El discurso de Soledad Quereilhac sorprendía por lo atípico. Habían pasado sólo un par de meses desde la asunción de su marido, Axel Kicillof, como gobernador de Buenos Aires, cuando NOTICIAS logró contactarse con ella. “No soy ni primera ni dama”, renegó por el título que se le quería imprimir, ante esta revista. Y completó: “A mí nadie me votó”. Pero la necesidad de ayudar a su marido, la pandemia o cualquier otra razón la arrastraron al barro de la política un año después. Se transformó en la promotora menos pensada de la vacuna Sputnik V.
“Me ofrecieron la vacuna bajo la mesa y les dije que prefiero morirme ahogada de COVID”, tiró al pasar la ensayista Beatriz Sarlo en una entrevista televisiva, a inicios de febrero. Desde ese momento, saber quién le había hecho dicha propuesta se convirtió en una pregunta recurrente a la escritora. No lo reveló, hasta que no fue citada por la Justicia.
En medio de una causa que investiga el Vacunatorio VIP que, entre otras cosas, produjo la renuncia de Ginés González García al ministerio de Salud, Sarlo fue llamada a declarar como testigo. Y allí fue que expuso el nombre de Quereilhac. La esposa de Kicillof, de absoluto perfil bajo, se vio obligada a hacer su descargo. Protestó porque la frase “debajo de la mesa” generaba una connotación de ilegalidad que a su criterio no había y dudó de la “enorme torpeza” de la mujer que alguna vez fue su profesora de Filosofía y Letras. Eso sí, no explicó por qué ella, la anti primera dama, quedó envuelta en una cuestión de Estado.
Acusación. “El ofrecimiento fue a fines de enero por intermedio de mi editor de Siglo XXI, Carlos Díaz. Por lo que yo entendí, desde provincia de Buenos Aires estaban vacunando para lograr fotos que persuadieran a la gente”, declaró Sarlo ante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Eduardo Taiano, el miércoles 10.
La ensayista, además, presentó como prueba de sus declaraciones los mails que habían intercambiado con su editor, en los que quedaba plasmado el ofrecimiento a participar de la campaña pública que estaba organizando la Provincia con famosos y referentes culturales para generar confianza sobre la vacuna rusa en la sociedad.
Sarlo negó que se relacionara el hecho con el Vacunatorio Vip, por lo que su testimonio en sede judicial fue el fin de esa rama de la investigación. Sin embargo, el nombre de la esposa del gobernador retumbó fuerte en los medios. Y los funcionarios, con Kicillof a la cabeza, salieron eyectados a los medios a explicar que en el ofrecimiento de Quereilhac no había más que buenas intenciones.
La respuesta de Sarlo a la propuesta de la primera dama provincial fue contundente: “Me parece mal ese ejemplo de intelectuales que reciben ese privilegio”, escribió por mail, tras el ofrecimiento de su editor de formar parte de la campaña de concientización. Y luego criticó a la oferente: “Soledad debería pensar este aspecto de su idea. Fue a la Facultad de Filosofía y Letras no a estudiar publicidad a todo trapo sino para aprender a reflexionar sobre las consecuencias de la primera idea que se le pase por la zabiola”.
En entrevistas posteriores a su declaración judicial, Sarlo se arrepintió de haber dejado entrever un carácter ilegal en el ofrecimiento: “Me autocritico fuertemente, no debí decir ‘por debajo de la mesa’”, sostuvo. Pero luego argumentó: “cualquier cosa que se haga fuera de los protocolos legales comienza siendo por debajo de la mesa”.
Que no tuvo nada que ver con el Vacunatorio Vip lo dejaron claro ambas partes. Pero en el aire quedó flotando la actuación de la esposa de Kicillof, que aún renegando del rol que le tocó asumir desde que su marido fue electo gobernador, terminó enredada en una campaña oficial. Aunque finalmente el proyecto naufragara.
Respuesta. El teléfono de Quereilhac estalló. Su voz era requerida por los medios para saber cuál era su opinión respecto al testimonio de Sarlo. Ella se excusó y decidió hacer un descargo para saciar la sed de respuestas. “Ayudé a Axel a pensar posibles nombres para la lista de 100 referentes, que debía estar integrada por personas de variada orientación política”, indicó.
A la primera dama se le ocurrió ir por Sarlo “cuyo reconocimiento es indiscutible, al igual que su total ajenidad al peronismo”. “Ese fue todo mi aporte: pensar junto a mi pareja, la tarde del 22 de enero, personas que también quisieran ‘poner el hombro’ a la vacuna y ayudar a atenuar tanta irracionalidad anticientífica. Jamás se pensó en términos de ‘privilegio’”, insistió.
Su marido fue un poco más vehemente. “Es una canallada lo que dijo Sarlo de mi esposa”, repitió enojado Kicillof. Y agregó: “Soledad no ofrece vacunas, menos todavía en esas condiciones. No se vacunó nadie de mi familia. Sólo yo”.
Quereilhac tiene 44 años, trabaja como investigadora adjunta en el Conicet y es cinturón negro de taekwondo. Junto a Kicillof tuvieron dos hijos, León y Andrés. Hasta ahora, solo la había unido a Sarlo una cuestión académica: fue su alumna primero y luego docente de la cátedra de Literatura Argentina II, cuya titular es la famosa escritora, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “No tengo trato personal con ella desde 2004. No tengo su correo electrónico ni su teléfono”, se distanció aún más del asunto Soledad.
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