Friday 6 de December, 2024

POLíTICA | 25-05-2023 00:30

El plan de Cristina Kirchner para dignificar la huida

El renunciamiento con relato épico enmascara el mal pronóstico electoral. Trastienda de su última carta. El dilema de las PASO y la opción Kicillof. La Cámpora acercándose a Massa.

El estadio de Ferro, colmado, estalla en un mismo grito. Los dirigentes más importantes de todas las tribus del peronismo del país, entre los que hay intendentes, gobernadores y ministros, acaban de subir al escenario y el público tiene una sóla consigna para corear. “Cristina presidenta, Cristina presidenta”, dicen, estirando la últimas dos vocales. Los popes del espacio, entre ellos Axel Kicillof, “Wado” de Pedro, Gildo Insfrán y el riojano Ricardo Quintela, se pliegan al canto. Algunos lo hacen convencidos, otros por conveniencia -como un gobernador bonaerense que necesita que ella compita para intentar ir por la reelección-, y otros porque la circunstancia no les deja mucha más opción. Es el martes 16 de mayo, falta un mes y ocho días para el cierre de listas, y el reloj dice que pasaron unos minutos de las 18 horas.

A las 18.21 la mujer coreada en el barrio de Caballito sube una carta a sus redes sociales. “A los compañeros y las compañeras”, se titula, y viene con una sorpresa que va a caer como un balde de agua congelada en Ferro. Luego de un largo análisis, en el que la vicepresidenta lanza dardos al FMI, a la Corte, a Mauricio Macri, a los “medios hegemónicos” y a Alberto Fernández, ella hace una nueva declinación a una candidatura. Es el último capítulo de una historia que el grueso del espacio y de la militancia se negaba a creer cierta. Cristina Kirchner se corrió definitivamente de la contienda electoral. Y de esta manera, como demostraban los cánticos a grito pelado en la cancha del Oeste tan sólo unos minutos antes de que su texto se hiciera público, se metió de lleno en otro laberinto.

El problema que enfrenta ahora CFK no es uno que se resuelva sumando apoyos de dirigentes, despotricando contra algunas instituciones o subiendo efemérides a sus redes sociales. La otrora presidenta enfrenta la que quizá sea la encrucijada más difícil que tuvo que afrontar a lo largo de su extensa carrera: es el desafío de cómo dignificar su huida, como sacarle el cuerpo a las elecciones nacionales, en un momento dramático del país y del peronismo, sin perder en el medio su atractivo electoral ni su capital político. ¿Podrá escapar de su propia trampa?

Ratonera. La primera reacción de su primer anillo fue el shock total. Quizás el único al que no le haya causado ni un mínimo de sorpresa sea Máximo Kirchner. El líder de La Cámpora se había mantenido impasible en su pensamiento en los últimos meses e insistía en que su mamá no cambiaría su postura de no ser candidata. De hecho, en el acto en La Plata a fines de abril fue uno de los pocos que no aplaudieron ni cantaron cuando todo el público coreó el “Cristina presidenta” que llevó a la aludida a pedir que no se hicieran los rulos.

Esa había sido una proclama que algunos prefirieron no escuchar mientras que otros se quisieron convencer de que había aún un espacio para hacerla cambiar de opinión. Entre estos estaban los que la fueron a visitar o hablaron con ella en las últimas semanas, luego del evento en el Teatro Argentino platense. Muchos se habían ido de su casa en el barrio de Recoleta con la firme convicción de que estaba replanteándose su decisión de no competir. “Ella había adelantado su postura en diciembre con la expectativa de que en estos meses surgiera alguna alternativa, pero no aparecía. Lo de la Corte es una lástima, demolió todo el trabajo que veníamos haciendo, estaba a punto de lanzarse ella”, cuenta un dirigente.

Según sostienen quienes venían dialogando con ella, la vicepresidenta había empezado a abrir su oído al tan mentado operativo clamor. La progresiva erosión de la figura de Sergio Massa, que para aquel 6 de diciembre en el que se conoció la condena a CFK y su posterior declinación electoral parecía una opción prometedora -había logrado hilvanar dos meses con inflación a la baja y había esperanzas de continuar en ese sendero-, y la falta de crecimiento de los propios como “Wado” de Pedro la habrían hecho dudar. Los primeros resultados electorales en las provincias, en Jujuy, Misiones y La Rioja, donde reeligieron los oficialismos -con especial atención a la última localidad en la que volvió a triunfar el peronismo-, fueron, según este relato, otros motivos que la hicieron empezar a replantear su decisión.

Los que pusieron este sentimiento de esperanzas en palabras habían sido la senadora Juliana Di Tullio, el diputado Eduardo Valdés y Juan Manuel Ubeira, el abogado de CFK. El viernes 12 de mayo los tres presentaron un libro sobre “el lawfare” contra Cristina, y en ese acto posaron para la foto con una cabeza de maniquí con peluca y ruleros. Siendo los tres del círculo íntimo de la vicepresidenta, muchos habían visto una señal en el evento que venía con la consigna textual de “hacerse los rulos”. Habían entendido que tenía el aval de la ex presidenta.

De cualquier manera, esa esperanza duró poco. La carta de Cristina terminó de derribar cualquier expectativa.

Los que estuvieron en contacto con la vicepresidenta juran que fue clave en su lectura del tablero la decisión de la Corte Suprema de suspender las elecciones en Tucumán y San Juan a cinco días de que sucedan. “Lo leyó como un mensaje directo de Rosatti a ella: si te presentás, te bajamos dos días antes”, cuentan en su círculo.

Entre los que más hablan con Cristina se asoma, sin embargo, otra línea de interpretación. Es mucho menos política o de lectura judicial que las que se suelen hacer sobre su figura. Esta es del ámbito personal. “A ella la cambió ese disparo que no salió”, dicen cerca de la dirigente. Según esta version, el intento frustrado de magnicidio le hizo algún tipo de “clic” en su manera de pensarse: sea por la finitud de la vida, por la edad que tiene, por la nieta a la que no vio crecer o por la estabilidad del resto de su familia, la bala que afortunadamente no salió sí terminó teniendo un efecto importante e invisible sobre ella. Quienes sostienen esta mirada dicen que, entonces, la renuncia a la candidatura no hay que leerla solo en un plano electoral, sino también en uno mucho más terrenal.

Aterrizaje forzoso. Pero, más allá de las intepretaciones de quienes la tratan, lo cierto es que la decisión de Cristina Kirchner abre una serie de díficiles interrogantes a futuro.

Es que la vicepresidenta quedó atrapada en su propio laberinto. Construyó, de la muerte de su esposo en adelante, un movimiento ultraverticalista donde nadie le podía discutir de igual a igual ni nadie podía crecer como para hacerle sombra, lo que además explica la falta de nuevos dirigentes K con potencia electoral. Es un esquema que logró imponerse en la medida en que ella misma podía sostenerse como una garantía válida de poder y de votos.

Pero en los últimos años esta organización empezó a tambalear. El 2021 demostró que el Frente de Todos que ella armó a dedo y sin consultar había perdido cuatro millones de votos en comparación con el 2019. La furiosa crisis económica que continuó luego de esa mediocre performance electoral sólo hace suponer que las expectativas del oficalismo para este año no pueden ser altas.

Más allá de los planteos que hacen quienes hablan con ella, hay una realidad inevitable. La puso en palabras el consultor Jaime Durán Barba en una edición reciente de NOTICIAS: “Ningún político que tiene chances de ganar se baja de una elección”.

En esta encrucijada es en la que se encuentra presa CFK. Por un lado, la responsabilidad de que Alberto Fernández sea presidente es totalmente suya, lo que de por sí carga las tintas sobre su figura. Pero el plano simbólico es el que realmente la pone contra las cuerdas: durante casi quince años construyó su personaje sobre la idea de que estaba un paso adelante del resto, de que por la causa -jugando con la figura del setentismo- había que dar la vida, como la habían dado Perón, Evita e incluso Néstor, de que ella personificaba la lucha del bien contra el mal, y del ellos contra nosotros. Sobre este discurso se edificó su movimiento ultraverticalista, que por lo tanto tiene un delicado talón de Aquiles: no es que sin ella puede funcionar pero en una versión que enamore o funcione menos -como podrían ser un Kicillof o un De Pedro-, sino que sin ella directamente no funciona.

El operativo clamor, estos casi seis meses de insistencia pública y privada ante Cristina para que revea su decisión, es nada más que la comprobación empírica de esta tesis. No es que la quieren convencer sólo por afecto o por convicción personal: la quieren hacer cambiar de opinión porque sin ella todo el esquema se derrumba por su propio peso, lo que significa que muchos concejales, intendentes, diputados y gobernadores deberán salir a buscar trabajo a partir de diciembre. Un partido que nació tan vertical no puede funcionar sin su líder. En especial si ese líder no se corre porque tiene prohibido pisar el país o porque murió en su cargo, sino que deja su lugar por una supuesta decisión judicial que aún no se materializó.

Esto es algo que sabe la militancia K y que empezó a poner en palabras a medida que se fue convenciendo de que ella no iba a competir. Es una sensación que estaba empezando a crecer y que la carta de CFK terminó de darle vuelo: un reclamo a la jefa, algo que hace no tanto era imposible de imaginar desde adentro del corazón K. “Cristina, no me podés hacer esto”, le lanzó el humorista Dady Brieva. “Cristina, te venís equivocando y mucho, el kirchnerismo ahora se volvió un movimiento conservador”, dijo en su programa de radio en AM 530 Daniel Tognetti. “Hoy es un día desolador”, comentó Victor Hugo Morales luego del texto de la vice. Son apenas unos ejemplos de los reproches que vienen creciendo hacia ella. Vale aclararlo una vez más: todas estas protestas son el fruto lógico del propio sistema de pensamiento y discusión que Cristina creó y que la ponían a ella en la cima de todo. Es ese esquema que parió el que, ahora, se le vuelve en contra como un bumerán.

Y quien está anoticiada de este clima áspero es la propia CFK. De hecho, parecería que su denodado esmero en explicar la larga lista de causas que la llevan a no querer ser “mascota del poder” son, justamente, un mecanismo de defensa ante los esperables reproches. De hecho, a los veinte días de comunicar por primera vez su decisión ella armó un acto en Avellaneda que parecía tener como único fin explicar, de nuevo, con más calma y más tiempo, porque se había corrido. “No es que me bajé, me proscribieron”, lanzó en aquel evento, un mensaje que no era para el círculo rojo ni para los otros políticos sino para su propia base militante que estaba aún en shock.

Esa fue una tesis que CFK procuró repetir luego. En sus redes sociales subió un tuit con la misma lógica, y en el Teatro Argentino volvió a insistir con el tema. La explicación de la carta está ahí: como demostró ese encuentro en La Plata, ni la militancia ni la dirigencia le habían terminado de aceptar su declinación, por la sencilla razón de que era un oxímoron para este movimiento ultravertical.

Es ese también el motivo de los largos párrafos de su último texto. Busca construir una narrativa difícil de sostener: que la decisión de la Corte Suprema sobre Tucumán y San Juan fue un mensaje intimidatorio contra ella -cuando tanto Manzur como Uñac habían completado los dos mandatos que dicta la Constitución, algo que hasta el propio peronista José Luis Gioja admitió que no se podía hacer-, y que está “proscripta”, a pesar de que tiene sólo una condena en primera instancia y que no hay nada que le impida técnicamente ser candidata. Son tesis complejas de sostener como verdades absolutas, y el reclamo de la propia base K parecería indicar que ni siquiera ellos las consideran como tales.

No son sólo los argumentos que dio en la carta. La decisión de CFK de presentarse a una entrevista en C5N, en un formato con panelistas al que ella jamás se prestó desde que su esposo llegó al poder, habla de la obligación táctica de seguir en su gira de expiación ante sus votantes. Por ahora, dignificar la huida parecería una quimera. Un imposible.

 

 

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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