahora el desafío de la clase política es trasmitir prudentemente calma a la sociedad a través de un lenguaje moderado y actitudes acordes al propósito de pacificar los ánimos. A la espera de la investigación judicial que proporcione elementos para determinar si estamos frente al accionar de un individuo solitario y emocionalmente inestable o ante un acto de otra envergadura lo éticamente obligatorio es fortalecer las conductas democráticas.
Los conflictos y las diferencias son lógicas y naturales en toda comunidad. Un sistema pluralista debe procesarlas absteniéndose de transitar antagonismos irreconciliables. La mayor contribución en estos momentos por parte de todos, pero particularmente de quienes tienen mayores responsabilidades es conducir los acontecimientos a los máximos niveles de racionalidad dentro del pleno funcionamiento de las instituciones.
El intento criminal no tuvo éxito. Cristina Fernández de Kirchner salió indemne lo cual debe ser celebrado por todos. Aterra pensar las derivaciones personales y colectivas si otro escenario hubiese tenido lugar. Afortunadamente podemos encarar el futuro sin esa tragedia a cuestas.
Comentarios