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POLíTICA | 03-12-2019 17:41

Pruebas PISA: balance y desafíos

Silvina Gvirtz, secretaria de Educación de La Matanza e investigadora del Conicet, analiza los resultados de los exámenes PISA.

Hoy amanecimos con los resultados de las pruebas PISA. Cada tres años, asistimos al prime time educativo en el que diarios, portales de noticias y programas televisivos le dedican buena parte de sus espacios a discutir la posición de los estudiantes argentinos de 15 años en el ranking de países que arma la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a partir de las calificaciones obtenidas por ellos en Lengua, Matemática y Ciencias. El primer desafío consiste en superar una mirada simplificada y ocasional de la problemática educativa. El rol clave que la educación ocupa en el desarrollo de los individuos y de la sociedad merece un lugar sostenido en el debate público. El segundo desafío implica hacer un uso inteligente de la información que PISA brinda, que es mucha y valiosa. Con estas dos consignas, nos proponemos hacer un análisis de los resultados de las evaluaciones.

¿Qué nos arroja una primera mirada sobre las pruebas? Primero, que el sistema educativo de nuestro país tiene dificultades para que los jóvenes logren conocimientos básicos en áreas de conocimiento claves. Segundo, que no se evidencia una mejora entre la última medición comparable – 2012 – y la de 2018. De hecho, se registra un retroceso. Si bien el país incrementa su puntaje en Lengua, cae en el caso de Matemática y Ciencias. Tercero, en el contexto de la región, Argentina se coloca en un lugar poco auspicioso. Cuarto, que la variación en los resultados explicada por el nivel socioeconómico es de las más intensas de los participantes en las pruebas, mayor que en Brasil, México, Chile y Colombia, por ejemplo.

Esta última caracterización del sistema educativo argentino nos abre paso para encarar el segundo desafío que nos propusimos en el primer párrafo: utilizar la información que las pruebas PISA ofrecen pensando en la mejora. Para las PISA 2012, CIPPEC elaboró un informe (autoría de Axel Rivas y Romina Miorelli) que estudia los factores asociados al rendimiento de los alumnos y alumnas en la evaluación de Matemática, área en la que la OCDE profundizó el análisis en aquella edición. En este trabajo se destacan el nivel socioeconómico, la asistencia al nivel inicial, el acceso a recursos y materiales educativos, la repitencia y el clima escolar como factores que contribuyen a estudiar las diferencias a la hora de adquirir las competencias necesarias para desenvolverse en la vida. Para PISA 2018, el ministerio nacional encomendó al Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires (IIEP BAIRES, UBA-CONICET) un informe con características similares. En esta edición de las pruebas, el foco estuvo puesto en Lengua. Del análisis específico de la capacidad de comprensión lectora, se observó que la disponibilidad de libros en el hogar, así como el acceso a una computadora y conexión a internet, tienen una asociación positiva con el rendimiento de los jóvenes. El estudio presenta, además, información muy rica referida al proceso de enseñanza y aprendizaje de la lectura en el aula.

Si consideramos, entonces, estos factores que se desprenden de los informes mencionados, los resultados de las pruebas no sorprenden. El aumento significativo de la pobreza que se verificó entre 2017 y 2018, con una profundización en 2019, afectó especialmente a los niños y niñas. El Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina dimensionaba en 51,7% el porcentaje de niños y niñas entre 0 y 17 años que se encontraban en situación de pobreza en 2018. Por otra parte, el 29,3% de este grupo experimentó riesgo alimentario durante el 2018, lo cual significa que redujeron la dieta de alimentos por problemas económicos. En un contexto con otras urgencias, no es de extrañar, por lo tanto, una caída en el rendimiento escolar. La política de ampliación del acceso al nivel inicial no tuvo el alcance prometido en el inicio de la gestión de Cambiemos en 2016. La tasa de repitencia en el nivel secundario muestra una relativa estabilidad en las últimas mediciones, pero registra un aumento en el período 2012 – 2018: de 10 a 10,83, según datos del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. Por su parte, las políticas de provisión de libros de texto y de literatura y de entrega de computadoras en el modelo 1 a 1 fueron discontinuadas o llevadas a una mínima expresión a partir de 2016. De esta manera, se observa que en los últimos años, los factores asociados al rendimiento de los alumnos y alumnas no solo no se vieron fortalecidos, sino que, incluso, se vieron golpeados por las políticas educativas, sociales y económicas del gobierno de Cambiemos. Este cuadro se completa con una reducción generalizada y sostenida en el presupuesto educativo entre 2016 y 2020, estimada en un 35% si se compara la participación de la educación en el presupuesto total nacional de 2016 y la proyectada para 2020, según un estudio de un colectivo de observatorios y equipos de investigación en educación. Al mismo tiempo, los salarios docentes vieron reducido su poder adquisitivo en un 15,6% según una estimación de Agustín Claus, especialista en economía de la educación de FLACSO.

Ante este escenario inquietante, tenemos una oportunidad. En pocos días, se inicia una nueva gestión en la que el Estado debe recuperar su rol protagónico de garante del derecho a la educación. Esto implica pensar políticas que promuevan la igualdad de oportunidades y velen por las condiciones necesarias para que nuestros docentes enseñen mejor y nuestros estudiantes aprendan mejor. En este sentido, sostener la inversión presupuestaria, fortalecer los salarios docentes, mejorar la infraestructura escolar, extender la jornada escolar, equipar a las escuelas con libros y tecnología son iniciativas prioritarias. Finalmente, en un país que mira al desarrollo y a una distribución más justa de las oportunidades, la reforma de la escuela secundaria ocupa un lugar estratégico. Una transformación del nivel secundario debe apuntar a revisar la estructura tradicional de asignaturas estancas, favorecer la concentración horaria por cargo de los docentes en una institución y reservar tiempo para la planificación didáctica, acompañar las trayectorias escolares para facilitar el egreso y trabajar fuertemente en los puentes entre la educación y el trabajo. Esta tarea requiere de un Estado activo, así como el acompañamiento de actores relevantes de la comunidad educativa, la clase dirigente, el mundo productivo y la sociedad civil. De esta manera, la educación podrá trascender el espacio ocasional en la discusión pública y alcanzar un nivel de rating más sostenido.

 

por Silvina Gvirtz

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