El árbitro hace sonar el silbato. El partido terminó y el equipo que preside Claudio Fabián Tapia es el nuevo campeón. Todo es jolgorio y alegría, pero en el medio de los festejos el celular del “Chiqui” suena una y otra vez. No pasaron ni tres minutos desde el final del torneo, pero al hombre que está llamando no conviene hacerlo esperar. La voz es inconfundible. “Felicitaciones pibe, sos campeón. Disfrutalo”, le dice Julio Humberto Grondona desde el otro lado de la línea.
Desde esa llamada del mandamás del fútbol, cuando Tapia acababa de conseguir su primer logro deportivo -ascender, por primera vez en su historia, a Barracas Central a la B metropolitana- transcurrieron doce años. Aunque pasó mucho tiempo, en el fondo nada cambió: los logros en la cancha se traducen en victorias políticas, como bien sabía el hombre que usaba el anillo que rezaba “Todo pasa”. Ahora, con la Copa del Mundo a upa, se hizo claro quién mejor entendió el legado de Grondona, el primero que pudo ocupar el trono de poder que este dejó vacante. La era “Chiqui” llegó para quedarse.
TRES ESTRELLAS. ¿Cuánto queda de aquel Tapia del 2010? O, yendo aún más atrás, ¿cuánto queda del Tapia que llegó a la Capital junto a su familia humilde desde San Juan?
Los allegados al “Comandante”, como lo llaman sus laderos en la AFA, dicen que todo tiene que ver con sus orígenes. Que Claudio Tapia recita de memoria, hasta el día de hoy, las calles de Barracas y La Boca por las que le tocaba pasar la escoba cuando tuvo su primer trabajo, como barrendero: Wenceslao Villafañe, la avenida Almirante Brown hasta el Parque Lezama, y de ahí bajaba por Martín García. Dicen que llegó a ser presidente de la Asociación del Fútbol Argentino justamente por la experiencia que le dio la calle -también fue recolector de la empresa Manliba, de los Macri, época en la que se afilió a Camioneros-, y por sus años como sindicalista, una doble condición que lo hizo llegar al mundo del fútbol con la cintura ya entrenada, además del empuje que le dio el matrimonio que tuvo con Paola Moyano, la hija de Hugo.
LA TERCERA. Tapia, festejando en Qatar luego del triunfo de Argentina ante Francia. La Selección acababa de conseguir la Copa del Mundo.
Hoy Tapia se parece bastante a su mentor, Grondona, a quien siempre admiró y al que le copió la curiosidad de no conocer una palabra de inglés. En esto se puede decir que el “Chiqui” fue un adelantado: no necesita ningún otro idioma para torearse con Aníbal Fernández, en lo que fue la previa a la caravana fallida de la Selección, para cambiar mensajes con “Wado” de Pedro desde el avión que lo traía a él y a los campeones desde Qatar, para recibir las felicitaciones de Máximo y Cristina Kirchner luego del trofeo mundial, o para hacerle llegar el mensaje a Alberto Fernández de que tiene bien guardado en su memoria el momento en que el Presidente intentó desplazarlo. Y, sobre todo, Tapia sabe que con el castellano se puede entender bien con quien es el corazón de su capital político, la llave con la que logró tener bajo su ala a toda la dirigencia del fútbol local, aún a quienes lo criticaban o querían desplazarlo: Lionel Messi, y los logros y negocios que con el Diez se pueden conseguir.
Es que el “Chiqui” lo sabe: por estos días mundialistas parece sentirse el hombre más poderoso del país.
Los que conocen a Tapia dicen que con Alberto y su gobierno no hay un solo problema, sino que es una suma de varios.
Acá primero hay que entender la psicología del dirigente de fútbol. Para la mayoría la política es el reino del “todo pasa”, diría Grondona: un mundo donde cada dos o cuatro años cambian las caras, mientras que la pelota -y sus dueños- quedan siempre, y cuyos mandatos no los definen millones de personas de todo el país sino apenas un puñado. “Es que el fútbol maneja más territorio en Argentina que la Iglesia Católica”, dice Daniel Ferreiro, ex vicepresidente de Nueva Chicago que fue vocero de Tapia y, luego de unos años de encontronazos, ahora volvió a amigarse con él. Y “el Chiqui” mostró que conoce al mundo del fútbol. Llegó a ser presidente en el 2017 -luego del escándalo del 38 a 38 del 2015 que relegó las chances de Marcelo Tinelli y la intervención de la AFA- gracias al poder que le dio el “Ascenso Unido”, un grupo de clubes del interior y del ascenso con los que juntó los 40 votos que lo convirtieron en presidente.
Tapia es el primero en manejarse con frialdad calculada con la política. Con Fernández, por ejemplo, tiene motivos de sobra para estar distanciados. Alberto intentó desplazarlo cuando llegó a la presidencia, apoyando a candidatos como Tinelli, el fallido presidente de San Lorenzo, o Marcelo Achile, mandamás de Defensores de Belgrano. Los que siguieron de cerca esta pelea remarcan que el gran problema fue que el mandatario “rompió los códigos”, afrenta que en este mundo no se suele olvidar: Tapia, Tinelli y Alberto habían cerrado un acuerdo de palabra a principo del 2020 para que el otrora exitoso conductor de televisión se quedara con el manejo de la liga local y “el Chiqui” volviera a ser electo en la AFA. Pero con el fútbol local en manos de Tinelli, este y Alberto se envalentonaron y quisieron tomar el cielo por asalto, y empujaron una denuncia judicial contra la reelección del “Chiqui”. La Inspección General de Justicia, de hecho, tuvo en sus manos la bala de plata para desbancarlo, pero el organismo que preside Ricardo Nissen, abogado de Cristina Kirchner con muchas terminales en el ecosistema K, rechazó ese pedido. Esa decisión, y la relación que Santiago Carreras, directivo de YPF, el único funcionario que viajó a Qatar, y el hombre que ayudó apagar este y otros incendios, explica por qué Tapia mira con mejores ojos al kirchernismo que al Presidente.
De ahí que nunca se le pasó por la cabeza ir a la Rosada a festejar el campeonato. Aníbal Fernández, en la mañana del martes de la caravana, se lo propuso más de una vez. Antes, cuando estaban en Qatar, también hubo gestiones, que se iniciaron luego del partido contra Holanda. Pero no prosperaron.
El gran tema de debate, sin embargo, es lo que dentro del fútbol se conoce como “el doce doce”. Es el decreto 1212 que promulgó la AFIP de Macri pero que el gobierno de Alberto validó, y que aumenta significativamente las cargas sociales que pagan los clubes en la Argentina. En la única charla en persona por este tema, en un mano a mano muy caliente a principios del 2020, Tapia le dijo al Presidente que esta decisión suponía un impacto de hasta $ 700 millones por año -un cálculo que le ayudó a armar su mano derecha, Pablo Toviggino (ver recuadro)-, lo que podría llevar a la quiebra a muchos clubes. Como buen político, “el Chiqui” sabe que el apoyo que puede conseguir de los dirigentes depende de la salud económica de los clubes que comandan.
Con el macrismo la relación no es mucho mejor. Aunque Tapia tiene buen diálogo con Daniel Angelici, con quien cerró un acuerdo en su momento para ser presidente -de hecho, “el Tano” estuvo muy activo durante el Mundial con el reparto de entradas-, con Macri guarda distancia. Está en la memoria fresca de los dirigentes deportivos la intervención de la AFA que hizo su gobierno, y también el temor, muy compartido, sobre el futuro del fundador del PRO. En el mundo del fútbol se sobreentiende que el ex presidente quiere volver a incidir en este ambiente -por algo es titular de la Fundación FIFA-, y muchos piensan que este nuevo Macri radicalizado, que habla de privatizar Aerolíneas Argentinas y otras ramas del Estado, impulsaría este modelo de negocios para el rubro de la pelota. Y, además de lo que eso supondría para los millones de hinchas y socios de todo el país, para los dirigentes de fútbol la pritavización sería sacarlos de la cancha.
LA PELOTA NO SE MANCHA. Hasta los opositores a Tapia admiten que su gran éxito fue la comunión que logró con Messi y los jugadores. La carta a la Conmebol en la que denunció irregularidades -luego de una polémica eliminación de Argentina ante Brasil en la Copa América 2019-, que le valió que no le dieran lugar en el Consejo de la FIFA -cargo que
Es muy peronista, y de ahí mantiene una relación fluida con su gobernador, Gerardo Zamora. No sólo es el cerebro económico de la AFA sino que también maneja las relaciones institucionales y políticas.
También destacan en este campo las terminales que tiene con Sergio Massa y los suyos, y también del otro lado de la grieta: igual que “el Chiqui”, tiene diálogo con el macrista Daniel Angelici.
Toviggino y Tapia, el sanjuanino, son dos que explican porque varios partidos de la Selección se juegan en el Interior, además del apoyo que tiene este armado de clubes de esa zona. paga US$ 25 mil al mes-, la banca a Scaloni cuando nadie apostaba por él, la convivencia en la Copa América 2021 -era plena pandemia y jugadores, dirigentes y cuerpo técnico estuvieron encerrados 45 días-, y el logro de la Copa del Mundo unieron al “Chiqui” con todo el plantel. “Es que, con lo bueno y con lo malo, Claudio parece un jugador más”, dicen en ese entorno, haciendo hincapié en el pasado de futbolista y director técnico que tuvo Tapia de joven, en Barracas Central.
La Selección, además, es una usina de negocios para la AFA, la gran joya junto a los ingresos que da la venta de derechos de la televisación de los partidos de la liga local. Para Tapia, que agarró la asociación en estado deficitario y en plena crisis económica del país, este es un tema central. De hecho, hay algunas investigaciones que pe- san sobre la espalda del mandamás de la AFA, que además es vicepresi- dente del CEAMSE, la empresa que realiza la gestión de los residuos en la Ciudad. La Justicia de San Martín, a raíz de una denuncia anónima, lo investiga por lavado de dinero y defraudación en una supuesta compra de inmuebles.
Todo esto, sin embargo, parece muy lejos del presente de Tapia. Ahora lo recibe el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, como un héroe, mientras que los tatuajes con su cara se empiezan a repetir, o un peluquero ofrece gratis su corte de pelo durante un año. Y para adelante tiene claro los pasos a seguir: quiere mantenerse en el sillón de la AFA al menos ocho años más, cuando espera poder realizar en Argentina -más Uruguay, Chile y Paraguay- el Mundial 2030. Ya tuvo varias reuniones con sus pares latinoamericanos y está hablando el tema con el actual Gobierno. Y con el que vendrá. Porque, como decía Don Julio, todo pasa. Salvo la pelota y su poder.
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