Sale a hacer los mandados por Río Gallegos, cuida de sus seis nietos y le lleva comida a su padre. Norma Calismonte, la ex esposa de Lázaro Báez, es la única del clan que no está involucrada en las causas judiciales de la corrupción K, pero también recibió una sentencia: “Sobre ella pesa una condena social”, analiza una fuente que habla a diario con la mujer.
A sus 61 años, la ex del empresario K asegura que eso ya no le importa demasiado. “Yo no voy a rehacer mi vida a esta altura”, suele repetirle a sus allegados. Pero hay una cuestión que le quita el sueño: le pidió a sus abogados que hagan lo que esté a su alcance para que sus cuatro hijos queden desligados de los problemas judiciales a los que los arrastró Lázaro. Ella, mientras tanto, por primera vez amenaza con hablar, pero promete que antes va a esperar a la apelación. Le explicaron que tendrán que aguantar hasta el 26 de abril para conocer los fundamentos de los fallos de los jueces y ahí sí podrán recurrir. Pero nunca deja de hacerle saber a su ex marido que el límite son sus hijos: “Si esto no se resuelve, se pudre todo”, advierten a NOTICIAS desde su entorno.
El 24 de febrero, el Tribunal Oral Federal 4 condenó a Lázaro Báez a 12 años de prisión por la maniobra de lavado de dinero de US$ 55 millones, en la causa conocida como la Ruta del Dinero K. Pero no fue el único del clan: sus cuatro hijos recibieron penas. Y más altas de lo que esperaban. Martín Báez, el único que permanece detenido en Ezeiza, fue sentenciado a nueve años de cárcel, Leandro a cinco, y Luciana y Melina a tres.
“Las chicas tienen prisión en suspenso y Leandro la puede seguir peleando para que sea excarcelable. Pero lo de Martín es terrible. Lleva solo dos detenido, le quedan siete adentro. La situación no está bien”, le explicaron los abogados a la familia. Y Norma se puso, otra vez, en pie de guerra. En el medio, además, está la división de bienes del divorcio y la pelea con la novia actual de Lázaro. Demasiados flancos descuidados para Báez, sobre todo si la tropa a la que se enfrenta está liderada por una mujer que conoce todos sus secretos.
Ascenso y caída. Hace meses que Norma Calismonte y Lázaro no hablan. Todo lo que la mujer sabe del ex empresario K, se entera a través de sus hijos y su abogado. Ya no le interesa tener ningún tipo de contacto, sobre todo desde que se hizo público el noviazgo de Báez con Claudia Insaurralde, a quien conoció en la penitenciaría de Ezeiza.
Lázaro y Norma empezaron su relación antes de cumplir los 20 años y tuvieron a sus hijos cuando eran una familia de clase media de Río Gallegos. La amistad de él con Néstor Kirchner le valió a los Báez un ascenso económico supersónico, pero la muerte del ex presidente empezó a complicar las cosas.
“Lázaro era amigo de Néstor, no de Cristina. Tampoco lo era mi mamá, nunca se juntaban a tomar mates, por ejemplo. Y nosotros apenas conocíamos de vista a Máximo y Florencia”, contó en una entrevista televisiva Leandro Báez, el más chico del clan, que oficia de portavoz de la parte de la familia que está en el Sur.
Mientras Norma se quedaba en su casa y Luciana y Melina se mantenían más al margen, Lázaro fue involucrando a los varones en las operaciones de Austral Construcciones que no paraban de crecer. “El padre los hacía intervenir, sobre todo a Martín. Leandro, por su edad, era más un cadete”, contó Leonardo Fariña, ex valijero y arrepentido en la causa. Eso le valió que la Justicia les otorgara una pena más dura que a sus hermanas. Sus condenas son la principal preocupación de Norma hoy en día.
Pero no parece ser la única a la que la sentencia le encendió una señal de alarma. Porque Leandro se encargó de meter a la vicepresidenta en el ojo de la tormenta: “La Justicia le mandó un mensaje muy claro al Gobierno”, repitió en las entrevistas que le hicieron tras la sentencia. Y agregó: “¿Cómo obtuvo Lázaro el dinero? No se sabe cuál es el delito precedente. Y en ese delito está ella”. Bomba.
Por primera vez, después de muchos años, un dirigente cercano a Cristina Kirchner esbozó una defensa a Lázaro: “Lo condenan porque es morocho”, dijo el senador Oscar Parrilli. El hijo menor, y el más verborrágico de la familia, le respondió con ironía: “Qué raro que salgan a hablar ahora”, les dijo Leandro.
La vicepresidenta, por supuesto, no hizo referencia al caso. Solo hubo un gesto que pudieron percibir quienes estuvieron presentes en el Congreso el 1 de marzo, durante el discurso de Alberto Fernández en el inicio de las sesiones ordinarias. Mientras el Presidente leía, era sistemáticamente interrumpido por legisladores de la oposición. Pero uno de esos gritos generó la reacción de Cristina, cuando Fernando Iglesias la cruzó desde su banca: “Hablá de Lázaro”. La mirada de la vice al diputado fue fulminante.
Proyecto Unión. Las sentencias judiciales suelen dividir familias. Pero en este caso, Lázaro apuesta a que pase lo contrario: es que los Báez habían llegado al borde de la guerra y Norma Calismonte había planeado la sedición contra el jefe del clan porque sentía que estaba perjudicando los intereses de sus hijos. Si el plan del ex empresario funciona, el fallo por la Ruta del Dinero K podría producir el efecto inverso.
Lázaro llamó a Leandro y le ofreció una tregua. “Acérquense a mi abogado, a Juan Martín Villanueva. De ahora en más vamos a trabajar en conjunto”, les ofreció.
Es parte de la estrategia del jefe para seguir más de cerca los pasos de su ex: el plan para mantenerla en silencio. Y de paso intentar ponerse todos del mismo lado: en un momento hubo una decena de abogados dentro de la familia.
Pero para Calismonte la cuestión no es tan simple. Quiere ver en qué quedarán las condenas contra sus hijos. Si no la conforma la defensa que Báez haga de ellos, puede romper el silencio. Es su espada de Damocles.
Nunca el objetivo de Norma fue el mismo que el de Lázaro. De hecho, ella esperaba el fallo para poder ejecutar la división de bienes de la sentencia de divorcio que obtuvo en 2016. Todo se complicó. Porque la Justicia no solo le embargó los bienes a Báez por el dinero que considera que lavó, sino que también le impuso una multa de 480 millones de dólares. “Todavía no lo pudimos analizar, pero todo nos indica que no quedarían bienes para repartir”, le reveló a NOTICIAS el abogado de Norma, Roberto Herrera.
Además, la ex mujer de Lázaro sigue esperando el arreglo extrajudicial por los bienes que, por alguna razón, quedaron por fuera del millonario embargo de la Justicia y siguen siendo administrados en nombre de su ex marido. Son varios millones de pesos por mes que no saben adónde van, pero de los que ella no ve ni las migas.
El acervo no es nada despreciable. Y menos aún los frutos de sus alquileres mensuales. Se trata de dos estaciones de servicio en Río Gallegos; de galpones, maquinarias y estacionamientos repartidos en varias provincias; y casas de veraneo, como la de Pinamar.
A través de sus abogados, Calismonte repartió cartas documentos para todo el entorno de Báez. “Eran un grupo de personas que le querían sacar ventajas y lo encapsularon”, protestó Leandro.
Incluso, una de esas cartas documento fue contra la novia actual de Lázaro, porque Norma fue advertida de que estaba administrando un complejo de cabañas en Santa Cruz. Fue el inicio de la pelea entre la ex y la actual de Báez (ver recuadro).
“Por ahora todo sigue igual”, asegura el abogado Herrera sobre la disputa de los bienes no embargados. Es otro de los conflictos que podría desembocar en la confesión de Calismonte que terminaría de desmoronar a Lázaro, pero que también podría complicar a la mismísima Cristina Kirchner.
Embestida judicial. Los tribunales no le dan respiro a Báez. A una semana de haber recibido sentencia por la Ruta del Dinero K, otra vez estuvo sentado en el banquillo virtual de los acusados. En esa oportunidad, para continuar con el juicio por la obra pública en Santa Cruz, donde está imputado junto a la vicepresidenta por presuntos desvíos de fondos.
Quedan un puñado de causas que lo comprometen: Vialidad (las obras que le adjudicaban en forma discrecional a Lázaro, y que podrían configurar el delito precedente al de lavado de dinero por el que fue condenado); Hotesur y Los Sauces, un juicio que aún no comenzó y donde también se lo investiga junto a la vice; y otros expedientes que se reparten en distintas jurisdicciones: en Bahía Blanca, Báez está procesado como jefe de una asociación ilícita que habría evadido más de 600 millones de pesos. Y en Chaco tiene una causa abierta por el uso de facturas truchas.
Desde su prisión domiciliaria, que cumple en una casa del Gran Buenos Aires cuya dirección se mantiene en secreto, Báez otea el complicado panorama judicial que lo compromete. Por eso, su apuro por arreglar las cosas con su familia. Dio un buen paso: Leandro, a quien no veía desde hacía un año y medio, se acercó en el último mes.
Tienen que frenar la embestida para intentar hacer una vida lo más normal posible. “A mi nadie me da trabajo en blanco, así que ahora tengo que laburar en negro”, dice Leandro, de 30 años. Luciana, de 41 y Melina, de 33, trabajan de administrativas y la menor da clases particulares de inglés. Norma, su mamá, sigue en su rol de ama de casa en el mismo hogar que compartió durante décadas con Lázaro. Todos muy lejos del estilo de vida que tuvieron durante el esplendor de Austral Construcciones, la empresa que había ascendido vertiginosamente al calor del poder.
Mientras tanto, la mujer que observó todos los detalles de cómo se tejía la impresionante red de corrupción en el Sur, espera que los vientos judiciales cambien, porque si no está dispuesta a cortar la soga, que hoy sigue tensa. “Norma está mal. Tiene a los cuatro hijos condenados”, explica una fuente cercana para argumentar la furia de la mujer.
Para Lázaro, el silencio de su ex esposa vale oro. El problema es que cada vez tiene menos recursos para pagarlo.
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