Saturday 28 de September, 2024

POLíTICA | 12-06-2024 11:14

Murray Rothbard: las inconsistencias del gurú económico de Milei y su historia desconocida

La vida oculta del padre del anarcocapitalismo. Dificultades para aprobar su doctorado y las criticas de Milton Fridman. Las ideas más locas de su teoría individualista para abolir el Estado.

Murray Newton Rothbard nació el 2 de marzo de 1925 en el Bronx, Nueva York, Estados Unidos. En la Universidad de Columbia recibió una licenciatura en Matemáticas en 1945. Tardíamente, en 1956, obtuvo su doctorado en Economía. Su disertación fue reprobada varias veces por sus supervisores. Sólo pudo obtener su título cuando estos docentes se alejaron de la institución para colaborar con el gobierno de Dwight Eisenhower. Rothbard acusó a todos sus ex compañeros de “comunistas”.

Una vez recibido se unió a la Fundación William Volker, una organización con fines inicialmente benéficos cuya segunda generación reorientó para difundir las ideas libertarias en su propio beneficio. Difundían las ideas del economista austríaco Ludwig Von Mises. Así, Rothbard devino en uno de sus tempranos divulgadores.

En 1962, la Fundación quebró y despidió a todo su personal, incluido Rothbard. Tras buscar sin suerte empleo en diversas instituciones, sólo consiguió trabajo como profesor part time en el Instituto Politécnico de Brooklyn, donde enseñó economía a estudiantes de Ingeniería. Sin departamento de Economía, el trabajo de medio tiempo le permitía dar clases dos veces por semana y dedicarse a la actividad política y la vida social.  “Durante sus 40 años de vida profesional nunca se despertó antes del mediodía”, recordó su colega Roger Garrison.

El Politécnico de Brooklyn fue fundado a finales del siglo XIX por un grupo de empresarios de Nueva York y su interés consistía en contar con recursos humanos de calidad. Más centrado en la Ingeniería que en la Economía, su devenir fue infructuoso: mientras Rothbard fue docente la institución recibió subsidios del Estado de Nueva York para mantenerse a flote.

También integró la fundación del multimillonario petrolero Charles Koch, quien le ofreció los recursos necesarios para fundar el Cato Institute, vigente hasta la fecha, que promueve ideas tan extrañas como construir edificios en reservas naturales. Su relación con Koch terminó mal.

En 1986 engrosó las filas de la Lee Business School, en la Universidad de Nevada, Las Vegas, donde alcanzó la posición de Distinguido Profesor de Economía hasta el final de sus días. Esta universidad es pública y no se caracteriza por su aporte académico en Economía.

Estado y propiedad. Rothbard no sólo es el economista preferido de Javier Milei. También es considerado el padre del anarquismo de la propiedad privada, que más adelante se denominó anarcocapitalismo. Delineó esta escuela de pensamiento basándose, entre otros, en Frederic Bastiat. “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás”, decretó el economista francés en su ensayo más conocido.

Quien desarrolló de un modo más pulido el anarquismo de libre mercado fue un alumno de Bastiat, el belga Gustave de Molinari. Este ensayista criticaba el carácter monopólico del Estado. Según él, éste nace y subsiste gracias al uso de la violencia. La supuesta seguridad que aporta el Estado  debía someterse a las reglas del mercado. Es más: postuló que debía existir libre competencia sobre la misma, sin que nadie, ni siquiera el Estado, pueda concentrarla en sus manos.

Pero sí consideraba que los monopolios que se generan en el mercado no son un problema, solo son una “restricción” de la oferta, la cual el demandante podría evitar. Así como niega que exista un problema con la concentración económica, también lo hace con el resto de las fallas de mercado que son las circunstancias que impiden la asignación eficiente de recursos. Por ende, el mercado siempre resuelve mejor que el Estado, si alguien genera una externalidad negativa como la contaminación.

Si bien las ideas de un liberalismo sin Estado ya estaban presentes desde hace varias décadas, Rothbard las radicalizó hasta llevarlas a posiciones extremas. Sus críticas al Estado lo condujeron a proponer su abolición en todos los ámbitos y reemplazarlo por un sistema político basado en la libre asociación y libre contrato. Una suerte de comunidad organizada de privados. Ese es su aporte fundamental.

Para Rothbard, estamos tan acostumbrados a la existencia del Estado que se ha naturalizado que monopolice los servicios policiales y judiciales. Niega la preexistencia de cualquier clase de contrato social.

“Por una nueva libertad: el manifiesto libertario”, de 1973, resultó ser una suerte de biblia para el movimiento liberal libertario de Estados Unidos. Aquí revindica la propiedad privada como la base de todos los derechos y al Estado como “una maquinaria de robo sistematizada” que interfiere en las libertades individuales y abogó por “la abolición del sector público, la conversión de todas las operaciones y servicios a cargo del gobierno en actividades realizadas en forma voluntaria por empresas privadas”.

Según Rothbard, la libertad y la propiedad privada van de la mano: sólo somos libres cuando los derechos de propiedad privada no son invadidos ni agredidos. El derecho a la propiedad es considerado “natural”. A partir de esta premisa construye el concepto de principio de no agresión. A grandes rasgos, proclama que nadie puede amenazar o violentar contra una persona o la propiedad de otra persona. La violencia sólo es aplicable a quien comete antes un hecho de violencia, por ende siempre es defensiva. Este prinicipio fue muy repetido por el mismo Milei durante sus primeras apariciones públicas, aunque hoy sin tanto énfasis. Este postulado, quizá el más loable del pensamiento libertario, es también el más endeble: es poco llevado a la práctica.

El problema del principio de no agresión aplicado por los libertarios es que nunca discuten cuándo, por el uso de la violencia, alguien se apropió primero de riquezas ajenas que, a su vez, fueron recibidas en herencia por sus descendientes.

La acumulación originaria de riqueza no se discute y luego se fantasea con un mercado meritocrático en el que quien ofrece mejores bienes y servicios es más competitivo.

No cuestionar la violencia pasada que ha generado gran parte de las riquezas muestra que este principio loable, presentado como liberal, esconde una visión conservadora. Nunca una libre competencia merecerá ser llamada así si una parte de la población posee herramientas inaccesibles por el resto desde su nacimiento.

El economista estadounidense afirmaba que los principios del libertarismo son el derecho absoluto de cada persona a la propiedad privada de su propio cuerpo y “el derecho a colonizar”, es decir, a apropiarse de los recursos naturales que nadie ha utilizado previamente. Para él, ningún derecho es inseparable del derecho de propiedad privada. Por ejemplo, en sus palabras, el derecho a la libertad de expresión es “el derecho de propiedad para alquilar un recinto de reunión a sus dueños, o para poseer uno”.

Mercado de niños. Respecto del aborto, la visión de Rothbard es realmente liberal, no como la de Milei y otros libertarios que lo consideran un asesinato incluso aunque resulte producto de una violación.

Rothbard señalaba que cada persona tiene el derecho absoluto a la propiedad privada de su cuerpo y catalogaba al feto como un “invasor” del cuerpo de la madre, expresando que éste se encuentra en el “seno materno” sin el consentimiento de la madre y por ende ella tiene derecho a “expulsarlo”. Por eso, para él no corresponde comparar la interrupción del embarazo con el asesinato de una persona.

Rothbard defendió que los niños pueden ser comprados y vendidos por sus padres. “Si un padre puede tener la propiedad de su hijo (dentro siempre del marco de no agresión y de libertad de abandono de hogar), puede transferirla a terceros. Puede dar al niño en adopción, o puede vender sus derechos sobre él en virtud de un contrato voluntario. En suma, tenemos que enfrentarnos al hecho de que en una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado de niños”, escribió en “La ética de la libertad”.

También argumentó que los niños, sin importar su edad, tienen el derecho de abandonar su hogar, buscar nuevos padres dispuestos a adoptarlos voluntariamente, o tratar de vivir por sus propios medios (basándose en el derecho de autoposesión). A su vez, postuló que los padres no tienen obligaciones legales para con sus hijos, es decir, no tienen por qué alimentarlos y justifica que pueden dejarlos morir.

 

“También ocurre que entre la variedad de capacidades humanas hay un gran número de niños subnormales, niños que no son receptivos a la instrucción, cuya capacidad de razonamiento no es muy buena. Obligar a estos niños ir a la escuela, como hace el Estado en casi todas partes, es un delito para con su naturaleza”, sostuvo en otro párrafo.

En cuanto a la apropiación de recursos naturales, sus ideas estaban en línea con lo que sostuvo “Bertie” Benegas Lynch: la privatización de ballenas, mares o ríos logrará que un privado los cuide mejor.

Como toda teoría dogmática, esta no contempla que depender de la acción individual de un privado supone quedar expuestos como sociedad a la arbitraria voluntad de ese privado. Por ende, si alguien quisiera contaminar todo un río por mero aburrimiento o porque lotea un río para que empresas puedan contaminarlo “libremente”, esta acción podría afectar a todos, especialmente a quienes viven en las cercanías.

La idea de que el interés individual siempre y en todo lugar persigue la maximización del beneficio sin perjudicar al resto, solo pudiendo ser un benefactor social, es un axioma que, si se rompe, arrastra consigo a toda la teoría libertaria. Es llamativo que una teoría profundamente individualista no contemple que un individuo o grupo de inidividuos puedan tener un comportamiento que perjudique a los demás.

Individualismo. Según Rothbard, la sociedad es una abstracción, es decir: no existe. Sólo hay “individuos que interactúan”. A su vez, afirma que el libertario es un individualista porque “cree que uno de los principales errores de la teoría social es considerar a la ‘sociedad’ como si realmente fuera una entidad con existencia”. Para él, los individuos sólo existen, piensan, sienten, eligen y actúan, y la sociedad no es una entidad viviente sino sencillamente un nombre dado a un grupo de individuos en interacción.

Yendo aún más a fondo, para Rothbard las calles debieran ser privadas. “En la sociedad libertaria –afirmó–, las calles serían de titularidad privada, el conflicto se resolvería sin violación alguna de los derechos de propiedad de nadie. Los propietarios de las calles decidirían quiénes pueden acceder a ellas y qué indeseables deberían quedar excluidos si los dueños así lo quieren”. Es alarmante que hable de “indeseables” siendo que él mismo proviene de una familia judía que sufrió todo tipo de persecuciones décadas antes de estos escritos.

A su vez, pagar peajes para circular no sólo resulta poco práctico sino que algún sitio de paso costoso podría limitar nuestra libertad de circulación, ni que hablar si vivimos entre calles de privados que aprovechando su monopolio nos cobran precios inaccesibles para salir de nuestros hogares. Sería una curiosa forma de ser libres.

Su aporte a nivel académico fue marginal. Esto le valió el desprecio de quienes incluso se declararon a favor de la reducción del Estado, tal fue el caso de Milton Friedman, otro de los economistas preferidos de Milei. Este ultimo sí fue Premio Nobel en el año 1976, con mayor relevancia a nivel académico y también libertario, pero de la escuela de Chicago. En sus mismas palabras dijo: “Tengo unas raíces firmes en algo más que la ideología. Porque estaba firmemente basado en una disciplina académica científica. No era simplemente un predicador, un ideólogo o un filósofo desconectado”.  Esa frase, Milton Friedman la dijo en la misma entrevista en que hablaba sobre Rothbard.

Emisión. La explicación de Rothbard sobre la crisis del 30, que llevó a un escenario deflacionario, con caídas abruptas de la producción y niveles de desempleo inéditos, fue insólita. La expansión crediticia artificial en los bancos centrales, argumentó, provocó la crisis, lo que lo hizo abogar por el cierre de la Reserva Federal que emite el dinero y a la que cataloga como “falsificación legalizada”. Tal como dice Milei, encuentran en el Banco Central –y por ende en la emisión monetaria– a la madre de todos los males.

Más llamativo resulta cómo no se generó una crisis de esas dimensiones en las decadas sucesivas dado que la expansión crediticia y de los Estados fue muy superior a lo que teníamos en la década del 30.

De hecho, desde hace décadas los libertarios se muestran críticos hacia la intervención estatal. Pero a la vez, en esas mismas décadas, el crecimiento económico fue el más grande de la historia de la humanidad. No obstante ello, tienen la osadía de apropiarse de ese “éxito” diciendo que son consencuencia de las ideas de la “libertad”.

En 1992, a pocos años de su muerte, Rothbard escribe un artículo sobre un programa populista de derecha donde propone varios ejes: reducción drástica de impuestos, desmantelar el Estado de Bienestar, suprimir los privilegios de una minoría protegida, recuperar las calles triturando a los delincuentes, deshacerse de los vagos, abolir la Reserva Federal atacando a los banqueros criminales, la consigna nacionalista de “primero América” y defender valores familiares. A su vez, esto debe ser implementado con una doble estrategia consistente en formar un cuerpo propio de libertarios y creadores de opinión con las ideas “correctas”, e impulsar a las masas directamente contra los medios de comunicación dominantes y élites intelectuales, para volcarlas contra quienes las están saqueando, confundiendo y oprimiendo, tanto social como económicamente. Todo esto en el marco de una fuerte ofensiva que les permita imponer su verdad y su propia agenda.

En este último escrito quizás Rothbard dejó su mayor legado, ya que el actual presidente de Argentina parece haber llegado al poder en gran parte por seguir los consejos que el economista estadounidense dejó escritos hace más de tres décadas. Por ahora, le aseguró el éxito electoral. Y en materia económica y social, el fracaso ya resulta más que evidente, aunque muchos aún elijen no creerlo.

 

*Por Guido Agostinelli, economista. Autor de “Falacias libertarias” (Editorial Ciccus)

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